Capitulo 21

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«Hola, Tony. Siento molestarte ahora, pero tu madre me dijo que no le respondiste desde su último mensaje. ¿Estás bien?»-21:10.

«Tony, tu madre me llamó de nuevo. Me preguntó si ya hablé contigo. Llámame cuando puedas, por favor»-22:00.

«Le dije que debías estar durmiendo. Se quedó algo tranquila, pero envíale al menos un mensaje mañana para que sepa que estás bien»-22:36.

«Siento si soy pesada, pero me preocupo por ti. Mis padres no me dejaron ir a tu casa. Espero que estés bien»-23:12.

« ¿Ya te levantaste? Me pidió que te dijera que siente haberlo mencionado en su mensaje. ¿Le dijiste algo?»-09:15.

« ¡Me va a dar un ataque, Tony! ¡Mándame al menos una carita dormida!»-10:00.

« ¡Contéstame un maldito mensaje! ¡No puedo ir a tu casa aunque quiero y lo necesito!»-10:30.

Tony ya no sabía si ese era el último mensaje de su mejor amiga. No había sido capaz de responder ninguno en ningún momento. Ni siquiera enviarle una respuesta afirmativa o negativa para dejarla tranquila. Ni a ella ni a su madre. Apenas había podido llamar a su padre para decirle que no estaba en condiciones de que se vieran la noche anterior. Cuando el hombre le pidió una explicación, Tony sólo le dijo que quería estar solo esa noche y que no sería una buena compañía en ese momento; por el contrario, sólo iba a ser un estorbo.

No había dormido en toda la noche, había estado dando mil vueltas en la cama, sin poder pegar ojo. Cada vez que cerraba los ojos, escuchaba la voz de su madre diciendo las mismas palabras que le había escrito por mensaje, y hasta llegaba a escuchar el tono preciso con el que se lo decía: tan tranquila y ajena a todo, como si no le importara lo que le podía llegar a causar escuchar ese nombre. Sabía que estaba equivocado, porque si María llegaba a verlo así, estaría alterada y sin saber bien qué hacer, pero intentando ayudarlo de alguna manera.

Steve, pensó, sujetándose la cabeza entre las manos, apretando sus sienes. La noche anterior ni siquiera se había cambiado de ropa para acostarse. Simplemente se lanzó a la cama y estuvo todo la noche y parte de la mañana sin pensar en otra cosa.

Lo recordaba. Claro que lo recordaba. A él y a todos los demás. Los veía siempre, jugando, corriendo sin parar, riendo por tonterías, en su casa, cuando sus padres estaban trabajando y ellos, a pesar de ser niños, iban para hacerle compañía y estar con él hasta que los padres de todos los buscaban. Pero... Steve era diferente. A veces se quedaba y siempre se dormían tarde cuando Tony intentaba explicarle mejor cómo usar la tecnología-Steve debía ser la única persona en el mundo que se confundía al poner las baterías a los controles, creyendo incluso que estaban bien-o cuando el rubio le contaba las historias que su bisabuelo le había contado de la guerra cuando era un poco más pequeño.

Fuera como fuera, ellos eran casi inseparables. Por muchas diferencias que podían llegar a tener, jamás dejaban de ser amigos. Ninguna pelea hacía que quisieran dejar de verse. Ni con los demás. Eran casi familia. Se conocían desde el jardín de niños y siguieron juntos hasta la primera y secundaria. Tony no podría olvidarlo.

- ¡Tony, vamos a jugar!-le gritaba un rubio de ocho años.

-Steve-murmuró, mientras cerraba los ojos.

- ¡Tony, subamos a ese árbol!-decían una pelirroja y otro rubio.

-Natasha, Clint.

-Tony, ¿mi hermana y yo podemos jugar con ustedes?-preguntaba animadamente un chico Sokoviano, mientras su hermana gemela le sonreía, tomando la mano del que era unos minutos mayor que ella.

Plan de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora