Capítulo 33

256 21 0
                                    


El lunes en la oficina había sido agobiante. Tenía acumulado las tareas que habían quedado pendientes del viernes, más los llamados que surgieron entre fin de semana, por lo que fue tan caótico que no salí del escritorio en el que estaba hasta asegurarme de poder terminar con lo que quedaba en la lista. Cuando me despegué de la silla en la que estuve inmersa por dos horas, fue para levantar la vista y acercarme a llevarle todos los papeles que debía de ordenar Katherine. Ésta se alegró de verme, y recordando todo lo que le había contado que sucedería entre el sábado y domingo, quiso preguntarme para poder contarle o darle detalles.

No había podido ser así. Apenas pude decirle de lo feliz que me encontraba, y lo bien que lo había pasado, porque ambas teníamos varias cosas que hacer. Ahora, ya siendo martes y con el lunes despejado, teníamos más libertad y hasta podíamos acercarnos a la cafetería a conversar un rato. No antes de terminar con el par de llamados que Nel me había derivado. 

En medio de una conversación telefónica, la puerta sonó.

Seguí hablando, y levantándome del asiento, fui hacia la puerta para abrirla y saber de quién se trataba. Katherine, con sus hoyuelos palpables, sus ojos brillosos y dos cafés en mano, apareció ante mi vista. Le hice una seña de que pasara, y mientras terminaba de conversar, ella se aseguró de seguirme y cerrar la puerta tras de sí, aguardando en silencio a que acabara.

Una vez que lo hice, dejé el aparato en la mesa y la abracé.

—Al fin te liberas un rato —comenta divertida.

—Ayer tuve que hacer mil cosas. Y hoy, terminar todo lo que ayer no pude.

—Chica ocupada. ¿Tienes unos minutos para tomar un inocente café con tu compañera de trabajo, intrigada y con interés en lo que fue de tu vida el fin de semana? —me pregunta haciendo gestos, y me río mientras asiento, consintiendo su estadía repentina a mi lado—. Ayer quise venir, pero hasta a mi me dieron más de dos carpetas llenas para ordenarlas. 

—Nadie se salve, posiblemente, de los lunes.

—Ni siquiera ese amigo tuyo, el tal Nel. Ayer tuvo que ocuparse de un par de clientes. Estaban molestos, porque no los llamamos el sábado. ¿Es que acaso la gente piensa que somos robots, o máquinas humanas, que no tenemos vida social y trabajamos todos los días de la semana?

—Muchos sí —afirmo mientras levanta sus manos.

—Al diablo ellos. Cuéntame, ¿cómo te fue en la boda de tu hermana?

—¿La versión corta, o la larga?

—¿Cuándo he pedido algo corto yo? Saca la lengua, y habla hasta que otro llame e interrumpa, y debamos volver a nuestro día laboral a punto de terminar —dice en respuesta, y comienzo.

A diferencia del relato que tuve con Nel, a ella le conté sin escrúpulos todas las emociones y sensaciones que me atravesaron. La ansiedad de me carcomía antes de dirigirme hacia la iglesia, los nervios que me invadieron al estar lista y caminar delante de toda la gente invitada por el largo pasillo, mis inquietudes ya olvidadas una vez que la ceremonia terminó, y la agitación e intranquilidad que me recorría al estar tan cerca de Aaron, pero sin poder hacer mucho a la vez. Si bien pidió que le contara cómo se había desarrollado la boda, qué música sonaba, cuánta gente bailaba, nada le interesó más que el tema de él en particular.

Katherine siempre me había contado de sus locuras, sus travesuras con hombres, y sus cortos noviazgos. Por lo que, yo, siempre callada y escuchando, acotando de vez en cuando, no permanecí oculta mucho más. Me animó a contarle la razón de mi silencio, de si había alguien en mi vida, o es que acaso era lesbiana. Lo último me había echo estallar en carcajadas. Sus suposiciones podían ser de lo más ridículas, o de lo más extremadamente divertidas.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now