Luz en el lugar más Oscuro (Vauseman)

Capítulo XXV

Piper

"Te...te echo de menos" Fue lo último que me dijo, desarmándome por completo...Yo también te echo de menos...Quería decirle con todo mi corazón pero me sentí incapaz de hablar. Todo su discurso me había dejado desorientada, perdida en medio del pasillo. Mi cuerpo gritaba por correr tras ella cuando caminó de vuelta a su habitación, pero había algo que me impedía seguirla y me animaba a correr en la otra dirección...miedo. Me aterraba reconocer la verdad, ante ella, ante mí...ante el mundo. De alguna forma, ella parecía entender mi conflicto interno, casi mejor que yo misma. Frustrada por mi cobardía, me fui a mi habitación y me torturé una y otra vez repitiendo sus palabras...

Tendría ella razón sobre mis prejuicios? Había mi familia de alguna forma condicionado mi mente como habían hecho con mi vida? Sospechaba que sí. Nada en mi vida me había pertenecido nunca; todo me había sido impuesto, incluso mi opinión. No era disparatado pensar en la posibilidad de que mi reticencia a enfrentar mis sentimientos fuera a causa de que me habían privado pensar por mí misma, y había decidido en cambio considerarlos impropios, tal y como me habían enseñado. Desde niña, me contaron que algún día me casaría con un gran príncipe o un gran señor digno de mi posición, y siempre pensé que esas serían mis únicas opciones, por ende, las únicas correctas. El pensamiento de que dos mujeres podían estar juntas jamás me pasó por la cabeza, y nunca lo habría creído posible hasta que Nicky me lo contó. Luego lo comprobaría más tarde al compartir el lecho con Alex.

Ya de mayor, una vez comprometida con Larry, comenzaron a hablarme de temas más serios, como la importancia del matrimonio y lo sagrada que era la unión entre un hombre y una mujer, y que sólo después de haber obtenido el consentimiento de los dioses a través de una ceremonia oficial, la consumación del matrimonio vendría en la noche de bodas, una noche que temí que llegara desde que me explicaron lo que ocurriría entre Larry y yo, porque nunca me sentí tentada a hacer esas cosas con Larry, pero con ella...

Me había hecho romper todos mis esquemas y cada regla que me había sido impuesta; nunca me sentí tan libre como cuando la besé por primera vez. Había compartido la cama con una mujer! Era una cosa verdaderamente escandalosa, y aun así, no podía evitar rememorar lo maravilloso que había sido todo. Mi pobre mente jamás podría haber sido capaz de imaginar las sensaciones tan magníficas que había causado en mi. Nunca había experimentado nada como aquello. Sólo pensar en ella ya me agitaba el estómago con el aleteo de cientos de mariposas. 

La única vez que había sentido algo remotamente similar, había ocurrido hace mucho tiempo atrás; yo tendría unos nueve años, pero el recuerdo se sentía tan reciente como si hubiera sido ayer. Ocurrió una hermosa mañana de un cálido verano; cansada de las lecciones de costura y envidiando las voces de los niños jugando a las afueras del castillo, me rehusé a pasar el día encerrada con mi institutriz haciendo bordados. Mis hermanos me ayudaron a trazar un plan para escapar de la molesta vigilancia de la aya; me prestaron sus ropas de varón para pasar desapercibida, recogiendo mis cabellos con un sombrero, y me llevaron con ellos a los acantilados, donde los niños del pueblo de reunían para saltar, los más osados desde lo más alto, mientras los rezagados tenían que soportar la burla de no ser lo suficientemente valientes para las alturas más arriesgadas. Me quedé apartada, a una distancia segura para observar a los niños saltar y retarse mutuamente. Me acerqué cuando mi hermano Cal se había quedado paralizado al borde de la roca más alta, arrepintiéndose de haber aceptado el reto...

"No es tan alto..." Quise animarle para que saltara de una vez y que los otros niños dejaran de mofarse de él...

"Y por qué no saltas tú entonces?" Mi hermano mayor, Danny dijo retador. El buen sentido me advirtió no hacerlo, y no caí en sus provocaciones...