Capítulo 19

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—¡Audrey! —me gritan desde lo lejos, y asomo mi cabeza desde arriba del ordenador—. ¿Podrías venir a ayudarme con éstos papeles?

—Enseguida —acepto levantándome desde mi lugar.

Katherine apenas podía sostener la pila de carpetas entre sus manos, así que no dudé en alcanzarla y repartinos en mitades iguales. O lo más similares, porque ninguna se pondría a contar cuántos le quedaban para cada una. Ella me agradeció con la mirada y ya sin renegar, los llevamos hasta el despacho para acomodarlos por orden alfabético.

—Deberían encargarse Luca o Nel de ésta parte —protesta.

—¿Estás diciendo que ninguna de las dos tiene la fuerza suficiente para llevar una buena cantidad de papeles encima? —contraataco divertida, y ésta me sonríe.

—Corrección. Digo que a ellos se les daría mucho mejor.

Levanta un dedo y me río mientras sigo acomodándolos.

Mi relación con ella crecía a medida que mi estadía en la empresa crecía a la vez. Cuando nos cruzábamos comentábamos entre ambas los chismes, o simplemente nos quedábamos conversando sobre lo que se nos ocurriera en ese momento. Eramos las únicas dos mujeres que trabajabamos ahí ahora, ya que la recepcionista había rescindido hace una semana. Los hombres solían saludarse y quizá conversar con rapidez antes de ir a sus puestos. A diferencia nuestra, que aprovechamos nuestros ratos libres para hacer exactamente lo contrario.

Era divertido, y seguía siéndolo. Katherine resultó ser tan extrovertida como pensé al minuto en conocerla, y demasiado charlatana también. No me negaba a hablar de mi de vez en cuando, pero es que ella tenía demasiadas anécdotas comparadas a las mías. Siempre solía venir con una buena tanda de ellas.

En su mayoría, sexuales e incómodas. ¡Pero es que eran tan interesantes! Su caradurez a la hora de enfrentarse a aquellas situaciones era poco común y fuera de lo usual. Llegó a contarme que hace unos años, cuando todavía no había cumplido los veintiuno, se había escabullido en uno de los bares a los que iba su hermano para liarse con un amigo suyo. Claro, la forma era lo divertido en ello.

Tuvo que disfrazarse, y cuando la descubrieron salió corriendo hacia adentro, pudiendo llegar al baño de camino. Se sacó la peluca de melena morocha y terminó con su color natural, confundiendo a los guardias y no dando indicios de que era ella la que había entrado en realidad. Era muy ingeniosa, la verdad.

Ni siquiera a Stace se lo hubiera ocurrido aquello.

Juré no decir nada de aquella anécdota y unas cuántas más porque su hermano no las sabía. No por ahora. Así que, con la boca cerrada y mi inmutez logramos no comentar nada acerca de ello si Luca aparecía cerca nuestro.

—Terminarán rompiéndose mis uñas si sigo separando éstos folios..

—¿Muy caras? —le pregunto mientras sigo ordenando.

—Sí. No pienso ir otra vez a ese lugar —niega mirándolas—. Hablamos mucho de mi, pero tú no me cuentas mucho de ello. No eres muy de mi estilo, o eso parece, eso de ir a peluquerías.. o de hacerte las uñas, ¿cierto?

—No. En eso no soy tu tipo —concuerdo.

—¿Y qué tipo eres? —pregunta curiosa pero sonando burlona a la vez—. Parece que estoy filtreando contigo. Espero que sepas que no me van las chicas.

—Descuida, tus anécdotas me han dejado clara las cosas —me río—. Me gusta leer. A veces salgo con mis amigos en fin de semana, mayormente a bares.. Pero últimamente nos quedamos mirando películas.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now