32 "Editado"

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Alberto

Espero impaciente a que salgan apoyado en la pared del pasillo que está enfrente de la puerta de mi despacho. Saco mi móvil del bolsillo de los pantalones cada dos por tres para mirar la hora y entreteniéndome con alguna otra cosa para que el tiempo pase más deprisa.

—¿No vienes a comer? —me pregunta el profesor de Hip Hop cuando sale de su despacho y se fija en mí.

—Aún no. Estoy esperando a que una alumna y un familiar suyo terminen de hablar en mi despacho. —miento. 

—Ah vale. Pues entonces luego nos vemos. —y se marcha escaleras abajo. 

Sigo esperando durante cinco minutos más y voy notando como los nervios crecen en mi interior con cada segundo que pasa y aún no han salido. ¿De qué estarán hablando? ¿Por qué no me ha dejado estar ahí con ellas?. Que me echara de mi propio despacho no me ha echo ninguna gracia. No quería dejar a Emma sola con ella, no por miedo de que Merida le metiera otras ideas a la cabeza, sino porque cada minuto que está ahí dentro y yo aquí fuera es un tiempo perdido del que podemos pasar juntos. No nos vemos todo el tiempo que me gustaría, y cuando lo hacemos, la mayoría de veces es cuando estamos en clase y no me puedo acercar a ella. 

Cuando le dije que la quería fue como si un peso enorme e imaginario se hubiera esfumado de mis hombros. Desapareció por completo ese miedo irracional a que me hagan daño cuando las palabras salieron por mi boca y vi su rostro. Me encantaría poder gritarlo a los cuatro vientos, y ahora entiendo a Erik y que no tenga ni un ápice de vergüenza de expresar lo que siente por Merida delante de la gente. Me gustaría poder expresar todo lo que mi pecho siente cuando tengo cerca a Emma, poner en palabras la explosión de emociones que experimenta mi cuerpo cuando me toca, cuando me mira o cuando me sonríe. Nunca había sentido esto por nadie, y en una pequeña parte de mí, estoy aterrorizado. Tanto miedo se cuela en mi interior como alegría, porque son unos sentimientos tan grandes que todo me pilla de nuevas y tengo terror de que no sea capaz de hacerlo bien.

El sonido de la puerta abriéndose hace que me ponga recto y mire hacia mi despacho. La primera en salir es Merida, que me dedica una pequeña sonrisa nostálgica, y seguidamente aparece Emma con un rostro más relajado y menos enfadado. Supongo que esta charla nos ha venido bien a los tres para hacer borrón y cuenta nueva.

—Bueno chicos. Nos vemos otro día. —nos dice Merida en general.— Ha sido un placer conocerte. —le dice ahora a Emma. 

—Lo mismo digo. —dice y sé que lo hace por educación. 

—Adiós. —se despide para después desaparecer por el hueco de las escaleras.

Entro en mi despacho colocando una mano en el bajo de su espalda para que haga lo mismo. Le habría besado ahí mismo, pero me arriesgaba a que pasara alguien y nos pudiera ver. Cierro la puerta y en cuanto oigo el clic, la abrazo y pego mis labios a los suyos. Un beso corto y contenido para lo que me gustaría hacerle en este momento, pero primero quiero saber como se siente, qué es lo que han estado hablando y que me diga que todo sigue bien entre nosotros.

—¿De que habéis estado hablando?. —le pregunto mientras acaricio su espalda de arriba a abajo. No tengo remedio, mis manos no pueden estarse quietas cuando la tengo delante.

—Me ha pedido perdón. Me ha explicado sus motivos y he intentado ponerme en su lugar. —y se encoje de hombros como si la conversación que han tenido no fuera una gran cosa.

—¿Y algo más? —y puede ser que parezca un poco ansioso de información, pero cuando no sé prácticamente nada o no controlo la situación me pone frenético.

—Me ha contado un poco por encima vuestra historia. —continua, pero sin cambiar su expresión.— Me ha dicho lo que hiciste por ella, lo bueno que fuiste cuando ella ni siquiera sabía que hacer con su vida.

Baila Conmigo (1° Trilogía Conmigo) COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora