Luz en el lugar más Oscuro (Vauseman)

Capítulo XXXIII

Piper

La mañana había traído consigo un sinfín de promesas para el día, renovando mi espíritu desinflado por las decepciones del día anterior. Por difícil que me resultara y por mucho que doliera, intenté olvidar el hecho de que ella no había correspondido mis sentimientos. Me había dicho cosas hermosas que debieron hacerme la persona más feliz del mundo pero su discurso sólo me hizo más miserable...Por qué llenarse la boca de tantas palabras en vez de responder con un simple, yo también te amo? Había llegado a pensar tontamente que me amaba, tanto como yo a ella, por eso cuando no obtuve la misma respuesta solo sentí deseos de desaparecer, llorar y de jamás haberle dicho aquello. Me di cuenta de lo ingenua que había sido por pensar que ella podía sentir amor por mí; quedaba claro que yo no era ni sería nunca lo suficientemente buena para ella, no era más que lógico...Por qué alguien tan perfecta, experimentada y versada en la vida, iba a amar a alguien tan simple y corriente como yo? Seguramente yo no era ni la primera ni la última persona en su vida; no sé qué me hizo creer que era especial...

A lo que más podía aspirar era a continuar con nuestra relación tal y como era y sentirme afortunada porque quisiera estar conmigo, además, todo lo que me daba me bastaba para ser feliz y pensándolo bien, qué importaba si no me amaba? Eso no hacía la diferencia en la manera que me hacía sentir y apreciar cada uno de los gestos que tenía conmigo cada día; al menos no podía dudar de que se preocupaba verdaderamente por mí y que algo significaba en su vida. Me trataba siempre con tanto afecto y delicadeza, siempre atenta a mis deseos y necesidades...quizás no me amaba pero me hacía feliz, y punto...

Antes de dejar la habitación, me detuvo y me recordó sobre la brújula que me había regalado...

"Serás la encargada de guiarnos hoy..." Me dijo poniendo la brújula en un pequeño bolsillo frontal del sobretodo que me había dejado "Ya estamos listas para irnos..."

Pasamos por la cocina antes para recoger un cesto con aperitivos que Red había dejado preparado para nosotras y nos fuimos a los establos. Arreglamos nuestras monturas y nuevamente el tema de mi posición de montar salió a relucir...

"Podrías aprovechar que llevas pantalones para cabalgar de manera apropiada..." Sugirió casual, con apenas un resquicio de sarcasmo. La idea era de hecho tentadora, así que pensé al respecto antes de subirme al caballo. Ella ya estaba erguida sobre su semental negro azabache mirándome desde arriba con diversión sabiendo exactamente por dónde vagaba mi mente "Lo estás pensando, no es así?" A veces su habilidad de leer mis motivos resultaba sumamente irritante. Sin decir una palabra, en un rápido y ágil salto, me subí a mi yegua, Encanto, montándola a horcajadas, con el lomo del caballo entre mis piernas. El cambio de postura fue instantáneamente gratificante. Me sentí con mayor control sobre el animal y por alguna razón la nueva posición me hizo sentir poderosa...ella tenía razón...Admití para mis adentros; jamás lo aceptaría en voz alta "Y?" Inquirió con un tono arrogante

"Está bien..." Respondí indiferente encogiéndome de hombros, reacia a aceptar abiertamente lo beneficiosa que parecía la nueva postura. Estrechó sus ojos estudiando mi rostro detenidamente y con una media sonrisa me dijo...

"Mientes fatal..." Tras lo cual, nos pusimos en marcha...

Aún estaba algo oscuro; la mañana era gélida y la humedad del aire empeoraba la sensación de frío. Agradecí todas las capas extra que llevaba de ropa. Comenzamos a andar siguiendo el camino principal de tierra, sin prisas con un paso constante, dejando el castillo atrás hasta que el camino se dividió en varios tramos. Ella se detuvo de pronto y yo hice lo mismo a su lado...

"Qué pasa?" Pregunté con cierta alarma

"Te dije que serías la encargada de guiarnos hoy..." Me recordó