—¡No estás escuchando nada de lo que te digo! —grita mi hermana, con los nervios de punta y los pelos de sus brazos erizados, con la iglesia en la que se casaría de fondo.
—Porque no me entra más información en el cerebro —confieso directa.
Erin está conversando hace más de media hora las posiciones exactas, los pasos calculados y los vestidos pensados para la ceremonia de apertura que se hará a cabo en la boda. Al principio me interesé por lo que tuviera que decirme, porque no parecía tan pesado. Me explicó cómo posicionarme, cómo debería caminar, hacia qué lado hasta llegar.. Claro, no lo explicó una vez.
Repitió el relato una segunda, y cuando le dije que me había quedado claro, se molestó, y me indicó nuevamente las cosas. ¡Unas que me habían quedado claro, o al menos más de la mitad! Mi cerebro no podía resistir mucho más. De repente, lo que comenzó a decir cada vez se tornó más denso y las indicaciones que dijo minutos atrás fue lo único que decidí grabar.
Sus manos se movían ansiosas, su cuerpo inquieto y su cabeza se sacudía, por la manera obsesiva suya de querer que todo salga a la perfección. Si antes dudaba de las habilidades de mi hermana de ansiar y esperar a que las cosas salgan estupendas, estaba siendo poco justa. Se volvió más ordenada de lo que conocía, detallista, y sobre todo, maníaca. Esa es la palabra que la definiría con justeza. Una maniática, por querer que todo esté pensado al extremo, como si algo pudiera salir horrible y eso arruinara toda la planificación llevada a cabo.
¡Como si algo realmente pudiera salir mal, después de todo lo que había pensado!
—Otra vez, no estás escuchándome en absoluto —gruñe ella.
La miro, ya sin saber qué decirle. La expresé, en reiteradas ocasiones, mi agobio por todo lo que repetía y ya tenía grabado en mi mente. No era estúpida. Con una vez que me dijeran las cosas, estaba. Pero Erin, para asegurarse, planteaba repetirlo en una ocasión más.
—¿Ya terminamos? —pregunto, suplicante.
—Si me dices qué dije último, claro.
—Eso no es justo.
—¡Si me escucharas, lo sería! —tira de las puntas de sus cabellos, y se tira exhausta en una de las sillas de madera que tiene en frente, cayendo cual almohada—. Por favor, Aud, ésto es importante.
—Lo sé, ¿sí? Solo.. me enerva que me digas las cosas dos o tres veces, como a una idiota.
—¿Me enerva?
—Culpa a mi nuevo amigo por ello. Habla demasiado bien, es contagioso, ¿sabes? —admito, dándole crédito a Nel. Últimamente conversábamos más que de costumbre, así que de seguro era por eso. Mi hermana me mira atónita, y justo cuando está por responderme, cierra la boca de manera abrupta al ver entrar a los hermanos Jones por la puerta del altar, vestidos tan casuales, que los nervios de Erin amenazan por aparecer.
Estoy a punto de reírme, pero me contengo lo mejor que puedo.
Me quedo observando el andar de Aaron, tan calmo, pasivo.. Sus ojos desafiantes, como aquellos primeros días juntos. Su boca fina, su jean ajustándole el trasero a la perfección, y su mirada para nada sombría ahora, que se transforma en una celestial. Basta con solo mirarme un par de segundos para que logre hacerme flaquear, y desvío la vista, sintiéndome tímida y estúpida al mismo tiempo. ¿Algún día podría verlo de otra manera que no sea ésta? Una la cual, sea el momento que sea, parece que mi cuerpo reacciona, dejando a mi mente en silencio.
Las hormonas hablan por mí en su presencia de una manera nunca antes vista.
Se acerca, disfrutando de mi estado, para guiñarme un ojo y saludarme como si no me conociera. Espero que sus movimientos no sean contrarios a los que le pedí en nuestra última conversación. Y si bien mantiene firmeza, sus comportamientos no son usuales. Sé que, a su forma, sigue intentando provocarme. Obviamente, no falla. Me provoca cada vez que nos encontramos, y eso lo sabe de sobra.
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NUESTROS LEMAS #2
Teen FictionLuego de las complacientes pero caóticas vacaciones entre los Jones y Bell, la vida en la ciudad vuelve a comenzar. ¿El amor entre Audrey y Aaron ha muerto, o es que a veces las cosas que uno piensa imperdonables no resultan serlo del todo? La boda...