Capítulo XXXIV

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Alex

Su inexperiencia en la cama podía ser fácilmente olvidada por lo rápido que aprendía. Movía las caderas sensualmente, como si hubiera nacido para ello. Nunca dejaría de asombrarme cómo siempre parecía tan comprometida a hacer todo lo que yo le proponía. Podía negarse simplemente, ya que jamás la hubiera forzado a hacer algo que pudiera incomodarla, pero sin hacer preguntas accedía con entusiasmo a cuanto se le presentara, una clara señal de la confianza que me tenía; me agradaba saber que se sentía cuidada en mis manos, tanto como para entregarse ciegamente a mí. Llegó un momento en que no hizo falta continuar guiando sus movimientos y la dejé a cargo de establecer su propio ritmo aunque mantuve la mano izquierda fusionada a su cadera mientras que con la derecha continuaba adentrándome en ella para golpear la pared de su vientre. Su humedad no podía ser más cuantiosa y comenzaba a acumularse en la palma de mi mano; los sonidos de placer que emanaban de su boca crecían en audacia y descaradamente buscaba mejor contacto contra la palma de mi mano que se amoldaba perfectamente a su coño. Su interior comenzó a contraerse alrededor de mis dedos que se agitaban dentro de su maravillosa calidez y supe que estaba cerca de quebrarse. Estaba tan abstraída observándola que ni pensé en lo que vendría...mis dedos se revolvieron con más ímpetu para empujarla hasta el límite provocándole irrumpir el ritmo de su danza cuando alcanzó el clímax. La demostración vocal de su orgasmo fue tan espectacular que me hizo ignorar por completo el dolor que comenzaba a embargarme el cuerpo. Casi hasta disfruté la espantosa sensación esa vez; recibí el dolor de brazos abiertos demasiado cautivada con la imagen de ella corriéndose sobre mí. Arqueó toda su espalda echando la cabeza hacia atrás para emitir un delicioso gemido que recordaría hasta la muerte. Reí de placer al verla tan desenvuelta, absolutamente arrobada por ella. Su interior atrapó mis dedos con las repetidas contracciones y luché por continuar sacando todo de ella con cada caricia acompañándola en la caída...

El dolor que experimenté fue intenso como siempre, pero noté que esa vez había sido algo más soportable; sin duda, la sensación de fatiga no era tan patente como otras veces y me había recuperado bastante pronto del golpe. Tras un largo minuto, o dos, ella volvió en sí. Bajó el rostro y presionó su frente contra la mía aun con los ojos cerrados respirando ahogadamente mientras que su corazón latía desbocado. Cuando estuvo un poco más calmada, abrió sus ojos azules oscurecidos de lujuria; tenía las mejillas abrasadas...

"Cuán poderosa te sientes ahora?" Cuestioné con voz rasgada

"Extraordinariamente" Me respondió con una actitud ladina poco común en ella. Su rostro entonces poseía un gesto de pillería que me resultó provocador...había algo diferente en ella y a mí me gustaba. Le dejé las riendas del beso que inició y disfruté de la intrepidez de su lengua como nada en el mundo. Tenía mi cara cogida firmemente con sus manos y su boca trabajaba mis labios como si no hubiera un mañana.

No quería perder la sensación de estar en su interior, pero las ganas de abrazarla con ambas manos fueron demasiado inmensas, además, me animó el hecho de que probablemente volvería a mi paraíso personal en pocos minutos...quizás con mi boca...medité, habiendo decidido cómo la tomaría por segunda vez. El simple pensamiento fue suficiente para retirarme de ella suavemente; su interior parecía reacio a dejarme ir, envolviendo mis dedos celosamente. Protestó dulcemente cuando me perdió pero la calmé de inmediato dándole tiernas atenciones a su boca. Atrapé sus labios con suavidad como si se trataran de un manjar que había que saborear despacio y así dejó de quejarse. Con ambas manos libres me deslicé por su piel, por debajo de la tela de sus pantalones para sostener sus firmes nalgas...tiene un culo perfecto...sopesé cuando lo tuve en las palmas de mis manos. Era un lugar que aún no había alcanzado a explorar. Mi boca se hizo agua al pensar en recorrer las suaves colinas con mis labios y mi lengua, pero de momento mis manos eran las únicas afortunadas que tenían completo acceso, y comenzaron a masajear sus carnes con dedicada atención, azuzándola de nuevo. El movimiento de su boca se hizo más arduo, casi agresivo y demandaba más y más de mí...

Luz en el lugar más Oscuro (Vauseman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora