Capítulo 7

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Aquí voy. Con el corazón en la boca, amenazando con atragantarme, y con los pies apresurados e inquietamente molestos. Saludo a todos los que quedan en la oficina en ese momento, incluso a Nel, que lo veo guardar sus cosas mientras me devuelve el gesto. Agarro el bolso con fuerza, como si ello me brindara más seguridad. ¡Como si posiblemente algo pudiera hacerlo!

Los nervios de colegiala que siento ahora me azotan, dando una pizca de la realidad.

Dándome a entender que no lo he olvidado nada, que todavía me entusiasma la idea de seguir compartiendo momentos juntos, por más lastimada y dolida que me encuentre. Pienso a veces suprimir todo aquello que me retiene, o a tratar de olvidar lo que me ha dado, no lo que me ha quitado. A veces, sueño con borrar sus palabras hirientes, denigrando nuestra relación y tildándola como una estupidez de verano. A veces, sueño con que su pasado no haya sido lo que me ocultó. Que jamás logré sentirme mal con él. Pero sé que no es cierto, porque al descubrir lo que había guardado bajo llave consigo, hizo que me hiciera sentir utilizada.

Parte de su competencia absurda y poco sana es lo que me ha metido, y no puedo negar que desde que lo supe no paré de pensar en cuánto realmente me defendía de cada comentario de James, y cuál no. Hasta qué punto decía y demostraba que me quería, y hasta qué punto no. Ni siquiera deseo pensar cuál lleva la delantera, porque sé la respuesta con demasiada facilidad. Desde el día uno se había mostrado interesado en mi, pero, a la vez, desde el día uno no se planteó separarse del culo pesado de James, como así su pasado.

Aún de esa manera, aún sintiéndome más de esa forma.. más dolida, y lastimada, no puedo negar cuánto extraño cada cosa que me hacía y decía. Cada caricia, beso. A él, más bien.

Quiero regresar al tiempo en el que todo estaba bien entre ambos. En el que nada estaba oculto, y lo dicho no era mentira. Todo era verdad, y no había nada que pudiera refutarlo. El día en el que su atención se dedicaba a él, y a nuestra relación. El día en el que el enojo, la impaciencia y la rivalidad no se apodaron de él.

Los días en los que solo importábamos ambos, y nadie más.

¿Es que acaso podía negar lo inevitable? Mi corazón, hace rato, lo había aceptado. Él es el único, lo que quiero, y quien, lastimosamente, sigue enredándose en mis redes. Quedándose atrapado sin ser capaz de desatarse y librarse de mi. Mi mente, en cambio, se niega a aceptarlo todavía.

Lucha, porque resultará desastroso si me rindiera tan fácil.

Pero cuando lo veo, cuando finalmente salgo y me topo con Aaron, la respiración que mantenía entrecortada solo empeora. Mis pies se frenan en seco, como si mi cerebro así lo ordenada. Como así lo advirtiera. Aunque hago caso omiso.

Está apoyado sobre el marco de la puerta de su auto, de brazos cruzados y con el sol pegando. Dando de lleno en su cabello castaño, y realzando sus fibrosos y masculinos brazos. Una remera básica es lo único que necesita, tan simple como informal, para hacer indiscutible su belleza notoria. A medida que me acerco observo el bello en la punta de su barbilla, aludiendo a un aspecto mucho más varonil. Más hombre.

Carajo, ¿por qué sigue siendo endemoniadamente atractivo?

De repente, el piso tiembla bajo mis pies. Y como si fuera poco, mi corazón late alocadamente, desenfrenado. Luchando por dejar verse y con mis emociones explotando, una tras otra.

—Audrey —sonríe una vez que llego a su lado.

Me pregunto si él, al verme caminar hasta su lado, ha pensado todo lo que mi cabeza apenas es capaz de soportar. Si los recuerdos lo invaden como a mi, y si siente una opresión en el pecho que atesta con ferocidad, como si fuera una especie de recordatorio.

NUESTROS LEMAS #2Where stories live. Discover now