—¡Al fin la semana de exámenes termina! —grito al techo del auto, mientras me acomodo en el asiento y escucho la risa burlona de mi novio al lado. Levanto mi ceja, inquisitiva.
La semana no había hecho más que estar atareada. En mi universidad, los exámenes se repartían de manera conjunta. Solía ser semana, o semana y media, en donde solo se asistía a clase para presentarse y rendirlos. Tuve tres, de todas las materias de éste cuatrimestre. El de económicas el lunes, historia el jueves, y hoy, viernes, el último. Mi rutina tan pesada no me había permitido salir de casa más que para ir a la oficina por la tarde. Porque llegaba, comía, a veces hasta sin hambre de los nervios y ansiedad, y me la pasaba estudiando. Todas eran promocionables. Es decir, que si sacaba más de siete, y no una nota inferior, podría excluírme de los finales y aprobarlas en las dos instancias. Había puesto todo de mi para que eso suceda.
Aaron había venido a buscarme a la salida del exámen. No tenía que ir a trabajar, ya que hoy se haría una junta en el recinto, en donde solo los jefes asistirían. A los empleados, nos habían dado el día libre. Y para mi suerte, el viernes era el día libre de mi novio también. Cuando lo había visto allí parado, apoyado sobre la puerta del auto, aguardando a que salga, quise que mis pies corran, de manera tal, en la que llegue a sus brazos y me rodeen con velocidad.
Aún más al ver un par de miradas de reojo de unas chicas. No podía culparlas. Su atractivo irradiaría siempre aquel goce y fascinación de parte de las personas, cualquiera de ellas. Su cabello apenas peinado, alborotado por la brisa de invierno que corre, sus pantalones clásicos achupinados, y un buzo deportivo cubriéndolo. Ni hablar de su altura, llamativa y excitante. Sus hombros anchos, espalda recta, brazos largos y musculosos. Mi novio, difícilmente no llame la atención de la gente. Hoy a la salida de la universidad, luego de cruzar todo el campus, cuando me encontré con él, lo confirmé. Aunque también confirmé otra cosa.
A él no podía importarle menos cualquier mirada que no sea la mía. No hacía falta que él lo diga —aunque lo dijo al verme llegar a su lado con el ceño fruncido por la atención—, porque antes de que siquiera note que me acercaba yo ya lo observaba. Un par estaban babeándose a un par de metros. Otros, con un solo pasar, de reojo lo miraban también. Sin embargo, Aaron, parado, con el celular en manos, desinteresado y abnegado al resto, no demostró crédito.
—Estamos por llegar —anuncia, sacándome de mis pensamientos.
Observo extrañada el lugar.
—Éste no es tu departamento.
—No. Pero una vez te dije que quería que conocieras a Cooper, mi perro —me explica, y asiento recordándolo a la perfección. Había sido aquel día en el que se refirió a nosotros como algo mucho más serio de lo que siquiera planteamos—. Pues bien. Hora de conocerlo.
Miro una vez más, y la casa ya no es familiar, si no conocida. Entramos por la entrada de jardín, con el garaje a un lado, con espacio para tres o quizá cuatro autos. Las paredes pintadas, sin deje de desgaste, nuevas, con artefactos modernos y fachada intacta. Ésta casa era la de su familia, la suya, antes de que se mudara al departamento. Había venido aquí un par de veces, por Brad y mi hermana, mayormente. Otro par por invitaciones a cenas. Me bajo del auto, y respiro el aire fresco del césped recién cortado, aromatizando el lugar con su aura.
Saca las llaves de su bolsillo, y las introduce en la reja, luego, en la puerta principal.
—¿No están tus padres en casa? —pregunto, mientras advierto que ningún ruido se oye.
—No. Los fines de semana aprovechan para irse a la costa, aún en invierno. Ahora que Brad y yo nos hemos mudado, tienen la casa para ellos y a veces les queda grande. Deben de estar ya en viaje para llegar al complejo. Allí es mucho más tranquilo, y te aíslas de la ciudad por un par de días —comienza a contarme, y lo escucho maravillada. Entramos, y apenas tiene tiempo de cerrar tras de sí, cuando el animal, contento, juguetón, corriendo y feliz, se le tira encima.
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NUESTROS LEMAS #2
Teen FictionLuego de las complacientes pero caóticas vacaciones entre los Jones y Bell, la vida en la ciudad vuelve a comenzar. ¿El amor entre Audrey y Aaron ha muerto, o es que a veces las cosas que uno piensa imperdonables no resultan serlo del todo? La boda...