XXIV

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Para Seokjin era difícil acompañar a Namjoon a ver y escuchar los testimonios de los Omega y es que la rabia se apoderaba de si en la mayoría de los casos. Aunque lo había intentado, de igual manera había sido sacado por el Alfa en más de una ocasión al notar que no aguantaría para gritarle a aquellos que hacían preguntas – a su parecer – estúpidas. Aun así, cada que podía estaba a su lado para reconfortarlo y mostrarle que no estaba solo en esa lucha, sobre todo al notar el cansancio que era cada vez más notable en el rostro del Alfa, por eso se sintió feliz al saber que los últimos testimonios habían sido dichos y aunque le hubiese gustado ver al de cabello plateado - ya con raíces negras – en su cafetería, se alegraba de que al fin estuviera teniendo una buena sesión de sueño.


Había recuperado su rutina de salir a correr en las mañanas y regresar para darse una merecida ducha para luego abrir la cafetería. La única diferencia era el clima que se encontraba cada vez más frío y que solía tener un mensaje de buenos días del Alfa sin falta. No quería aceptarlo, pero cada vez que leía ese mensaje por la mañana le hacía feliz. Terminó de atar las agujetas de su calzado para emprender el camino que tanto le gustaba recorrer al correr, ahora intentaba ver de manera diferente a los Alfa y Omega que se topaba por su camino, intentaba ignorar la molestia que le causaba que caminaran a diferente distancia, como si el Alfa fuera todo poderoso, porque aunque lo fuera en cierta medida, para él siempre serían solo una clase privilegiada y punto, no eran algo especial o indispensable, pero por otro lado pensaba en que no todos eran malos, seguramente la mayoría lo sería, aunque no podría asumir aquello ya que podía ver la felicidad en más de un Omega al pasear tras su Alfa. Corrió con un poco más de fuerza para despejar su mente, su rostro ardía levemente por el aire que le golpeaba, pero no se detuvo hasta que se dio cuenta que había llegado más lejos de lo normal. Maldijo mentalmente al saber que gracias a eso se retrasaría un poco en el regreso y dio la media vuelta para regresar.

No le tomó demasiado divisar la cafetería y a unas cuantas personas paradas fuera del lugar queriendo ver hacía dentro.



— Lo siento, pero aún no abrimos. – Habló con tono amable mientras se acercaba a quienes ahora lo miraban curioso. — Si gustan esperar un poco les atenderé.



— ¿Es usted Jimin? – Preguntó un Omega de cabello castaño claro, tan lindo que sería difícil decir con seguridad si se trataba de un chico o una chica.



— ¿Por qué quiere saber eso? – No le daba buena espina que buscaran al rubio cuando solo sabían su nombre y su desconfianza aumentó cuando los demás Omega comenzaron a murmurar entre ellos. — Si no buscan consumir, entonces les pediré que se vayan.



— Debe ser él. – Dijeron bajo dos que se encontraban al fondo del pequeño grupo.



— ¿Y que si lo soy? – Todo ese cuchicheo comenzaba a molestar al mayor. — ¿Tienen algún problema?



— De hecho, sí. – Dio un paso hacía Jin el Omega de cabello castaño que era un poco más bajo. — Gracias a ti y a tu dramita muchos Alfa se encuentran molestos.

No te pertenezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora