Capítulo 9

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Cuando llego, mis padres están comiendo en la mesa a punto de terminar sus platos, pero sin rastros de mi hermana. Me aseguro de cerrar con llave y una vez dentro, me acerco para saludarlos. Ambos levantan la vista y me saludan con una sonrisa estampada.

—Eh, mira quién ha regresado al fin —acusa mi madre. Niego con la cabeza y extiende su mano para acercarme una silla, al ver que no me siento, pregunta—. ¿Ya comiste?

—Sí —respondo. No quiero dar explicaciones, menos acerca de con quién estuve, así que desvío el tema con rapidez. Una que de seguro notan—. ¿Erin ya está dormida?

—Se ha ido a lo de Brad —avisa papa revoloteando los ojos.

—Qué raro que no la has visto.

—Yo no fui a lo de Brad —contesto con la voz entre cortada.

—Como digas —sonríe mi madre, haciendo ademán de no saber nada pero sabiéndolo todo por su expresión. ¿Es que acaso es posible que se haya enterado que comí con Aaron? ¡Si ni siquiera le había avisado! Sigo mirándola insistente, y alza sus brazos—. Tu hermana soltó la lengua.

—¿Qué.. ¡Si ni siquiera le dije nada!

—Audrey, no seas ingenua. Está a punto de casarse con Brad, y yendo a la casa de sus padres. No me digas que es casualidad que Aaron no haya pasado allí la noche tampoco, y que tú..

—¡Ya! —corto tapando mis oídos. Mi padre, sin decir nada todavía, entra a carcajear seguida de mi madre poco inocente—. Voy a dormir, buenas noches.

Antes de que digan algo, subo las escaleras a la velocidad del rayo.

Ni siquiera pienso en la conexión que hizo mi madre, ni mucho menos Erin. Maldita, lo sabía. ¿Por qué no debería? Después de todo, no es poco obvio. A veces olvido que está de por medio nuestra familia con la suya, y por más que no me agrade en lo más mínimo, son cada vez más unidas. Y es por esa misma razón que debería hacer que ésto funcione. De estropearlo, de solo pensar en la chance de que ésto se vaya de mis manos, sería un desastre. Quería que mi hermana tuviera la boda que merecía y que añoró por tantos años. Mis sentimientos podían ser dejados de lado por unas semanas. No sería difícil, me repito con constancia.

Sin embargo, sé cuánta farsa hay en cada letra de esa oración.








***





Con la mañana ya empezada, y mis cosas ya listas, mis pies se mueven en dirección al aula que me asignaron para la próxima materia. Justo cuando la clase está a punto de comenzar, siento cómo mi celular vibra. Agradezco de tenerlo en silencio, porque de no ser así, todas las personas presentes se hubieran volteado molestas a verme, o peor, el mismísimo profesor. Sobre todo porque estoy sentada en uno de los últimos bancos. Ya resignada con la idea de levantarme más temprano para conseguir el asiento que quisiera, la rutina toma costumbre y sigo posponiendo la alarma hasta último momento.

Así que he ahí la razón por la que sigo sentándome en el fondo.

Nel no está hoy, o por lo menos faltó a ésta clase, así que apenas hablo con quienes tengo al lado. La clase no es aburrida, pero sobre el final se hace más densa. Sin embargo, escucho con la poca atención que me queda antes de mediodía lo que dice porque me arrepentiré cuando tenga que resumir el texto que apenas tiene separaciones de por medio.

Cuando el profesor saluda, salgo del aula y me fijo en el par de llamadas perdidas que tengo de mi mejor amiga. No me escribió ningún mensaje, así que marco su número de camino al estacionamiento. Stace me atiende a los dos pitidos.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now