XXXI

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Sin duda el rechazo para todo lo que había trabajado Namjoon había sido un golpe muy fuerte, pero sabía que no estaba solo y cada vez que sentía que aquello era demasiado frustrante o distante; Seokjin estaba ahí para levantar su animo con su simple presencia. No era necesario que dijera algo para que las fuerzas y perseverancia regresaran al Alfa.


Era ver como Jin caminaba sin preocupaciones por su hogar, como hacía el desayuno en las mañanas o la manera en que a veces disfrutaba de hacerse un café para él mismo y sentarse en el sofá a ver algo en la televisión.


Quería eso para todos los Omega; esa tranquilidad y seguridad. Que no estuviesen obligados a hacer cosas que quizás no querrían, no tener que renunciar a todo por la voluntad de sus parejas. Para él era casi imposible entender el actuar de la mayoría de las personas. No entendía como es que los demás Alfa podían vivir sabiendo o ignorando las inseguridades de sus parejas, el como no les importaba el como sufrían al ser obligados a no ver a sus familiares y amigos. Estaban en jaulas de oro, siendo avecillas sin alas y voz para cantar por la crueldad de quienes preferían someter a comprender.


Lo que si entendía era que, si quería alcanzar su objetivo, entonces no podía rendirse. Ahora tenía una misión en su vida y una persona por la cual arriesgar todo para llegar a su meta.


Namjoon había encontrado un nuevo "pasatiempo" en su día a día con Seokjin; admirarlo. Disfrutaba de ver como el cabello del Omega se encontraba cada vez más desordenado al despertar cada mañana, como si poco a poco le importara menos arreglarlo antes de dejarse ver por él y eso le encantaba, porque eso demostraba lo cómodo que comenzaba a sentirse el Omega en su hogar. No había cosa que quisiera más el Alfa.


A veces le ayudaba a limpiar su herida que sanaba muy bien, pero que al inicio casi tenía que rogarle para que le dejara ver. Los baños de Seokjin se habían vuelvo en un momento para ambos, donde charlaban mientras el menor le tallaba la espalda o simplemente usaba un pequeño banco que había comprado para sentarse a un lado de la tina mientras el Omega se lavaba el cabello, aunque aún era echado del baño para que el otro se vistiera. No tenía sentido para él, pero no se quejaba por lo gracioso que a veces le resultaba las maneras en que le pedía u ordenaba que saliera.


Poco a poco su apartamento comenzó a tener nuevos colores; desde almohadillas a cortinas. Así como su cocina cada vez tenía más utensilios para ser usados por el Omega que día con día lo dejaba ayudarle un poco más.


Seokjin nunca habría imaginado que una persona tan inteligente como Namjoon le había demostrado ser, sería tan mala en cosas manuales. La primera vez que le dejó ayudarle en la cocina se arrepintió enormemente por el desastre que había terminado de hacer. Aún no podía creer que se atreviera a meter huevos al microondas alegando que se cocerían más rápido.


Recuerda haber tenido que limpiarlo él por temor a que el Alfa hiciera algo peor, pero con los días no pudo seguir ignorándolo cuando se paraba cerca de él al cocinar sin decir nada. Ahora no era tan difícil cocinar junto al menor, nunca le pondría una tarea demasiado difícil para evitar accidentes, pero no podía negar lo divertido que era cocinar a su lado, sin mencionar de lo bien que se sentía el que el otro le halagara cada comida que le preparase sin importar lo complicada o sencilla que esta fuese.


A veces observaba como el menor se concentraba frente a su computador mientras fruncía el ceño en ocasiones mientras leía algo para luego teclear lo que parecía una respuesta a lo que fuera que estuviera leyendo. En ocasiones el Alfa se iba para regresar muy tarde en la noche. Seokjin no lo diría, pero siempre se quedaba despierto hasta que escuchaba que regresaba.

No te pertenezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora