IV

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Observó curiosa que en lo que llevaban de la noche, él sólo estaba tomando un vaso con agua y hielo. Ni siquiera un jugo o algo parecido, sólo agua.

—¿No te gusta el alcohol? Podríamos pedir otra cosa.

—No es que no me guste, pero prefiero tomarlo a solas.

—¿Por qué?

—Por sus efectos.

Sonrió divertida al escuchar aquello y le dio un sorbo a su bebida.

—Pero si bebés un poco, no te va a causar nada malo. Podríamos pedir un licuado si quieres, o algún jugo exprimido.

—El agua está bien.

—De acuerdo —sonrió antes de ponerse de pie, y bajarse un poco la falda, ya que era demasiado corta.

Se acercó hasta el barandal, y miró hacia abajo, la cantidad de jóvenes que habían, como bailaban o reían entre ellos, como se estaban divirtiendo básicamente.

—¿Quieres bajar? —Le inquirió acercándose a ella.

—No, te saltarían como un montón de bestias encima —sonrió divertida—. Aquí estamos bien.

—Pero quieres bajar.

—Estoy bien.

—Ven —le dijo tomándola de la mano para llevarla abajo.

—Que no, Noah. Me estoy divirtiendo aquí arriba sólo contigo.

—No pareces muy divertida.

—B-Bueno es que...

La miró, esperando una respuesta, y ella se perdió en esos ojos azules, tan brillosos y llenos de vida, que hipnotizaban a cualquiera que los viera fijo. Era demasiada bondad lo que expresaban, tanta tranquilidad en una sola mirada.

—¿Ale?

—Tienes unos ojos hermosos —murmuró sin dejar de verlos.

—Gracias —sonrió suavemente—. Son como los de mi madre, pero con el color de mi padre.

—Tu mamá entonces habrá sido una mujer hermosa.

—Lo era.

—En serio, son muy lindos.

—Los tuyos también son bonitos —sonrió.

—Por favor, son color caca —rio, haciéndolo reír a él también.

Una risa que no había escuchado antes, ronca, baja, que le erizaba la piel. Quizás tanto alcohol ya comenzaba a nublarle la razón.

—Noah.

—¿Ahora sí quieres bajar?

—No, para nada. Iba a decirte que estar aquí, fue la mejor opción de todas.

—¿La mejor opción? —preguntó curioso, confundido.

—Sí, porque allí no habría podido hacer esto —pronunció en un tono bajo, antes de tomarlo del rostro y besarlo.

Algo aturdido por lo que estaba haciendo, le correspondió, sin saber cómo sentirse. Pero en su mente, sólo estaba la culpa. Sentía que le estaba fallando a Nina. Era imposible no pensar en ella en ese momento.

Intentó separarla suavemente, pero la rubia lo tomó del rostro con ambas manos.

—Noah.

—Lo siento Ale, eres muy bonita, pero no puedo —pronunció bajo.

—Déjame ayudarte entonces —le dijo rozando sus labios, sintiendo su cálido aliento chocar contra el suyo—. Déjame ayudarte a olvidarla.

Cerró los ojos y él fue quien la besó ésta vez, devorando su boca, anhelando tanto poder hacerlo.

Sintió como Alenka bajaba suavemente sus manos por su pecho, acariciándolo, hasta dirigirse a la cinturilla de su pantalón. Fue entonces que Noah la detuvo, alejándola.

—No.

—O-Okay, tienes razón, muy rápido —sonrió agitada.

Noah le dio un beso en la frente, y luego la tomó de la mano, dirigiéndola hacia las escaleras.

—Am, Noah ¿Estás seguro de esto? Si la gente nos ve bajar así, de seguro hablarán de nosotros.

—Saldremos por atrás.

—Pero tu auto está en la puerta del frente.

Soltó su mano por un momento, y llevó su mano derecha a su antebrazo izquierdo. Su ojos derecho brilló de un modo extraño, y luego volvió a tomarla de la mano.

—Ahora nos espera atrás.

—¿Q-Qué fue lo que hiciste? —le inquirió con temor.

—Yo... Me he hecho más de una modificación en mi cuerpo.

Ella lo miró por un instante, y no dijo nada. No sabía cómo tomar aquello ¿A qué se refería realmente? Todos conocían la historia de Noah Cocks, el primer hombre artificial. Se suponía que había sido creado en un laboratorio, y luego se había transformado en una unidad sintética artificial.

pero aquello que había hecho, no lo podía hacer una simple US¹, era una habilidad de los cyborg. La pregunta era ¿Había algún rastro de humano aún en él?

Llegaron hasta el auto, y Noah una vez más le abrió la puerta, permitiéndole subir a ella primero. Rodeó el auto y se subió él.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿Por qué lo preguntás? —sonrió la rubia.

—Luego de aquello que hice con el auto, te has quedado callada.

—Ah, es que me tomó por sorpresa eso de que has modificado tu cuerpo.

—Hice lo necesario para vivir el tiempo suficiente para sacar a mi pueblo adelante.

—Y no te juzgo, Noah, es entendible.

El muchacho miró la carretera, permaneciendo en silencio varios minutos, antes de volver a hablar.

—La gente me teme, a veces no es sólo respeto, es miedo lo que sienten por mi. Me ven como el hombre que decidió volverse una máquina, dejando morir a su familia, por sus ambiciones. Si ellos fueran capaces de saber lo que puedo hacer, los humanos comunes harían un gran revuelo.

—Entonces no les des el lujo de saberlo. Tú eres sumamente importante para nosotros, sin ti, nada de esto hubiera sido posible.

—Gracias —sonrió.

Llegaron hasta la casa de ella, y la rubia lo miró con una sonrisa divertida.

—¿Qué te gustaría hacer mañana?

—¿Mañana?

—Creo que has pasado mucho tiempo "dormido". Es hora de que vuelvas a vivir, sentir, disfrutar de la vida. El trabajo más importante ya lo hiciste, ahora te toca a ti dedicarte tiempo ¿Qué te gustaría hacer?

—No lo sé, la verdad es que no pienso en eso.

—De acuerdo, en ese caso —pronunció mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad—. Luego del turno de la tarde, ésta vez te invito yo.

Se inclinó hacia Noah y depositó un corto beso sobre sus labios, sonriendo.

—Que tengas buenas noches, y sueñes conmigo —murmuró traviesa, antes de bajar.

Noah esperó a que ella entrara en la casa, y luego emprendió el camino hacia la suya. No quería pensar en nada, ni en lo que había ocurrido esa noche, ni en la culpa que sentía por su ex mujer.

Negó con la cabeza, y cambió la dirección de hacia donde se dirigía. No volvería a su hogar, aquel que había pertenecido a su familia, iría a uno de sus departamento en la ciudad.

Cuanto más alejado estuviera del pasado, mejor sería para su presente.

...

¹: Unidad Sintética

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