Capítulo XXX

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Alex

La llevé a la cama sin más preámbulos, aprisionándola contra el conlchón con todo el peso de mi cuerpo. Por mucho que temiera volver a experimentar el doloroso momento, la idea de poseerla una y otra vez se me antojaba irresistible. Aunque antes, cuando había acabado en mi boca, fue como si la horrible sensación hubiera sido un poco más llevadera que las veces anteriores, lo que me hizo creer que definitivamente haber tomado la vida de uno de los fugitivos me había hecho recuperar las fuerzas, la pregunta era, por cuánto tiempo? De momento no me importaba pensar en ello y me concentré en la belleza que tenía debajo de mí...

Rodeé sus frágiles muñecas con mis dedos en un agarre férreo. Me observaba desde abajo con ojos provocadores llenos de entusiasmo; el fulgor en ellos me hizo posicionar mi muslo firmemente contra su centro forzando sus piernas a abrirse y haciéndole emitir un corto jadeo de sorpresa, y allí dejé mi pierna inmóvil, esperando evocar alguna reacción en ella. Aunque no se atrevía a hablar de ciertas cosas, no necesitaba las palabras para demostrarme lo que su cuerpo quería ya que parecía extremadamente receptiva a mis toques y a momentos nada regida por el decoro. A propósito, afinqué un poco más mi muslo contra su sexo jugando con ella y de pronto sucedió lo que estaba esperando. No supe decir si su respuesta había sido deliberada o quizás se trataba de un acto instintivo, pero comenzó a mover sus caderas en un movimiento casi imperceptible para tener mejor contacto con mi muslo, volviéndome loca. Iba creciendo en audacia, pero su rostro seguía demostrando los evidentes trazos de timidez; sus mejillas parecían permanentemente coloreadas de un delicado escarlata. No entendía cómo a veces podía ser tan provocativamente intrépida, como entonces cuando la cadencia de sus caderas comenzaba a ser más pronunciada, y a la vez, demostrar tan claros gestos de pudor. Mi pierna se unió al pausado ritmo de sus caderas intensificando su rubor y haciéndole estremecerse de gusto. Sonreí por lo fácil que era estimularla. Me incliné hacia ella para besar su rostro ardiente plantando besos húmedos para sosegar su sofoco...

"Eres extraordinariamente hermosa" Le dije con la más profunda admiración mirando directamente a sus ojos azules, algo oscurecidos por mis estímulos "Lo sabías?" Sacudió la cabeza en negación, reacia a aceptar mi cumplido. Volví a acercarme a ella con intenciones de besarla y ella separó sus labios para recibirme, pero en el último instante cambié de dirección para llevar mis labios a la entrada de su oído "Entonces me aseguraré de repetírtelo las veces que hagan falta..." Susurré intencionadamente poniéndola a temblar. Tomé la parte carnosa de su oreja con mi lengua amplificando su forzada respiración. Era una zona que quise seguir explorando así que me tomé mi tiempo succionando y mordisqueando su lóbulo. Se le escapó un sugestivo gemido cuando lo solté tras darle un pequeño tirón con mis dientes para ir a trazar el borde de su oreja con la punta de mi lengua. Comenzó a inquietarse progresivamente, forcejeando para zafarse del agarre que aún mantenía alrededor de sus muñecas, pero yo no cedí al silencioso ruego por dejarla libre, divirtiéndome un poco con su impaciencia y también, por qué no reconocerlo, me parecía sumamente excitante tenerla completamente a mi merced...

Entrometí mi nariz en la región detrás de su oreja, inhalando todo de ella en ese punto donde su aroma natural parecía más puro; lo sentí invadiendo cada espacio dentro de mí, trayendo vida a mis pulmones y dejándome absolutamente arrasada. Quería respirarla como si pudiera proveerme de todo el aire que no había respirado en años. Comencé a besar su delicada piel que me abrasaba los labios para saborear su cuello e intentó liberarse con más ímpetu; fue cuando escuché pequeños gruñidos de queja que decidí soltar sus manos. Resopló un profundo suspiro de alivio y cogió mi rostro con ganas para llevarse mis labios a la boca sin ningún tipo de ceremonias...

"Mmmmmm..." Murmuré de puro placer contra su ávida boca y le dejé hacer lo que quisiera. Era una besadora nata y me sorprendía lo rápido que aprendía. Se apartó un momento para tomar aire y yo agradecí no tener necesidades tan mundanas "Vamos a tener que aprender a ser un poco más pacientes..." Le dije apreciando su fervor; por supuesto, decirle aquello solo empeoró su sonrojo  "No me malinterpretes...disfruto mucho tu entusiasmo pero..." Disminuí el tono de mi voz "Quiero enseñarte algunas cosas..." Puse mi voz más seductora logrando el efecto deseado; sus pupilas se dilataron absorbiendo el borde azul claro "Y necesito que tengas paciencia y hagas lo que te digo..." Expliqué rigurosamente "Confías en mí?" Adopté un tono más íntimo para hacerle la pregunta. Ella enterró sus dedos en mi cabello y observándome con aplomo respondió...

Luz en el lugar más Oscuro (Vauseman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora