Capítulo 31

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—¡¿QUE QUÉ!? —grita mi hermana, y aparto el teléfono de mi oreja ahora roja.

—No enloquezcas.

—¡¿Pero qué estás pidiéndome!?

—En realidad solo estoy contándotelo.

—Sí, y acto seguido.. ¡Me pides que no enloquezca! ¿Esperaste a que suba al maldito avión y a llegar a mi luna de miel para contarme que Aaron y tú volvieron?

—Carajo, Erin, solo es..

—No, no, no. No hagas cosa menor de ésto. No puedes simplemente soltarlo, y ya, a mil kilómetros de distancia. ¡Cuán alegre me pone ésto! ¿Sabes que toda la playa está mirándome raro? Porque lo hacen por mis gritos de loca. Encima no entiendo nada de éste idioma rarísimo..

—El francés no es peor que el chino.

—¿Bromeas? Espera.. ¡No nos desviemos! ¿Cómo pasó? ¿Cuándo? ¿En qué momento?

—En tu boda —suelto apartando otra vez el teléfono al prevenir su grito.

—¡¡No puedes hablar en serio!! Oh, ya dejen de mirarme —escucho que dice, y entro a reír hasta que mi estómago se retuerce—. Hermana, si no estuviera tan lejos te juro por mi marido que volaría para tener detalles de todo. ¿Él te encaró? Brad me dijo que quería hablar contigo, ¡pero no mencionó nada de hacerlo el mismísimo día de nuestro casamiento!

—Lo cierto es que pensaba decirme todo luego de que pase lo suyo.

—No se aguantó, ¿eh?

—Mmm.. no. Luego del baile tradicional, me dijo que quería hablar conmigo y me llevó a la parte del personal de catering que estaba vacío porque todos estaban todavía en el patio trabajando.

—No puedes culparlo. Estabas espléndida, creo que hasta un anciano se volteó a verte..

—¡Erin!

—Ya, ya. Solo bromeaba. Pero es que estabas hermosa. Sabes que lo eres siempre, pero ese vestido.. Algún día te prestaré el mío, y tú me prestarás eltuyo.

—¿Qué vestido?

—Pues el que usé en mi boda hace dos días, ¿cuál más?

—¡Pero por favor! Pareces la abuela. No pienso casarme. No pronto, al menos —reitero mientras me mezclo con mis propias palabras—. Ya basta. Háblame un poco de ti, ¿cómo está el clima allá en la isla? Tiene que ser mejor que el que hay por aquí.

De pronto, la conversación da un giro y logro hacer que se desvíe mientras habla del clima por allí. Me cuenta sobre la vegetación inmensa, lo tibia que es el agua y lo caluroso que es el sol en horas de la tarde. También menciona al tipo de gente, no muy convencida pero casi afirmando que cada habitante poseía malos modales y pocos buenos hábitos. Es así como se olvida de lo que le he contado, al menos por unos minutos, y sus gritos se dispersan transformándose en una voz alegre al contar los detalles de sus inicios en su primer par de días en las islas.

Mi mejor amiga, Stace, había reaccionado similar. Cuando había regresado a casa al día siguiente de la ceremonia, la tenía aguardando para reunirnos y poder contarle lo que ella ya suponía. Pero una cosa era sospecharlo, y otra, saberlo, y oírme decirlo en voz alta. Hasta había pedido repetírselo. Su sorpresa no fue mucha, no como la de mi hermana, porque ella ya se lo esperaba. Aún así, en cierto punto de la conversación sus ojos se entreabrían hasta apoderar gran parte del rostro suyo y su boca dejaba una clara imagen de su estupor atravesándola.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now