CAPITULO 43:

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CAPÍTULO 43:

Ayer, es decir, el primer día lo pasamos cada uno por su cuenta.

Kora y yo conocimos a un grupo de estudiantes que veían desde Francia, al final pasamos todo lo que nos quedaba de día junto a ellos.

La verdad es que era muy simpáticos y amables. Ellos, que llevaban más tiempo allí, nos enseñaron varios lugares interesantes, como una pequeña cueva que había cerca de las cataratas que iríamos a ver en esta semana.

Después fuimos a comer con ellos a su hotel y el resto de la tarde lo pasamos sentados junto a la chimenea contando anécdotas y jugando al típico juego de la botella, aunque con reglas distintas, al igual que siempre te hacían la pregunta : verdad o castigo. En este caso el castigo siempre era el mismo, a no ser que ya hubieras elegido esta opción antes y por ello se cambiaba.

Hoy nos teníamos que levantar pronto ya que la gente como yo, es decir, los que no habíamos esquiado en su vida, recibiría unas clases.

Con las sábanas aún pegadas bajamos al comedor y sí, cogimos un poco de todo, en nuestra defensa diré que era para compartir. Cogimos una tostada de tomate, cereales, zumo de naranja y un café del que solo me gustaba su olor.

Poco a poco varios compañeros fueron llegando y se sentaron en las mesas de alrededor. La profesora llegó como si se hubiera tomado tres cafés seguidos, aún no entendía como podía tener tanta energía tan pronto, yo a esta hora aún necesitaba un par de horas para estar totalmente despierta.

Al salir fuimos al almacén donde a cada uno nos dieron el material necesario y en entre eso, un casco ya que según la profesora era lo más apropiado y que no quería ir a urgencias por ello.

Con alguna caída por medio y los minutos más largos de nuestra vida, llegamos a la parte donde íbamos a esquiar. La instructora no indicó donde debíamos ponernos cada uno. Después fuimos imitando lo que ella hacía, algunos con más facilidad que otros. Estuvimos aquí unas dos horas hasta que todos más o menos se defendían. Tras eso, llegó la prueba de oro, teníamos que tirarnos por una pendiente, si lo conseguíamos podríamos ir a las demás pistas.

Mágicamente me mantuve en pie durante el descenso, la verdad es que tuvimos suerte ya que nos pusieron una pista cerrada en la que solo estábamos aquellos que estaban aprendiendo y por lo tanto no teníamos ese miedo de chocar con cualquiera.

Emocionada por el triunfo grité mientras abrazaba a Kora quien al igual que yo, le había salido bien la bajada. Tras esta prueba, los que estábamos aptos nos fuimos en busca del telesilla, los demás de quedaron practicando un poco más.

Una vez reunidos con los demás compañeros y con otros profesores, estuvimos toda la mañana esquiando de un lado a otro. Hubo varias caídas y varias guerras de nieve que hicieron que fuera un día inolvidable para todos, sobre todo para Kora, la que se llevó una bola de nieve en la cabeza a pesar de intentar esquivarla.

Ese día estuvimos todo el día esquiando, eso provocó que la mayoría acabara con agujetas. Las cuales aumentaron con la excursión del día siguiente a las cataratas del río Columbia, las llamadas Cataratas Multnomah.

Tanta caminata en realidad había merecido la pena, era un lugar mágico. Escuchar el agua caer te transportaba a lugares lejanos, lugares llenos de vida. Hubo un momento en el que todos cerramos los ojos, por petición del guía, y nos mantuvimos en un silencio total.

La naturaleza y yo nos fundimos en un largo abrazo que acabó con las risas de algunos compañeros. En ese momento me sentí completa, me sentí en paz conmigo misma.

El día en sí había sido agotador pero productivo. Y al llegar a la cabaña por más que quisiéramos, no teníamos fuerza para salir por la noche.

The Eva's ProblemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora