Capítulo XXVI

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Alex

Llevaba horas ignorando el incesante llamado de alguien que requería mis servicios. Piper yacía profundamente dormida, tanto, que seguramente no hubiera notado mi ausencia. Seguro tenía tiempo de ir a atender la plegaria y volver antes de que despertara, pero me rehusé a no cumplir mi palabra de hacerle compañía, así que fui en contra de mis instintos y resistí la llamada para quedarme a su lado aunque ella ni siquiera se percatara de mi presencia. Una vez que estuvo despierta fue más fácil ignorar la voz suplicante, pero cuando terminó de cenar, la urgencia del solicitante se volvió tan desesperada que me fue imposible resistir la tentación de sacar provecho de las miserias de un desconocido. La acompañé a su habitación y ninguna de las dos estaba dispuesta a decir adiós. Quise creer que ansiaba estar conmigo, tanto como yo con ella. En un intento por animarla, le prometí una aventura al día siguiente y nos despedimos. Esa vez fui yo quien garantizó el beso de despedida. Me sorprendió lo natural que se sintió besarla otra vez, completamente sobria. La besé con cautela para darle tiempo de reacción en caso de que me estuviera propasando con ella, pero a pesar de que sus labios se movieron vacilantes, no sentí rechazo alguno, al contrario, aceptó el beso con entusiasmo. Me fue difícil despegarme de ella, pero tenía que ir a cumplir mis obligaciones, además, me confortó el hecho de que faltaban pocas horas para el amanecer...pronto estaría tocando a su puerta para irnos.     

Volví a casa antes de lo esperado, y como aún era muy temprano para despertarla, me dirigí hacia los establos para preparar los caballos y luego fui a la cocina para pedirle a Red que preparara una cesta con suficiente comida para el día. Red era una madrugadora sin remedio, así que sabía que la encontraría allí a esas horas. Se sorprendió al verme y me comentó que Nicky y ella se habían estado preguntando dónde demonios nos habíamos metido Piper y yo el día anterior. Tuve que explicarle lo ocurrido con la carta y que Piper estaba tan afligida y cansada que durmió todo el día, y yo me quedé con ella para hacerle compañía. No dio crédito a lo que le conté sobre su familia...

"Miserables ricachones bastardos!" Dijo con enfado patente "Cómo han podido hacerle eso a su propia hija? Un ángel!" Estaba tan indignada como yo lo había estado al leer la carta. Si hubiera sabido lo que tenía escrito, jamás le hubiera entregado la maldita carta.  

Para calmar a Red, le aseguré que desde ese día haría todo lo que estuviera en mis manos para hacerla feliz; le conté mi plan para el día y entusiasmada con la idea preparó la cesta con diversos aperitivos. Hice tiempo en la cocina hablando con ella, hasta que creí que era la hora de buscar a Piper. Fui a su habitación y llamé a la puerta con tres toques alegres...

"Un minuto!" Gritó y la escuché correr apuradamente de un lado a otro de su habitación, preguntándome qué demonios hacía mientras esperaba paciente. En menos de un minuto, abrió la puerta de forma casual, pero el calor en sus mejillas no le ayudaron a disimular su estado agitado, y ni hablar de su acelerado corazón "Buenos días" Dijo radiante. La examiné de arriba a abajo y me regocijé en el hecho de que claramente había puesto cierto esmero en arreglarse, especialmente su cabello, que estaba medio recogido como era su forma usual, pero esa vez llevaba unas intrincadas trenzas tejidas entre sí a ambos lados de su cabeza, formando una dorada diadema de cabello natural...el arreglo le habría llevado un buen tiempo

"Buenos días" Regresé sin aliento, maravillada por su esplendor "Vaya..." Exhalé sin encontrar una palabra adecuada para halagarla...

"No sabía qué ponerme porque no me dijiste cuál era el plan..." Dijo con una modestia exquisita, pasando sus dedos por sus hebras de oro

Luz en el lugar más Oscuro (Vauseman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora