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—Hijo... —Mi madre apareció en mi habitación y se sentó a mi lado en la cama—. Sé que lo que hice no está bien, pero... Tienes que comprender que lo hice por ti, por nosotros —dijo tomando mi rostro entre sus manos.

—Lo sé, mamá, lo sé. —Eran las primeras palabras que decía en días, y por su expresión supe que estaba tan sorprendida como yo—. No te culpo de nada, lo sabes.

—Aún así espero que me perdones...

—Todo está bien, mamá, lo entiendo perfectamente. No podíamos seguir así. Es solo que... no quiero que vayas a la cárcel. No quiero que te alejen de mí.

Mi madre me estrechó entre sus brazos y no lo pude contener más. Decirlo en voz alta solo lo volvía más real.

Así que hice lo que llevaba días queriendo hacer.

Romper en llanto.

La chica que amaba las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora