Hacía más de tres meses no la veía. Cada vez que iba a buscar a Anika, quién lo recibía era la muchacha de la limpieza. Habían acordado que la bebé pasaría cuatro horas de lunes a viernes con Noah por la mañana, y un domingo por semana podría llevársela desde la tarde del día, hasta el lunes al mediodía, cuando debía devolvérsela a Alenka.
Al ser pequeña, Noah aún no podía pedir tenerla más horas con él. Debía esperar a que la niña fuera más grande.
Pero aquel domingo no le quedó más remedio a Alenka que darle ella a la bebé. Ya que la chica que la ayudaba con las tareas del hogar, había pedido el día libre.
Miró la hora en su celular, y supo que pronto vendría, por lo que dejó todas las pertenencias de Anika preparadas junto a la puerta.
Debía entregarle a la niña, e irse rápidamente a una ceremonia especial que tendría con los ejecutivos de la empresa, donde actualmente trabajaba.
Miró la hora en el reloj de su pulsera, y antes bufar con molestia por la hora, escuchó el timbre sonar. Tomó a Alenka en brazos y su bolso, antes de salir rápidamente de la casa.
Noah se giró al escuchar que el portón se abría, y miró sorprendido la esbelta figura de la joven madre, que cargaba a su hija. Hacía tiempo no la veía en persona.
—Ale.
Ella lo miró levemente, y le entregó a la niña, luego de darle un beso en la frente, y decirle cuánto la amaba.
—¿Debes salir? Podría alcanzarte.
—No, gracias —pronunció desinteresada, abriendo la puerta del garaje para subir a su auto e irse.
Noah la observó en silencio unos segundos más, y luego fue a acomodar a Anika en su butaca para bebés. Ella se veía muy cambiada, más madura de aquel modo.
Observó que la castaña salió con el auto, y se detuvo junto a la ventana donde estaba Anika, tocándole bocina.
—Pórtate bien amor, te amo —sonrió tirándole un beso con la mano, a lo que niña respondiendo sonriendo e imitándola.
Anika pronto cumpliría los diez meses y ya comenzaba a imitar todo lo que le enseñaban, y sus padres hicieran.
—¿Lista para ir a casa, hermosa? —sonrió Noah mirándola por el espejo retrovisor.
***
—Te ves espléndida, ¿Quién diría que tuviste un hijo?
Sonrió ante aquel comentario, dándole un sorbo a su copa de agua. Aún seguía amamantando a Anika.
—Y no creas que fue tan fácil recuperar mi peso. Cuando tienes un bebé pequeño, todo tu tiempo es para él. Recién cuando cumplió los seis meses, pude empezar a ocuparme en mi.
—Y te ves hermosa, Ale. Felicidades —sonrió la mujer.
—Gracias —sonrió.
Se acercó a la mesa de bocadillos, y cuando estaba por tomar uno dulce, una mujer se acercó a saludar.
—Anika, tanto tiempo —sonrió al verla—. No sabía que trabajabas aquí, él es mi marido, Adrían.
—Hola Marie, y sí, ya nos conocemos. Estoy al tanto de sus propuestas.
—¿Y de qué estás trabajando aquí?
—Jefa del equipo ejecutivo —sonrió antes de llevarse aquel bombón a la boca, especialmente por la envidia de aquella mujer.
Jamás habían sido muy buenas compañeras en la universidad.
—Un placer verlos a ambos —les dijo antes de marcharse de allí.
—Anika, no creí que vendrías hoy —pronunció una voz ronca detrás de ella.
Se giró y observó a un hombre.
—¿Por qué no? Nuestro jefe cumple años y le encanta que todos asistan —sonrió divertida.
—Por tu hija.
—Tiene padre, él la está cuidando.
—Ahora que lo dices, jamás hablaste de él.
—Porque mi vida personal no tiene relevancia en el trabajo —le dijo seria.
—Es eso ¿O por los rumores? Más de una estaría orgullosa presentando al hijo de un hombre como lo es Noah Cocks.
—Y seguramente eso hará su novia en unos meses —sonrió falsamente.
Estaba harta de los entrometidos, todos querían saber quien era el padre de Anika.
***
—Male, te encuentras en perfecto estado de salud.
—¿Entonces porqué no puedo quedar embarazada? Hace seis meses que mantenemos relaciones sin protección.
—Un embarazo no ocurre tan fácilmente como crees. Pero deberíamos ver su semen, quizás tiene bajo niveles de esperma.
—No, no es eso, la otra quedó embarazada al mes de estar juntos —pronunció molesta—. Necesito un bebé.
—¿Por qué quieres con tanta urgencia tener un bebé? Podrían adoptar uno.
—Si Noah hubiese querido adoptar un hijo, ya lo habría hecho. Él quiere hijos biológicos. Y tú quizás puedas ayudarme.
—¿Cómo?
—Una inseminación artificial.
—Podría perder mi licencia si alguien supiera de esto —le dijo seria.
—Te pagaré lo que quieras —sonrió—. Tú sólo dime la cifra.
—Primero traeme una muestra de semen.
***
—Papá —le dijo enseñándole un peluche en forma de perro, con una hermosa sonrisa de dos dientitos.
Sonrió enternecido al ver a su hija, tomando el can de felpa.
—¿Éste es tu perro? Qué bonito es tu perrito —le dijo en un tono suave, haciéndole cosquillas con él en la panza.
La sacó de su coche, y caminó con ella en brazos hacia un sofá, sentándola en sus muslos. Tomó un libro, y Anika apoyó su cabeza contra su pecho, sabiendo lo que vendría.
—¿Quieres que leamos un cuento?
La pequeña asintió con la cabeza, poniendo una de sus manitos sobre la mano de él.
—Muy bien, recuerda, papá te leerá despacio, para que tú puedas entender todo.
Tal vez para Alenka la niña era como un bebé normal, pero Noah sabía que la realidad era otra. Cuanto más estimulara sus capacidades cognitivas, más hábil sería la pequeña.
Y él podía notarlo. A Anika le gustaba que le leyeran, que le enseñaran, que le explicarán. Quizás aún todavía no hablaba, sólo repetía algunas cosas, pero los escuchaba atenta, y ya comenzaba a asociar las palabras con los objetos.
Noah le leyó en un tono suave, mientras sonreía al escucharla balbucear, señalando con sus deditos los dibujos.
—¿Cuál es el conejo? —sonrió observando su carita de concentración, hasta que con su manito tapó el dibujo del mismo—. ¡Muy bien Ani! —la felicitó aplaudiendo—. Ese es el conejo.
...
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Leader
Science FictionLuego de un siglo de su creación, nacimiento, la vida del líder de la nación artificial y sintética, se ha tornado muy solitaria y monótona. Después de tantos años de soledad, Noah comienza a comprender que ningún hombre está diseñado para no tener...