24 "Editado"

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Alberto

—No hace falta que mañana vengas a recogerme. En cuanto termine el trabajo que tengo que hacer cojo un autobús y acudo a tu casa. —oigo que le dice Emma a su hermano a través del teléfono. Escucha durante unos segundos y vuelve a hablar.— Sí, es un trabajo. —le dice ahora más seria recalcando lo de "trabajo". Vuelve a guardar silencio y pone los ojos en blanco.— ¿Y a ti que más te da? —le pregunta enfadada. Está sentada al lado mío en la cama mientras habla con Pablo, y yo no puedo evitar mirar todas las reacciones de su rostro. Me recuerda a cuando salía con una chica cuando tenía dieciséis años y le decía cualquier excusa y mentira a sus padres de con quien estaba.— Sí me importa, porque no sé a que hora voy a terminar y tampoco quiero que estés pendiente a que te llame para que vengas a por mí. —vuelve a decir mientras mira el dedo de su mano que está rascando algo imaginario de la colcha de mi cama.— Vale, igualmente te avisaré cuando salga de la escuela. —se calla durante varios segundos.— Sí, hasta mañana. —y cuelga para después mirarme.

—¿Ahora soy trabajo?. —le pregunto con mi sonrisa más macarra.

—Sí, un trabajo de la escuela. —me dice, y se gira para dejar el teléfono en la mesita de noche que hay en un lado de la cama.

—¿Por qué no les dices que vas a pasar el fin de semana con un chico follando cada puñetero minuto? —le digo en broma y ella abre mucho los ojos.

—Porque a mi hermano no le importa.

—¿Cuantos años tienes? ¿29?. Ya eres mayorcita y tu hermano seguro que sabe que no eres virgen. —vuelvo a bromear para picarla. Su cara de enfado hace que casi se me escape una carcajada.

—¿Y tú qué tienes? ¿52? Porque a veces estás hecho un cascarrabias. —me dice con mala baba como respuesta ante mi provocación. Me río con ganas ante sus palabras y me coloco encima de ella para borrar ese entrecejo fruncido de su rostro.

—Estoy hecho un chaval. ¿Aún no te lo he demostrado? —y froto mi entrepierna, que aún no está del todo despierta, contra la suya.

—Tengo 22 años. —me dice aún enfadada aunque apoyando sus manos en mis hombros. Solo sentir sus caricias ya consigue que me tranquilice. 

—Ya lo sé trasto. —en cuanto sale de mi boca me arrepiento y escondo mi cara en el hueco de su cuello deseando que no se haya dado cuenta del apelativo con el que le he llamado, pero no tengo tanta suerte.

—¿Trasto?. —vuelvo a incorporarme y me enfrento a ella con la misma seguridad que siempre como si no tuviera importancia alguna que la haya llamado así.

—De trastornada. —le digo con una sonrisa de medio lado.— A veces tu boca suelta unas contestaciones que me dejan impresionado.

—No estoy loca. —y aunque me lo dice seria no puede evitar que su cuerpo desprenda esa alegría que a mi también se me escapa por los poros desde que hemos llegado a mi casa.

—Estás más cuerda que yo. —le aseguro porque sí, porque ahora mismo solo estar con ella de ésta manera consigue que toda la cordura que me pueda quedar en el cuerpo se esfuma de un solo soplo. Emma suelta una risa risueña, incluso infantil, que hace que se me caliente el pecho.— ¿Tienes hambre?. —le pregunto. Otra vez esos sentimientos que me parecen tan peligrosos me ahogan.

—Mucha.

***

Emma se duerme con la cara apoyada en mi pecho, y con uno de sus brazos me rodea la cintura. Esto se siente tan jodidamente bien que no quiero moverme por miedo a que se despierte. Acaricio su pelo con movimientos rítmicos y suaves deleitándome con su suavidad. Es un momento tan intimo que la ansiedad no abandona mi cuerpo porque siento que estamos sobrepasando los límites que los dos nos hemos autoimpuesto, pero esta sensación de tranquilidad y de paz superan todas las demás que me producen terror.

Baila Conmigo (1° Trilogía Conmigo) COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora