XXVI

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—Cuéntame de ti —le dijo mientras ella lo ayudaba a abrir sus cajas.

—Pues, tengo casi veintiocho años, trabajo en una empresa muy influyente en la tecnología biomédica, soy mamá y ama de casa —sonrió—. ¿Y que hay de ti?

—Pronto cumpliré treinta, la semana próxima comenzaré a trabajar en una industria farmacéutica, no soy padre, pero me gustaría —sonrió divertido.

—¿En serio te gustaría ser padre? —le preguntó curiosa.

—Creo que me gusta cuando Ani me dice papá.

—E-Ella llama a todos así —sonrió apenada, mirando a la niña que estaba adentro de una caja, jugando con las camisas de él.

Lo cierto, es que la bebé siempre que lo miraba, le decía papá.

—¿Tienes alguna comida favorita?

—No, me gusta comer, pero no tengo una especial ¿Y tú? —le preguntó Alenka, tomando unos platos.

—Mm, creo que tampoco.

—¿Hace cuánto tiempo fue tu última relación?

—¿Qué tipo de relación? —le inquirió arqueando una ceja.

—Me refiero a noviazgo o pareja, no lo sé.

—Ah —rio—. Pues, hace bastante tiempo, no tengo suerte en el amor.

—Somos dos —suspiró—. Tuve mi primer novio a los dieciséis, y estuvimos juntos tres años. Nos separamos porque él iba a ser papá con una compañera de clases.

—Que infeliz.

—A los veinte conocí al que para mí fue el amor de mi vida. Era inteligente, ambicioso, atento... Pero muy celoso. Llevamos un año de noviazgo, hasta que dije basta. Lo amaba, pero no podía seguir soportando sus celos enfermizos, sus inseguridades.

—Fue lo mejor, era una relación tóxica.

—Sí, después de él dije que no volvería a involucrarme con un tipo con problemas, y me metí con el padre de Ani —suspiró—. Sabía que no iba a ser fácil, que él estaba pasando por un muy mal momentos, es viudo, y su mujer fue su gran amor. No esperaba que él me amara, pero sí que al menos llegara a quererme.

—Y no lo hizo.

—No, no sé ni porqué aceptaba salir conmigo, no era el tipo de mujer que el frecuentaba. Su mujer era hermosa, tenía un cuerpo muy bonito. A él le gustan las mujeres voluptuosa, y yo no tengo nada —sonrió—. Creo que la primera vez en mi vida que rellené el brasier, fue gracias a que los pechos se me cargaron de leche.

—Creo que eres bonita como eres, sin necesidad de ser como una de esas mujeres.

—Sabes Nate, él terminó de quitarme las ganas de estar con alguien. Hizo cosas muy hirientes, que no vienen al caso por ser íntimas, pero además me humilló, me obligó a convivir con él, y encima, tolerar a su nueva novia. Y esa mujer, Dios, fue una pesadilla. Siempre que me la encontraba, me sacaba en cara que sus hijos serían mejores, que cuando tuvieran hijos, mi hija quedaría de lado.

—Es un hombre que no vale la pena, y su novia tampoco.

—Él le habló de nuestra intimidad —le dijo en un tono bajo, bajando la cabeza—. Creo que no logré satisfacerlo estando juntos.

—Ale —murmuró tocándole la mano—. No pienses en eso, tal vez esa mujer sólo te lo dijo para herirte.

—No lo creo, él se borró de mi vida luego de eso. Al poco tiempo descubrí que estaba embarazada, y no sabía qué hacer. Ambos nos habíamos cuidado, era imposible, pero ahí estaba mi Anika —sonrió suavemente viendo a la bebé.

—¿Se lo dijiste?

—Intenté hacerlo, pero no respondía mis llamadas, entonces entendí que no podía formar parte de su vida, y que mucho menos querría tener un hijo conmigo. Ni siquiera había olvidado a su esposa muerta. Así que renuncié y me fui, compré una casa cerca de la playa, siempre había soñado con conocer una playa del Caribe, y cumplí mi sueño —sonrió—. Pasé todo mi embarazo sola, no quería que nadie lo supiera hasta que naciera mi bebé. Y cuando la vi, Dios, jamás creí que podría enamorarme una vez más. Ella era hermosa, tan pequeñita.

—Y lo sigue siendo —sonrió el muchacho.

—Es y fue una muñequita, esos ojazos que tiene, son herencia de su padre.

—Así que tiene ojos azules.

—Sí —reconoció bajo.

—¿Te arrepientes mucho de haberlo conocido?

—Si no lo hubiese conocido, no tendría a mi hija. Sólo... Me hubiese gustado conocer al hombre bueno que me dijeron.

***

Vio a su hija sentada en la sala, con varios libros para colorear, y cuentos. La pequeña castaña estaba cantando una canción infantil, mientras pintaba.

—¿Quieres ayuda?

—No —respondió sin mirarlo.

De todos modos él se sentó frente a ella, tomando un lápiz de color verde, ayudándola a pintar las hojas de un árbol.

—A veces los papás dicen cosas estúpidas.

—Tú siempre las dices.

Sonrió levemente y tomó el color marrón.

—Es verdad, siempre digo estupideces, pero no todas son ciertas.

La niña continuó pintando una flor, restándole importancia a lo que su progenitor le decía.

—Fuiste lo más lindo que vi nacer, en serio, los bebés suelen ser feos, todos arrugados, en cambio tú, eras preciosa. Tu piel estaba lisa, y... Simplemente eras perfecta.

Su hija lo miró por un momento, y cambió de página, continuando pintando los demás dibujos.

—Soy un imbécil, hija, pero eso no significa que no te ame. Mi paternidad comenzó contigo, para mí no es fácil tampoco. ¿Podríamos hacer las pases?

La pequeña lo continuó ignorando. Era increíble lo resentida y obstinada que podía ser esa niña.

—Te amo —le dijo atrapándola en sus brazos—. Te amo, hija.

—Basta Adam, suéltame.

—Soy papá, o pa, o padre, no soy Adam para ti.

—Eres Adam, suéltame —se quejó intentando liberarse.

—No hasta que me perdones.

Sus ojos se cubrieron de lágrimas y comenzó a llorar, llamando a Laura.

—¡Ma! ¡Mami!

Y la castaña no tardó en llegar a ellos, preocupada, hasta que cambió su expresión por una molesta.

—¿Qué le haces? ¿Por qué siempre debes pelearla, Adam? —le inquirió tomando a la niña en brazos—. En serio, ya madura. ¿Qué pasó hija?

—Me abrazó fuerte y no podía respirar —sollozó.

Laura observó a su marido y negó con la cabeza, marchándose con la niña. A veces era peor que tener otro hijo en la casa.

...

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