Capítulo 36

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Al día siguiente, nos despedimos de Stace y tomamos viaje hacia nuestra casa. Chad me llevaría, ya que habíamos venido juntos. Por lo que, luego de saludar a nuestra amiga aún somnolienta pero levantada para abrirnos, nos abrazó y agradeció una vez más. Recordó que habría otra fiesta semanas después de los parciales. Ambos concordamos en que lo pensaríamos. Pero, si bien ahora no lo habíamos dicho con demasiada claridad, de seguro que aceptaríamos, luego de ser arrastrados y puestos a prueba con el estudio que nos atarearía. 

Él y yo nos subimos al auto, y después de recogidas y subidas las mochilas, encendió el motor.

Para nuestra suerte, ambos poseíamos el un gusto similar por la música. Así que, decidiendo qué banda elegir, y qué tema de todos poner, marchamos rubo a casa, con musicalización incluída. En una parte, justo cuando decidía ponerle el alma a mi parte favorita de la canción, mi celular interrumpió y sonó desde mi bolsillo. Mi amigo bajó el volumen al notar cómo deslizaba el aparato entre mis manos, dispuesta a atenderlo enseguida, al ver de quién se trataba.

—Aaron —saludo, llamándolo por su nombre y sonriendo por instinto.

—Eh, nena —respondió él tan cálida y abrasadoramente, que no disimulé en ocultar mi expresión. No podría ingeniármelas para disimular—. ¿Sigues en lo de Stace, o estás volviendo?

—Estoy con Chad en el auto —le cuento, y mi amigo mira hacia mi de reojo—, ya volviendo.

—¿Haces algo?

—¿Cuando llegue? No, nada.

—Genial. Porque ahora ya sí —afirma con egocentrismo, y suelto una risa.

—¿Qué planeas, Aaron Jones?

—Podría decírtelas por teléfono. Hasta enumerártelas, si quieres —comienza diciendo, pero por su tono, me imagino lo que viene—. Me controlaré. Chad está al lado tuyo. Pero puedo sintetizar lo no pervertido. ¿Quieres venir a mi departamento? Compré para hacer pizzas caseras. Y como es temprano, podemos prepararlas. Sé que tienes que estudiar, te llevaré temprano a tu casa.

Aquella información, tan de golpe y apresurada, me golpea con fuerza. Razón por la cual no pude contener un grito de emoción, de solo escuchar aquel magnífico plan y oír el entusiasmo en su voz. Mordiéndome el labio, me apresuro a contestar.

—Claro que quiero —asiento contenta, como si pudiera verme.

—Yo quiero muchas cosas. Principalmente, tenerte aquí a mi lado. Besarte, abrazarte, cojert..

—¡Aaron!

—Ya, ya. No es mi culpa echarte tanto de menos.

—Y yo a ti. Le diré a Chad que me deje en tu casa entonces.

—Nos vemos, nena —saluda a modo de despido, y la línea se corta.

Guardo el celular en mi bolsillo, y mi mejor amigo me observa burlón desde su asiento. No hace falta que solo me dirija aquella mirada inquisitoria y traviesa, ya conocida y familiar para mi.

—¿De qué te burlarás ahora? —le pregunto.

—¿Te das cuenta que has sonreído desde que viste su nombre en la pantalla hasta que cortó, no?

—Mmm..

—Pues lo has hecho —afirma con complicidad—. Me alegro que lo hagas.

—¿Sonreír?

—Sí. Nunca te vi tan pegada a alguien como lo hiciste desde que lo conociste. Puedo decirte que, desde aquella fiesta, recuerdo verte bien contenta y saltando en dos patas —pausa, como si estuviera memorizando o recordando algo—. Pensándolo, se sumaba a tus hormonas saltarinas de tanto que habías tomado. Pero la sonrisa que traías cuando venías corriendo de no se dónde, con él a tu lado, persiguiéndose y escapándose.. parecían niños traviesos. Fue extraño verte así al principio. Traías otra expresión en tu rostro, no la misma que cuando te besabas a un tipo y ya. Parecías estar divirtiéndote, revoltosa y pequeña amiga.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now