Me retorcí en la cama, un intenso dolor inundó mi vientre y no pude evitar quejarme y hacerme bolita.
Había llegado el día, ese día en el que los siguientes cuatro van a ser un auténtico infierno.
El periodo.
No eres bienvenido.
Pero le da igual, el viene para quedarse un tiempo y luego se va tan tranquilo.
Es maravilloso.
Di vueltas en la cama hasta quedarme sentada al borde, tras unos segundos mirando a la nada y concentrándome en que el dolor disminuyera me di cuenta de que Aaron no estaba y el nunca madruga más que yo...
Centrándome en mi, me metí en el baño y me despojé de la ropa llena de sangre para meterme en la ducha, el agua caliente calmó los intensos dolores, pero duró poco ya que al salir y vestirme volvieron.
Bajé a la cocina y al llegar vi a Aaron ir hacia la puerta a toda prisa.
-¿A dónde vas?- Pregunté, el frenó y se giró.
-Tengo que hacer una cosa.- Comentó.- Papá y sus encargos.- Dijo poniendo cara de disgusto.
Y sin dejarme decir nada salió pitando.
Rodé los ojos, estaba raro, llevaba así desde el sueño, se va por horas, vuelve tarde y no pasamos tanto tiempo juntos.
Decidí ignorar de nuevo lo ocurrido y me fui en busca de un Ibuprofeno, tras tomármelo y suplicar a diosito que su efecto sea rápido caí en la cuenta de que no tenía quien me llevará a clase y el autobús no era una de mis opciones y menos con estos dolores.
Si, vale.
Es una excusa para autoconvencerme de que no está mal que falte a clase por la menstruación pero sinceramente prefiero quedarme en mi cama arropadita e intentar dormir el mayor tiempo posible para evitar esta horrible sensación.
Así que así hice, subí a mi habitación y me quedé observando las sábanas ensangrentadas, las quité de un tirón e hice la cama, seguidamente me metí entre las sábanas y el calorcito inundó cada milímetro de mi cuerpo haciendo que escasos minutos después me durmiera.
Me desperté por unas risas, el dolor se había pasado y me sentía algo mejor, miré la hora, las 12, había dormido tres horas y me habían venido de miedo.
Me levanté y la risa de una chica volvió a sonar, mi mente curiosa me hizo indagar y acabé en la puerta de la habitación de Aaron.
Me asomé y observé la figura de una rubia completamente desnuda en frente de Aaron, me quedé inmóvil y por un segundo sentí como mi mundo se retorcía y caía a mis pies.
No me lo podía creer, lo estaba haciendo de nuevo.
Salí sin hacer ruido y con los pocos ánimos que me quedaban volví a mi habitación y llamé a Laurence.
-¡Hey Maya!- Dijo al otro lado del auricular.- ¿Porqué no viniste a clase?
-Lau..- Musité, un nudo en mi garganta me impedía hablar y si lo hacía, las lágrimas no dudarían en salir.- ¿Puedes venír a por mí?- Sollocé y mi voz se quebró.
-¿Estás bien maya?- Preguntó preocupada.- ¿Dónde estás? ¿Que ha pasado?
-Ven a mi casa y sácame de aquí por favor...
-Llego en seguida.
Fué lo último que dijo ya que colgó, me vestí con un chándal gris y me puse unos playeros blancos, para cuando terminé Laurence había llegado, le pedí que no pícara, que me hablara y ya saldría así que eso hizo.
Me metí en el coche y sin poder aguantarme más rompí a llorar.
-¿Que pasó?- Preguntó abrazándome.
-Aaron.- Musité.
-¿Que ha hecho ahora?
-Trajo a una rubia a casa..- Dije.- Estaba desnuda delante de el.
-Maya..
Levanté la vista y observé su mirada, escondía algo y yo no me corté en preguntar.
-¿Qué sabes Lau?- Dije recomponiendo mi postura, ella suspiró y yo insistí.- Dímelo.
-Ayer lo vi con Stefany en una cafetería no muy lejos de mi casa.- Dijo y cogió mis manos.- Se besaron.
Ahora sí, mi corazón estaba hecho añicos.
Laurence intentó animarme el resto de la tarde, fuimos a un bar y pasamos un rato en los billares cuando una voz conocida inundó mis oídos.
-¿Maya?
Me giré y Flinn se encontraba a escasos metros de mi, estaba solo y se acercó mientras me observaba.
-¿El amigo de mi hermano?- Pregunté y el asintió.
-¿Qué haces aquí?- Preguntó sonriente.- Nunca te había visto por esta zona.
-Laurence me trajo aquí.- Respondí y mi amiga se acercó a nosotros.- El es..
-Flinn.- Dijo ella sin dejarme terminar.- Lo conozco.- Añadió coqueta y se colocó un mechón detrás de la oreja.
-Bueno chicas, mañana celebro mi cumpleaños por si queréis pasaros.- Comentó Flinn y Laurence sonrió.
-¡Claro! Allí estaremos.- Dijo ella y el le dedicó una sonrisa y se fué.
La miré, se había quedado embobada viéndolo y yo me di una palmada mental.
-¿Se puede saber cómo es eso de que iremos?- Pregunté poniéndome en su campo de visión y ella volvió en sí.
-Ese chico es perfecto Maya.- Comento ella.
-¿Y?
-¡Que nos ha invitado a su fiesta!- Dijo ilusionada.
-¿Y?
-¡¿Puedes dejar de decir "y"?!
-¡No!- Me alteré.- Me has incluido sin preguntarme.- Musité.
-¿Qué problema hay?
-El problema es que Flinn es amigo de Aaron y lo que menos me apetece es verle.
-¡Por dios Maya!- Exclamó.- ¡Vive contigo!
-Se como le puedo evitar, pero en la fiesta me lo encontraré.
-¿Y cómo vas a evitarle?- Preguntó poniendo los brazos en jarra.
-Durmiendo contigo.- Dije segura.
-Tiene un precio.
-¿Cual?- La miré obsoleta.
-Vienes a la fiesta.
La desafié con la mirada y sin poder defender mi posición cedí.
Era eso o verle hoy después de lo que había visto y lo que menos me apetece es que ese imbécil me vea llorar.
Además, mañana se me ocurrirá alguna excusa para no ir.
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Mi Sexy Hermanastro Y Su Mejor Amigo.
Teen Fiction-¡Dios Aaron deja de tratarme como una niña pequeña!- Grite. -Eres una niña.- Levantó los hombros mientras apoyaba su cuerpo en el armario de mi habitación. -No soy una niña, tengo dieciocho años joder.- Me desesperé.- El hecho de ser tú hermanastra...