XV

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 Felicidad no parecía la palabra correcta para lo que sentía el Alfa, quizás extasiado, en el paraíso, volando entre las suaves nubes; quizás esas palabras podrían ser un poco más apropiadas y no se molestaba en ocultar como es que su sonrisa embobada aparecía cada que tenía la oportunidad en su rostro y es que ¿Cómo no estarlo? Había tenido una cita, una maldita cita con el Omega más hermoso de toda la ciudad y quizás del mundo entero, si eso no fuera suficiente como para haber usado toda la suerte acumulada en su vida, él le había dicho que había una próxima vez. No había sido rechazado como en algún momento lo pensó, no había sido odiado, no eran algo, pero tampoco eran nada y para él, eso significaba mucho.


Con la nueva energía que aquello le había dado se enfocó un poco más en su trabajo, aunque quisiera, no podía simplemente dejar todo de lado e ir corriendo con su hermoso Omega. Sacudió su cabeza y pegó sus manos con fuerza sobre sus mejillas para despabilar un poco.



—No, no es mío. – Se dijo para sí mismo y suspiró. —No es un algo, así que no puede pertenecerme. – Se sintió orgulloso de haberlo dicho el mismo, porque quería aceptar lo que el Omega le diera, como él lo quisiera, cuando él lo quisiera.


Tenía la esperanza de que con el tiempo las cosas mejorarían y no habría esa barrera invisible que Jin se esforzaba tanto por mantener entre ambos. Sabía que podía llegar a tener la confianza del Omega por la manera en que su "relación" como desconocidos evolucionó lentamente hasta lo que eran ahora, no amigos, no amantes, no pareja, pero no extraños, no enemigos.


Luego de unos minutos más pensando en el hermoso Omega se decidió por comenzar. Debía ir a ver a algunas personas para que se unieran a su causa, principalmente buscaría convencer a los padres Alfas que lo apoyarán y sobre todo, que apoyaran a sus hijos e hijas. Miró la hora mientras salía de su oficina y se dirigía al primer hogar donde sabía que había crías Omega.


Lo admitía, no esperaba ser rechazado en su primera visita, justo al comenzar a hablar sobre lo injusta que era la ley para los Omega, el padre no tardó en levantarse para gritar que así había sido siempre y que no iba a cambiar, prácticamente no le interesaba como terminarán sus hijos. 



Tras dos horas de escuchar las mismas palabras comenzaba a perder un poco la esperanza sobre ser escuchado, revolvió su cabello molesto y comenzó a caminar sin rumbo mientras pensaba en cuál sería la mejor manera de convencerles, quizás él lo estaba haciendo mal. Sus pies lo llevaron hasta aquella cafetería que conocía tan bien y su boba sonrisa regresó de nuevo, entró sin dudar y buscó su mesa favorita, no solo porque al estar de espaldas a la pared nadie podría ver lo que hacía en su laptop, también le encantaba que desde ese lugar podía ver toda la cafetería y así seguir con la mirada al hermoso Omega.


Paseó su mirada por el lugar y no tardó en encontrar la ahora rosada cabellera del Omega, suspiró feliz antes de sentir que su respiración se cortaba de golpe cuando sus ojos se encontraron. No quería dejar de mirar aquella azulada mirada, pero se sintió un tanto decepcionado cuando el otro fue quien desvió la mirada, aunque ese sentimiento no duró mucho al ver un leve sonrojo adornar sus mejillas mientras se acercaba.



— ¿Qué va a ordenar?


No te pertenezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora