22 "Editado"

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Emma

Los labios de Alberto hacen contacto con los míos con fuerza y casi sin esperarmelo. Estoy completamente en estado de shock después de escuchar esas palabras salir de su boca. No me puedo creer lo que me acaba de decir, no puede significar lo mismo a lo que creo yo. 

Mis labios se mueven al compás de los suyos, y cuando su sabor inunda toda mi cavidad, es cuando una sensación de paz y una explosión de tranquilidad arrasan mi cuerpo dándome a entender lo mucho que lo he echado de menos. Sus manos rodean mi cintura y yo apoyo las mías en su pecho, deseando sentir ese calor que siempre desprende su cuerpo.

Necesito saberlo, necesito cerciorarme de que no me estoy equivocando ni que le estoy dando otro significado a sus palabras. A ver si voy a abrir la boca y voy a parecer una completa ilusa cuando él solo me ha pedido que nos enrollemos en este momento. Me separo un poco de él y hago una pequeña presión sobre su pecho para apartarme.

—¿Eso que significa? —le pregunto en un susurro y con la voz tomada por el deseo. Alberto no me suelta y mira mis labios durante un segundo hasta que levanta sus ojos para fijarlos en los míos. Su boca está entreabierta y el cálido aliento que sale a través de ella por su respiración irregular da de lleno en mi cara. Mi corazón va a mil por la expectación de lo que me pueda decir.

—¿El qué? —y sé que se está haciendo el loco para evitar decirme la verdad. Pongo los ojos en blanco y doy un resoplido dramático para darle a entender que no me creo que no se acuerde. ¿Se a arrepentido ya de lo que me acaba de decir?

—Lo que me has dicho. ¿Qué es ese tu y yo?. —vuelvo a preguntarle aunque no me haga ninguna gracia su actitud.

—Yo no he dicho nada. —y aunque me lo dice muy serio sé que está intentando esconder una sonrisa. Aprieto los labios y con un poco de fuerza le empujo en el pecho para separarme de él, pero Alberto me estrecha aún más entre sus brazos para impedírmelo. Dejándome llevar por él, damos unos pasos hacia atrás hasta que noto la fría pared en mi espalda.— No te enfades. —me dice divertido, y me sorprendo de la facilidad que tiene este hombre en cambiar de estado de ánimo.

—Te estás comportando como un crío. —le digo intentando parecer cabreada ya que me está siendo casi imposible estarlo por tenerlo tan cerca.

—Es que eres muy graciosa cuando te enfadas.

—Pues de nada por hacer que te diviertas. —le digo con sarcasmo. Alberto coge mis manos que están aún apoyadas en su pecho y las levanta para que le rodee el cuello. Vuelve a colocar las suyas en mis caderas y me da un pequeño pellizco consiguiendo que de un respingo.

—¿Tienes cosquillas? —me pregunta con una ceja levantada y su sonrisa gamberra que me alegro que solo me dedique a mí.

—No. —le digo muy segura aunque sea mentira. Quiero que me conteste, quiero que se deje de tonterías y me diga la verdad.

—¿Segura? —e introduce sus manos por debajo de mi camiseta haciendo que el calor de sus manos se propague por todo mi cuerpo.

—¿Puedes contestarme a lo que te he preguntado?. —le digo antes de que su roce consiga que pierda el hilo de mis pensamientos.

—¿Qué es lo que me has preguntado? —y sus manos suben unos centímetros por mi piel rozando así el borde de mi sujetador. Sus labios depositan un casto beso en mi cuello y estoy a punto de cerrar los ojos y de dejarme llevar.

—Alberto, no te hagas el tonto. —le digo en medio de un suspiro.

—Pasa este fin de semana conmigo. —me ordena, pero esa orden esconde muchas cosas.

Baila Conmigo (1° Trilogía Conmigo) COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora