XII

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—Márcame entonces... - Esas palabras se repetían una y otra vez en la cabeza de Namjoon mientras disfrutaba de la fragancia que el Omega le permitía percibir.



—¿Por qué? – Preguntó mientras sus labios dejaban un par de besos sobre aquella tersa piel.



—P-porque necesito tu ayuda... - Suspiró ante la agradable sensación que llegaba a su piel al sentir los labios del Alfa sobre él. — No puedo pagar la deuda y aunque seas tú... - Cerró los ojos disfrutando de como las manos del Alfa pasaban de sus brazos a su abdomen para colarse bajo su camisa. —N-no tengo otra cosa que ofrecer....


Jadeó por lo cálida que sentía su piel al ser tocadas por aquel gran par de manos que no perdonaban ni un solo rincón de su abdomen y subían solo para rozar sus pezones. Se inclinó un poco hacía adelante haciendo que su trasero se pegara a la entrepierna de Namjoon.


Jin se apoyó en una de las mesas dejando su collar a un lado mientras dejaba que aquellas traviesas manos le recorrieran de arriba a abajo, pasando por sus costados hasta sus muslos mientras un bulto se frotaba levemente contra su trasero, soltó un gemido cuando simuló una embestida y cubrió su propia boca avergonzado. No entendía porque con los demás Alfas sentía repulsión, pero con ese Alfa sentía que por sus venas corría lava ardiente en lugar de sangre. Sentía derretirse ante el menor.


Su piel se erizó y un agradable escalofrió atravesó su cuerpo cuando los dientes de Namjoon se presionaron contra su piel. No quería aceptarlo, pero estaba listo para dejarse marcar, aun temía que después de eso el Alfa mostrara su verdadera personalidad como cuando le había gritado al Omega que le había hecho enojar, pero no había manera de revertirlo, la presión sobre su nuca aumentó solo un poco antes de que los dientes fueran remplazados por una lengua y luego sintiera la frente del menor en su espalda.



—¿Q-que pasa? – Preguntó preocupado.



—No así... - Murmuró antes de tomar el collar de la mesa y colocárselo de nuevo al Omega. Se alejó al unir todo su autocontrol y antes de arrepentirse y terminar lo que había comenzado salió corriendo.


Corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron. No miraría atrás, porque estaba seguro de que si se encontraba con la mirada del hermoso Omega no podría resistirse, porque sabía que si lo hubiese tenido de frente y si lo hubiera besado, no habría podido parar. No supo en que momento había llegado a la casa de su amigo, pero ya estaba ahí y casi tira la puerta por golpearla hasta que el Beta le abrió.



—¿Qué diablos te pasa? – Preguntó molesto, enojándose aún más cuando el otro entró sin su permiso corriendo hasta el baño. —Claro imbécil, pasa. – Cerró la puerta con fuerza y fue hasta el baño al escuchar el grifo abierto. —¿Ya no aguantabas o algo?



—No, casi lo arruino...


No te pertenezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora