Capítulo 40

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Nuestras familias se juntan el domingo, a manera de recibimiento luego de la luna de miel entre mi hermana y Brad. Si bien mis padres han ido a buscarlos al aeropuerto, los han dejado para que llegaran tranquilos y se acomodaran. Además, los de Brad aún no llegaban. Hoy nos reuniríamos todos en su nueva casa. Iríamos a cenar, y a intercambiar experiencias. Mayormente ellos, que viajaron durante largos días y poco exhaustivas semanas. Sin embargo, no podía evitar estar algo nerviosa.

El encuentro supondría la confirmación de nuestra relación con Aaron, y no solo todo lo que comentarían nuestros hermanos. Aún no me hacía la idea. Estar con él siempre era algo tan natural, que jamás sentí presión ninguna. Nos comportábamos cálidos, sin tensión entre ninguno de los dos. Ante mis padres, me hacía alguna idea. Pero frente a los suyos, aún temblaba, mi rostro se tornaba a un color rojizo, y mis manos difícilmente se quedaban quietas. Desearía tener el autocontrol suyo, despreocupado por el tema y tomándoselo con tanta naturalidad, que hasta parecía poca cosa.

—No podría envidiarte más —le digo al verlo salir de la habitación.

Estábamos en su departamento. La mayoría del fin de semana nos quedamos aquí.

—¿Sigues nerviosa? —me pregunta cómico.

—No te burles, Aaron. No puedo no estarlo.

—Pero si ya los conoces. Hace rato que lo haces.

—Lo sé. Pero.. no logro acostumbrarme.

—¿De qué tienes que acostumbrarte? —reitera mientras se acerca a mi lado, toma asiento en el sillón y besa mi frente con tanto cariño, que me derrito cual gelatina entre sus dedos y labios apoyados—. ¿De mis padres? ¿De los tuyos? Si ambos estamos contentos, ellos lo estarán. No te hagas ideas contrarias.

—Es que hay tanta historia entre tú y yo —le confieso, y me mira con confusión—. Ya sabes. Primero, nos reconocimos y bromeamos entre ambos, a veces hasta incomodar al resto por no ser lo suficientemente descarados como para aceptar la realidad. Luego, terminamos enrollándonos, ¡espera, no te rías! Fue así. Y nos escondimos también. Terminamos diciéndolo luego. Después.. todo.. hum, todo se arruinó, y el verano terminó siendo depresivo. Ahora volvimos. ¿No sientes que es un lío? Tus padres quizá hayan cambiado su percepción de mi.. No lo sé. Es todo tan..

Mi lengua se traba, y de repente no sé ya cómo explicarlo.

Pero Aaron se da una idea, porque me observa con detenimiento, procesando la información que le he lanzado y adquirido la apreciación suya, intentando ponerse desde mi lugar y entenderlo mejor aún.

—¿Te preocupa que mis padres te vean mal? ¿Es eso?

—Sí, no. ¡Quizá! Tu familia es.. No quiero ofenderte, pero es altruista. Son generosos, pero siento que si tienen un concepto de alguien, y se desmorona, no creo que haya tanta facilidad de una aceptación próxima. No sé qué saben, o qué no. Solo.. quiero sentirme cómoda, eso es todo.

—Lo que saben no es más que la verdad, nena. Mírame —atrapa mi rostro entre sus manos, tomando de mis mejillas con fijeza, queriendo que le brinde toda la atención que pueda—. Saben que soy un idiota. Saben que te oculté mi pasado, y te embarré en él. Saben que su hijo es un idiota, porque la primera vez que decidió sentar cabeza con alguien, terminó estropéandolo. Saben que eres amable, de buen corazón, inteligente. Saben cuánto te quiero, y que fuiste capaz de darme una segunda oportunidad, cuando tranquilamente podrías haberla ignorado e irte. Eso es lo que saben de ti.

Mis ojos se tornan lagrimosos.

—No llores —suplica en una mueca, abrazándome.

—Si lo mencionas, y me abrazas, ¿cómo puedo no hacerlo? ¿Cómo no puedo cuando eres tan bueno conmigo? —pregunto retóricamente, estrechándome consigo—. Además.. estoy en mis días. Estoy sensible. ¡No te rías! Deja que me excuse por ello, porque en gran parte se debe a eso.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now