Aaron
La tenía frente a mi, mientras se recogía su cabello largo y extenso, que caía hasta su cintura con un lacio increíble. El viento de la playa no se lo revolvía como a mi, que me pasaba desenredándomelo y metiéndome a la ducha apenas llegara al complejo para que así sea más fácil dejar los nudos que la brisa de la orilla provocaba. Increíblemente, su pelo se mantenía como a pocos. Pero siempre volvía con sus mejillas rojas, producto del frío que levantaba hacia el atardecer, cuando el sol comenzaba a ocultarse y la sombra era el único lugar que quedaba, con el viento chocando y encendiendo sus cachetes. Era cómico como siempre lo hacía. Cuando en verano se acaloraba, su rostro dejaba de ser blanco y se tornaba rojizo. Pero incluso en invierno, o en días en donde simplemente hacía frío, sus mejillas se encendían de igual manera. Tiritaba con sus dientes, pero mantenía el color. Siempre solía bromear con ella acerca de eso.
Tenía puesto un vestido de seda que le quedaba ajustado a su diminuta cintura, resaltando sus pechos al tener apenas dos tiras de lazo y un corte por debajo del muslo que, al moverse, se balanceaba y acentuaba su trasero. Pues bien, no pude resistirme mucho al verla con aquello puesto. Por lo que el vestido terminó en el borde de la cama y yo sobre ella. Audrey reía mientras jadeaba y me sonreía. Yo imitaba cada expresión suya. Me era difícil no encontrame en su mismo estado de alegría y placer. No era el único con prisa. Ella se encargó de desabotonarme la camisa que llevaba puesta, siendo cuidadosa en el acto pero con agilidad a la vez. Terminamos en la cama, uniendo nuestro goce uno del otro y complaciéndonos. Caímos rendidos sobre el acolchonado, mientras la sostenía con ambos brazos y Audrey se posicioaba a un lado de mi, enredado mis piernas con las suyas. Su cabello ya no estaba recogido. Ahora lo tenía suelto, depositado en su mayoría en la cama y poco en mis brazos. Con su cuerpo me cubría, y mis dedos acariciaron su espalda desnuda de arriba abajo. Llegué hasta su abdomen, seguí por la línea entremedio de sus pechos, continué hasta su cuello arqueado, con su cabeza levantada hacia arriba para observarme. Yo tenía la vista fija en su piel suave y aromática, y no fue hasta llegar a la comisura de sus labios que frené mi accionar. Dejé mis dedos sobre su boca, acariciándola pero con mi vista en la suya.
—Eres hermosa —le confieso sin contenerme. Las palabras salen solas de mi.
Audrey parpadea, con sus ojos brillando y una mueca atravesándole el rostro, que no llega a ser una sonrisa porque atrapa mi boca y nuestros ojos, de manera automática, se cierran al compás. Su lengua invade con desesperación dentro, mientras con la mía la alcanzo. Su ritmo desacelera un poco. Tomo de sus mejillas, acariciándolas y ejerciendo más cariño sobre ella mientras me es imposible alejarme de un centímetro suyo. Ella aprovecha para envolver sus manos sobre mi cabello, y no evito sonreír entre medio. Siempre lo hacía. Audrey se separa, con la boca entre abierta y un poco hinchada.
—¿Estás riéndote, Aaron Jones? —me pregunta alzando sus cejas.
—Quizá —la intrigo, mientras incremento la sonrisa y ella entrecierra sus ojos—. Me encanta que hagas eso con mi cabello. Lo hacías apenas nos conocimos, y sigues haciéndolo tiempo después.
—¿Solo con tu cabello, eh? —pregunta con picardía.
—Ven aquí —gruño atrapándola con mis brazos y moviéndola a tal punto que queda ella debajo de mi. Se ríe, mientras beso sus labios y ella se retuerce mientras sigue estallando en carcajadas y me separo.
—¡Aaron!
Yo sigo en la misma posición, con su risa invadiendo el sonido que captan mis oídos como melodía acústica, sus manos atrapando mi cabello y sus piernas moviéndose con rapidez pero sin patalear. Me contagio de sus carcajadas. Audrey deja de removerse debajo de mi y sus labios buscan los míos con claridad e interés. Me desvivo por su boca, me ciño sobre su cintura y me muevo al compás.
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NUESTROS LEMAS #2
Novela JuvenilLuego de las complacientes pero caóticas vacaciones entre los Jones y Bell, la vida en la ciudad vuelve a comenzar. ¿El amor entre Audrey y Aaron ha muerto, o es que a veces las cosas que uno piensa imperdonables no resultan serlo del todo? La boda...