Capítulo 5

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—Pero, ¿qué diablos, Audrey?

—Oh, te haces la desentendida —musito cómica.

—¿Qué hice ahora? Yo solo llamaba para ver cómo fue tu día, pedazo de idiota —insulta haciéndose la ofendida. Puedo verla fruncir el ceño hasta desde la distancia.

—Me ha llamado Aaron.

Un silencio sepulcral reina en la línea ahora, tomando el comando.

—¿Qué dices? Pero, ¿cuándo..

—Algo de unos ensayos. De tu boda, ¡qué se yo! ¿No podrías haberme llamado tú?

Un gritito de sorpresa de parte de ella es lo que logro escuchar, tapando mis oídos inconscientemente pero volviendo a ponerme el celular pegado a la oreja.

—¡Yo no le dije que te llamara, Audrey!

—¿Qué? —se escapa de mi boca, con el alma en mis pies.

—Hablé con él porque tienen que haber ensayos previos de ceremonia por la dama de honor, y pareja incluída.. Habíamos dicho que sean ustedes, pero luego pasó.. ¡Olvídalo! No me importa —dice de pronto, y su voz me preocupa—. Que hable con él no significa que de por sentado a llamarte. Eso ha salido de él solito, no de mi.

Con la boca entre abierta, lista para contraatacar, sigue:

—Que busque excusas para hablarte no es mi culpa.

Saberlo me pone, repentinamente, risueña. Mis sospechas son descartadas al saber la verdad detrás de todo. Quería hablarme.. ¿quería escuchar mi voz tanto como yo la suya, después de tanto tiempo, con una pobre excusa en el medio?

Mi corazón da un brinco.

Pero mi mente me cierra ante eso.

—No digo que sea tu culpa. Solo bromeaba contigo —contesto poniendo en marcha el auto—. ¿Estás en casa? Voy saliendo del trabajo.

—Oh, no tienes remedio, Audrey Bell..

—¿Qué hice ahora?

—Te conozco. Por tu tono de voz, estás sonriendo mientras me cortas.

—¿Quién confirmó que eso es cierto? —miento, porque la realidad pura es que eso no tenía nada de mentira. Aquella sensación abrazadora de saber que me ha llamado buscando algo tonto para decirme, me alegró por un motivo. Sacudo mi cabeza antes de dar mis últimas palabras para dar finalizado el llamado—. No lo niego, ni lo afirmo. Espérame en casa.

Trato de no pensar en el trayecto todo el revuelo que surge en cada parte de mi cuerpo saber, y confirmar, lo que sospeché poco en un principio.

Le había dicho que no quería que hablemos, por lo menos no de momento, hasta que pueda acomodar mis sensaciones y emociones en conjunto y poner en marcha mi vida en la ciudad otra vez. Tenía que estar concentrada, y con la minoría de distracciones.

No lo cumplió en absoluto los primeros días. Insistente, y persistente, me llamaba con frecuencia. Le respondí un par de veces, pero al darme cuenta que era más perjudical que otra cosa para mi, decidí mantenerme firme en la decisión de alejarlo. De alejarnos, y no estar uno encima del otro cuando todo en mi revoloteaba con su simple tacto, voz, y rompía con mi uso de razón. Una que desaparecía en cuanto lo tenía encima.

Claro, buscar excusas ridículas no se lo había negado nunca.

Y que use ello a su favor me saca una risa de momento, que no se me borra hasta llegar a casa.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now