Capítulo 12

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¡¿Cómo pudo decir que sí!?

Todavía estoy boquiabierta, sin disimular en lo más mínimo la sorpresa de escuchar la seguridad y firmeza en las palabras de Aaron. Las dudas en su rostro, hace segundos, demostraban a la perfección que estaba a punto de rechazar la oferta inoportuna de mi abuela. Incluso había llegado a cruzar mirada conmigo, y sé a ciencia cierta que le dejé claro con ella que no se atreviera a aceptar. Claro, no me había hecho caso ni por asomo.

Aceptó, cual galán sonriente, hacia mi abuela que aplaude alegre.

—Creo que en serio no pue.. —intento suplicante, pero ésta no despega su mirada feliz.

—Pero acaba de decir que sí. Por favor —suplica interrumpiéndome mi abuela. Sus ojos enternecedores me hacen apretujar mi corazón ya hecho añicos, esparcidos por toda parte del suelo a ésta altura—. En serio quiero conocer a quien te ha robado el corazón, mi niña.. Solo será un rato. Mis años no son los tuyos, se acaba mi tiempo y..

—¡Abuela! No seas dramática.

Aaron permanece y por su mueca torcida sé que está reprimiendo una risa.

—Por favor —suplica repitiendo, y muerdo mi labio conteniéndome.

Tenía dos puntos. Uno, verdadero y doloroso, quien tengo delante es el ladrón de mis sentimientos y perseguidor de mis emociones continuas. Y, dos, lo que había dicho en su momento la dejó tan alegre que se refleja en su rostro en ésta misma instancia. Ella no sabe que terminamos, no tiene idea de lo que significan las cosas ahora, y lo complicado que resultó ser todo. Me sonríe suplicante, como pocas veces la he visto, y persiste en su idea.

¿Acaso debo arruinárselo?

¿Cómo admito, delante de ambos, que lo nuestro pasó?

Aaron, tan tranquilo como inmóvil, no suelta una simple oración. Parece que su lengua había desaparecido, porque no dice más nada luego de aceptar repentinamente la oferta de mi abuela. Pienso que quizá será porque está dándome el paso para ser yo quien decida finalmente, pero es difícil hacerlo cuando él ya dio el sí. Mi abuela se enojaría conmigo si no le daba un motivo luego de escucharlo aceptar. Y comenzar arruinando su noche confesando que ya terminamos solo empeoraría las cosas para ella. Logró recuperarse, logró seguir con sus medicamentos hasta pararse y comenzar a hacer las cosas para ella misma, y siento que le quitaría un poco de su voluntad al admitir lo nuestro. Al admitir que ya no estamos juntos, por más que lo parezca al habernos encontrados a ambos en la entrada.

No solo mi abuela es quien está esperando una respuesta. Ambos me miran sin pudor, esperando a que sea capaz de soltar la palabra que fuera, pero soltándola al fin y al cabo. Los ojos quejumbrosos y peticionarios de ella son lo último que veo antes de tomar fuerza y hablar.

—Bien —acepto a secas.

—¡Magnífico! —exclama mi abuela corriendo a abrazarme una vez más, y soltándome de inmediato—. Deberías bañarte, no quieres que el muchacho salga corriendo..

¡Oh, si tan solo mi olor a sudor lo espantara, estaría complacida!

—No creo que eso pueda apartarme, señora Bell —ríe entonces, y lo miro estupefacta.

—Ya —corto, porque no quiero que sus palabras tomen la posesión y el afecto que están comenzando a tener en mi cuerpo. Los dos me miran, y me dirijo a la puerta con sus miradas clavadas en mi espalda casi desnuda, cubierta con la forma triangular del top deportivo—. ¿Entremos, sí? 

Así, penosamente o no, comienza mi noche de sábado, la menos esperada y poco probable que tendría si alguien me hubiera preguntado horas atrás. Incluso mi familia, quien nos recibe alegre en nuestra entrada, no se esperan en lo más mínimo la aparición del tercero en discordia. Mis padres parecen nerviosos, mirándose entre ellos, acercándose temerosos por mi mirada todavía cargada de una furia contenida pero no soltada.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now