Capitulo 26

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—Entonces, ya lo sabe. Y vaya que se enteró de una forma como de las películas—dijo Wong, aunque sus palabras no tenían una pisca de humor.

Él y Christine lo habían llamado para saber cómo había ido su cita con Tony, pero la respuesta que recibieron definitivamente no era la esperaban, a pesar de que Stephen les había dicho antes que no debían hacerse ideas erróneas en ningún momento.

—Me siento terrible. No sé cómo voy a hacer para mirarlo ahora. O a Virginia.

—Cálmate. Tony es una persona que se molesta o irrita con facilidad, pero cuando se le pase un poco, quizás puedas hablar con él—dijo Christine, con voz serena. Ni ella ni Wong estaban molestos con él. Después de todo, para ellos, no era algo tan grave, además de que antes lo sabían—. Intenta darle un poco de tiempo. Ahora lo mejor que puedes hacer es no presionarlo para hablar.

—Sí, es cierto. Además, aún necesita resolver cosas con sus padres. Después de eso, seguramente podrás hablar tranquilamente con él—convino Wong—. Pero, como ella dijo, dale un poco de tiempo. Ya lo conoces y sabes cómo se pone cuando se le fuerza a hablar.

—SÍ, eso me quedó claro—comentó Stephen—. Sólo espero que no piense que lo estoy evitando o que me da miedo.

—Tranquilo, verás que cuando menos lo esperes estarán hablando y arreglando las cosas—aseguró Christine. Sonaba como si estuviese sonriendo.

—Gracias de verdad, chicos. Me ayudan mucho—sonrió Stephen, incluso si ellos no lo sabían—. Luego hablamos. Hasta mañana.

Las palabras de sus mejores amigos le habían llegado de verdad, a diferencia de algunas otras veces. Esperó pacientemente procesarlas todas y tratar de darles internamente la razón, porque, debía admitir, sabía que ellos la tenían. Después de lo que había pasado y de las cosas que ellos le dijeron, no podía negar que estaba, de cierta forma, un poco deprimido. Nadie antes le había dado consejos como esos, a excepción de su madre, aunque no con temas «amorosos». Recordaba que algunas veces le había hablado un poco a su madre sobre eso, pero fue mucho antes de conocer a Tony, y sentía que ir y contarle lo que sucedió y cómo se habían desarrollado las cosas hasta que el castaño se enteró de su pequeña mentira no iba a ser algo que su madre aprobaría. Y si quería hablar de cosas más personales, nunca se sentía realmente listo como para abrirse con su madre hasta ese punto. Hasta cierto punto, le afectaba. No quería que Beverly creyera que no confiaba en ella o algo por el estilo.

Probablemente piensas que ella ya tiene demasiadas cosas por las que preocuparse y no quieres «molestarla» con tus propios asuntos, le había dicho Wong una vez en el instituto. Hasta Christine llegó a preguntárselo una vez también, y Stephen los miró como si fuesen dos extraños que le estaban ofreciendo drogas y simplemente se encogió de hombros, provocando que sus amigos intercambiasen una mirada y que cada uno se fuera por su lado, quedándoles claro que, en realidad, Stephen nunca iba a decir abiertamente las cosas que le molestaban o que lo hacían sentir incómodo. Ya lo había hecho una sola vez cuando les habló de su padre, pero luego no volvió a hacerlo.

El sólo haber pensado en eso hizo que se estremeciera, sintiéndose cada vez más débil ante las cosas de su alrededor. La casi necesidad de salir y quedarse en la calle unas horas para poder despejarse, sin tener que pensar por dos minutos las cosas que estaban pasando y sin hablarlo con su madre, era lo único que quería hacer en ese momento. Sin embargo, no iba a hacerlo, puesto que ella debía irse a trabajar en unas horas y no quería que se fuera angustiada luego de verlo salir sin decirle a dónde.

Con los ojos un poco caídos, salió de su cuarto y fue hasta la cocina. Quería hacerse un té y volver a su cuarto para quedarse ahí el resto del día y evitar estar entre más problemas. Su mamá se había ido al baño para ducharse, así que tenía tiempo para hacerse uno y volver al cuarto, porque la verdad, sin ser demasiado exagerado, se sentía agotado e incluso algo nervioso. El estante había quedado abierto, después de que Beverly sacara las cosas para hacerse la comida que se llevaría esa noche. Vio la caja que tenía saquitos de té y se sintió tranquilo. No iba a tener ganas de ir a comprar si no había. Se acercó caminando en silencio, puso a calentar el agua y, mientras tanto, puso el saquito de té y azúcar en una taza. Escuchaba el agua de la ducha cada vez más fuerte, así que eso le dijo que su madre tardaría un rato. Se quedó de pie, recargado sobre el lavado, mirando por la ventana hacia la casa de Tony. Suspiró. Las ganas de ir y hablar con él no le faltaban, pero sabía que, dijera lo que dijera, Tony no estaría dispuesto a escucharlo ahora.

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