VII

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—Lamento mucho eso, en serio, sé que tú imagen es la más perjudicada en este momento.

—Ni hablar —pronunció mirando hacia otro lado.

—¿Hay algo que pueda hacer para compensar el mal momento? Tú sólo dímelo.

—No, Noah —suspiró—. No es tu culpa tampoco, es culpa de esos amarillistas desgraciados.

—¿Qué haces cuando estás molesta?

—Antes comía a montones —recordó apenada—. Ahora prefiero hacer algún deporte, como salir a andar en bicicleta.

—Mm, espérame aquí, regreso en un rato.

—De acuerdo —le dijo extrañada, acompañándolo hasta la puerta.

—Por favor espérame, volveré.

—Está bien —sonrió, despidiéndose de él.

En cuanto el moreno se fue, regresó a su habitación, buscando algo más cómodo que ponerse, y sobre todo, maquillarse. Ocultar un poco sus pecas.

***

—Hmm, ¿qué se supone que tenga menos calorías? —se inquirió en un tono bajo, observando una manzana y un kiwi.

Se acercó con ambas frutas hacia la licuadora, y antes de poder cortarlas, el timbre de su casa sonó una vez más. Estaba segura que se trataba de Noah ¿Quién más iría a llamar a su casa a las once de la noche?

Dejó todo sobre la mesada, y fue directo al panel de control, comprobando que se trataba del muchacho. Sonrió dándole acceso a que entre a su casa, y lo esperó ansiosa en la puerta principal.

—Que bueno que te hayas cambiado —sonrió.

—¿Por qué? ¿Me veía mal? —le inquirió la rubia.

—Por supuesto que no, pero estarás más cómoda así, ven —le dijo tomándola de la mano.

¿Para él se le haría natural tomarla de la mano? Porque parecía que sí. Fueron hasta el portón, y Alenka observó sorprendida las dos bicicletas.

—¿Quieres dar una vuelta?

—¿Las trajiste por lo que te dije?

—Sí, quizás te haga bien andar un rato, y alejarte de todo esto.

—Que atento eres Noah, gracias —sonrió mirando ambas bicicletas.

—Eso sí, espero no te moleste esto —le dijo cambiando un poco sus rasgos faciales—. No quisiera que volvieran a hablar e involucrarte a ti de nuevo en una falsa noticia.

—Claro que no, me parece una idea genial para siempre que salgamos —sonrió divertida, tomando una de las bicicletas.

***

—¿Te sientes mejor?

—Ajá —le dijo comiendo de su helado.

Estaban ambos sentados en una plaza, a esa hora de la noche, casi ni pasaban personas por el lugar.

—Noah ¿Qué se siente volverse una unidad sintética? —le inquirió curiosa—. ¿Duele?

—Em... Sí, duele un poco —recordó vagamente—. El comienzo del tratamiento es algo doloroso, pero a medida que pasan los años, se hace llevadero.

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