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Hasta que mi orgullo dejó de ser tan fuerte.

Las ganas de estar con ella, de sentirme como solo ella lograba hacerme sentir, me consumieron, así que no me pude resistir más.

Aquel día, incluso antes de que anocheciera, ya estaba poniendo rumbo al mirador. Estaba desesperado.

No tardé ni media hora en llegar, la mitad de lo normal, pero el lugar estaba completamente vacío. Decidí esperar, pues aún era pronto y nosotros siempre nos veíamos al anochecer.

Esperé, esperé y esperé... pero ella nunca llegó.

La chica que amaba las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora