Sus dos palabras resuenan en mi cabeza, retumbando sin posible freno. Mi rostro queda en un estado de desfiguración, queriendo evitar que vean la sorpresa en cada parte de mi al escucharlo. Queriendo evitar todo lo que pienso y siento, con miedo de exponerme y verme tan frágil. Tan rota. Mis ojos permanecen paralizados, y mi cuerpo parece detenido en el tiempo.
Alterado, pero oculto en las sombras de los presentes.
—Voy un minuto a tomar aire fresco —murmuro en silencio, levantándome.
Mis padres apenas se inmutan ante mi no tan esperada retirada, porque se encuentran animados hablando acerca de algo con mi hermana. Mi abuela no parece darse cuenta de cómo estoy, porque tal vez soy buena fingiendo en algo que está descosiéndome por dentro. Solo asiente de acuerdo, y no me atrevo a mirar a quien tengo en frente. No lo soportaría, y lo sé. Estoy conteniéndome ya desde hace rato, y sus palabras solo volvieron a afectarme, dando con fuerza en cada parte de mi. Y sé que un segundo es lo que me basta para echarme a llorar si le dirijo la mirada, manteniéndosela a duras penas, afectándome con dureza.
Agradezco que mi escapatoria no sea vea afectada por nadie.
Nadie me frena, y nadie sigue mis pasos. Solo soy yo, y mis lágrimas palpitando por salirse sin control absoluto. Dejo que salgan una vez que llego a mi habitación, y antes de sentir el calor invadiéndome, abro las ventanas para que el viento me pegue de lleno.
Un sollozo involuntario irrumpe en el instante en el que la brisa propina contra mi.
Y por los minutos siguientes, dejo que ese sollozo pequeño se convierta en uno mayor, con las gotas cayendo y mojando a mis mejillas antes secas. Es mi forma de liberarme, y sé cuán bien me hará una vez que deje salir todo lo que llevo conteniendo desde hace ya rato. Son varias las cosas que callo, y la respuesta ante eso llega a mi con poca misericordia y piedad.
Una vez que dejo de llorar, apoyo la cabeza contra el marco de la ventana, sintiendo la humedad que proviene de afuera y la corriente pulsante. Logro estar así un rato, en paz y con mi mente despejada, hasta que los sonidos de la puerta retumban en mi cabeza.
—¿Sí? —pregunto desde lo lejos.
Silencio.
—¿Qué? —insisto, pero otra vez no tengo respuesta.
Me levanto de donde estoy y cuando abro, deseo no haberlo hecho.
—Necesito hablar contigo.
El rostro de Aaron a tan solo milímetros me es superior, parece vacío, al igual que mi hueca alma en éste momento. Su aroma varonil no juega a mi favor. Para nada. Debo estar con los ojos hinchados y las mejillas picantes, por la forma en la que me observa. Basta eso, y saber que no tiene de qué hablarme ahora, para cerrarle la puerta en la cara.
—¡Audrey!
Un solo paso es lo que me separa del pedazo de madera entre nosotros, y un solo movimiento es lo que le basta a él para romper con el espacio y entrar sin mi permiso.
—¿No te bastó con que te cerrara la puerta en la cara?
—Lo digo en serio, tenemos que hablar.
—Yo también hablo en serio —digo frunciendo el ceño, ¿estaba tomándome el pelo?—. ¡Aléjate!
—No, no voy a..
—No estoy preguntándotelo.
—¿Y acaso yo sí?
¡Agh! Quería gritarle en la cara, quería patearlo hasta lograr que con eso se fuera. Quería insultarlo hasta que mi garganta picara, y mi voz se fuera. Pero nada de eso lo mantendría alejado de mi. Nada, en la faz de la tierra, al parecer, lo alejaría más de dos metros.
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NUESTROS LEMAS #2
Teen FictionLuego de las complacientes pero caóticas vacaciones entre los Jones y Bell, la vida en la ciudad vuelve a comenzar. ¿El amor entre Audrey y Aaron ha muerto, o es que a veces las cosas que uno piensa imperdonables no resultan serlo del todo? La boda...