11 "Editado"

4.1K 400 57
                                    

Emma

—Esto no está bien. —le digo como ultima oportunidad para que un poco de lucidez entre en nosotros, pero también sin querer separarme de él. Alberto se aparta unos milímetros y aprovecho para recuperar el aire que sus besos me han robado.

—Tienes razón. —me contesta con la voz ronca. Su pecho sube y baja con rapidez, y sin pensarlo mucho, apoyo mis dos manos ahí, deseando notar que su corazón vaya igual de rápido que el mío. Vuelve besarme impidiendo que le conteste, y agradezco que lo haga porque ahora mismo no sería capaz de parar lo que estamos haciendo.

Un suspiro de satisfacción se me escapa en cuanto noto su lengua dentro de mi boca. Nuestros labios colisionan en un beso primitivo y voraz que hace que pierda la poca cordura que me queda y que el deseo arramble con todo lo que pueda tener dentro de mi cuerpo. Hacía tanto tiempo que nadie me besaba así, que nadie me tocaba de esta manera que en lo único en lo que puedo pensar es en lo bien que sienta lo que estamos haciendo. Si hay consecuencias por hacer esto, ahora mismo no me importan nada.

Alberto se pega mas a mí, impidiendo que cualquier atisbo de aire pase entre nosotros. Me besa con furia, como si intentara saborear cada milímetro de mi boca, como si en este beso pudiéramos dar a entender toda nuestra frustración y nuestro enfado con nosotros mismos. Me aprieta contra la pared mientas sus manos abandonan mi cintura y bajan hasta mi trasero. La excitación se apodera de mi mente en cuanto noto su contacto, y en lo único en lo que puedo pensar es en que quiero mas, mucho mas.

Nuestras lenguas juegan, se buscan y se encuentran, se saborean entre ellas y se pelean por el control del beso. Un jadeo se me escapa en cuanto aprieta con sus manos mi trasero y me pega más a su entrepierna. Notar su dureza hace que mi calor corporal aumente y que el deseo crezca a pasos agigantados. No puede estar pasando esto, no puedo estar liándome con mi profesor y aun encima a uno que le he cogido manía, pero mierda, que bien se nos da.

Guiada por Alberto, nos movemos por la pequeña habitación hasta que noto un borde en mis riñones, y como si no pesara nada, Alberto me eleva para que me siente sobre el mármol del lavabo quedando prácticamente a su altura. Coloca sus manos en mis muslos y vuelve a devorar mis labios con ansias haciendo que vuelva a cerrar los ojos e introduzca mis dedos entre los mechones de su pelo. No lo tiene demasiado largo, pero lo suficiente para poder enredarlos y tirar de ellos.

Su boca abandona mis labios para seguir con sus besos por mi mejilla, mi mandíbula, mi barbilla y por mi cuello. Yo cierro los ojos y se me escapa otro suspiro que me sabe a gloria, pero ahora mismo no tengo vergüenza alguna. Cuando me da un pequeño mordisco en mi hombro es cuando decido que estoy perdida. Que haga conmigo lo que quiera, o mejor dicho, que me haga de todo lo que se le pueda ocurrir a esa cabeza suya.

Abandono su pelo y bajo mis manos por su espalda mientras él me besa la clavícula y la piel que mi camiseta de tirantes deja libre. Todo mi cuerpo tiembla de excitación y con dificultad agarro el bajo de su jersey y, como pidiendo permiso, lo subo un poco para que Alberto sepa mis intenciones. Sin pensárselo mucho y de un movimiento rápido se quita él la prenda quedándose solo con los pantalones. Su pecho desnudo me deja sin aliento, y no me relamo los labios por no dar a entender que me guata demasiado lo que estoy viendo.

Vuelve a besarme e introduce sus manos por debajo de mi camiseta haciendo que sienta una corriente eléctrica por el roce de su piel. Su barba me rasca por sus besos demandantes, pero ahora mismo eso me excita un montón. Me quita la camiseta por encima de la cabeza, dejándome sólo con el sujetador deportivo que siempre me pongo para bailar. Mi cuerpo es una bomba de sensaciones, una vorágine de cada cosa que este hombre me está haciendo sentir.

De un solo tirón me baja la falda y las mallas que llevo puestas, como si no tuviera paciencia para desnudarme lentamente. Con rapidez me quito las zapatillas para permitirle que me quite del todo las prendas y me quedo solo con la ropa interior. Alberto las tira al suelo junto con nuestras camisetas que están esparcidas de cualquier manera. Me abre las piernas y se coloca entre ellas para rozar la cinturilla de sus pantalones con mi zona mas sensible. Con manos expertas, me quita el sujetador dejándome completamente desnuda de cintura para arriba. Sin darme tiempo a pensar en lo que está pasando, ni en lo que él está viendo, abarca mis dos pechos con sus manos mientras vuelve a saquear mi boca. Notar su contacto tan intimo y su sabor hacen que me vuelva loca. Me vuelvo majareta por sentirle aún mas cerca. Sus dedos me estrujan y me aprietan los pezones y ese dolor se convierte en placer para después viajar hasta el centro de mi ser. Esa zona que lo llama a gritos para tener un poco de su atención.

Baila Conmigo (1° Trilogía Conmigo) COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora