CHAPTER 9

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Se despertó sobresaltado al escuchar un fuerte ruido a lo lejos. Llevó inmediatamente una mano a su cabeza, palpándose la frente en busca de una forma de aliviar el punzante dolor. Parecía que todo le daba vueltas y se sentía confuso. Sabía que estaba en una cama, porque la superficie que lo mantenía era cómoda, pero apenas había podido llegar a enfocar la habitación.

Con los ojos cerrados todavía, se mantuvo tumbado, notando como alguien se movía por su alrededor y el sonido se perdía. Bufó, odiaba que interrumpieran su sueño. Sobre todo el día después de salir de fiesta... Recapituló momentáneamente lo que acababa de pensar. Tenía el cuerpo pesado, le dolía la cabeza. Se había ido de fiesta. Buscó entre su memoria todo recuerdo rescatable de aquella noche. Tenía suerte de no ser de esos que se olvidaban de todo.

Revivió varios momentos en su mente, las copas demasiado cargadas que le ponía ese camarero que no dejaba de coquetear con su compañero de casa. Gruñó tan solo al recordarlo. Aunque esos recuerdos se vieron sustituidos por escenas demasiado nítidas para su humor matutino. Ahí estaba él, en la pista de baile. Las luces neón tiñéndolo todo, la música impidiendo cualquier conversación. A ellos no le hacía falta hablar. La forma en la que sus cuerpos se amoldaban, con sus manos apretando la cadera del contrario para acercarlo más, si es que era posible. Los ojos avellanas no habían perdido esa inocencia tan característica, aunque la forma en que sonreía, o en la que su cuerpo se movía, podía ser definida de cualquier forma, excepto inocente. El modelo era jodidamente caliente cuando dejaba que el ritmo controlase sus movimientos.

Suspiró. Se suponía que tenía que deshacerse de todos esos pensamientos pecaminosos que últimamente se habían adueñado de su mente, pero si antes lo veía difícil, ahora era imposible. Ni siquiera creía que pudiera usar a otra persona, estaba seguro que si lo intentaba, su imaginación le jugaría una mala pasada. Esta vez, un clavo no sacaría a otro clavo. Pero tenía que encontrar la forma de parar esa atracción que sentía por el contrario si quería mantener una convivencia tranquila.

De repente, sintió como algo mojado se posaba en su cara. Entreabrió los ojos, nadie se había molestado de correr las cortinas todavía. Una leve risa agua atrapó su atención, girando su rostro hasta quedar frente a un bebé. Bueno, no un bebé cualquiera. Reconocía a Jaemin. Y sabía tanto acerca de él, como que ahora sus babas estaban por allí donde su mano tocaba.

- Hola leoncito - lo saludó con voz ronca, cosa que asustó de momento al menor, pero que luego lo hizo reír en demasía, ocasionando una sonrisa en él.

- Acaban de traerlo de vuelta - explicó una tercera voz por encima de los grititos de felicidad del bebé -. Estaba seguro de que quería verte, me lo rogaba con sus ojos. Echaba de menos a ambos padres.

- Sólo tú accediste a ser su padre - comentó el empresario mientras se enderezaba en la cama.

- Eso no decías ayer.

Jeon tomó al pequeño entre sus brazos después de susurrar una pequeña maldición contra el castaño y su maldita sonrisa inocente, claro. Él no tenía nada de inocente, ni de despistado para algunas cosas.

- ¿Te parece si hoy vamos a comer a algún sitio de comida basura? No tengo ganas de cocinar, y ya me salté la dieta ayer con el alcohol - sugirió el modelo mientras acercaba su mano hacia el bebé.

- No comes como si fueras un modelo.

- Es aburrido - habló mientras se encogía de hombros -. Además, no sirve para nada. Nunca me gustó hacer dieta. Es mejor comer equilibrado y hacer ejercicio. Da mejores resultados.

- ¿Y la comida basura entra en esa comida equilibrada? - preguntó con una ceja alzada, en gesto de burla.

- Claro. Hay que comer de todo, pero algunas cosas en menos cantidad y con menos frecuencia.

El pelinegro asintió sin apartar la mirada del castaño. Otro recuerdo de la noche anterior acababa de venir a su memoria al ver como el modelo se pasaba la lengua por los labios y mordía el inferior antes de sonreír ampliamente, perdido por completo en sus pensamientos acerca de lo que era bueno comer y lo que no. Casi parecía un experto en ese tema. Aunque posiblemente hubiera una larga lista de personas que negasen que ese fuera el secreto para una vida sana (y tuvieran argumentos más fuertes).

Volvía a estar perdido por aquella pista de baile. Las luces alumbraban la escena y la coloreaban de un oscuro violeta. La canción de fondo, y que estaba logrando que todo el mundo bailase demasiado cerca, era una de aquella banda internacional de su país. El ritmo fue decayendo, volviéndose cada vez más pausado, aunque ellos no lo notaron, ya que se habían frenado hace mucho tiempo. La intensidad de su mirada era feroz, casi tanto como la que le devolvía el contrario. Ambos sabían lo que iba a pasar, y no parecían querer detenerlo. Sus cuerpos se fueron acercando, dejando sus rostros a escasos centímetros. La electricidad recorría sus cuerpos con anticipación, sus corazones latían desenfrenados un ritmo único. Sin dejar de mirarse, sus rostros fueron acercándose, encajando. Y para cuando ambos se dejaron llevar por aquella fuerza magnética, sus ojos estaban cerrados, sus manos en la espalda contraria, pegándolo, las otras en su cuello, como si estuvieran impidiendo que se fuera, que huyese. No había vuelta atrás, sus labios se habían encontrado y no se querían separar.

- ¡Nos besamos! - gritó de repente, soltando al niño con cuidado y levantándose del tirón, como si hubiera recibido un impulso repentino - Nos besamos - murmuró esta vez, mirando a los ojos del chico.

El modelo sólo lo observó confuso a través de la oscuridad, que solo era rota por la luz que se colaba a través de la puerta. La suficiente como para poder ver un poco más que siluetas. Así que afirmó.

Jaemin también lo observaba, solo que su mirada viajaba entre la sorpresa, la curiosidad y el miedo. Los movimientos demasiado repentinos no agradaban al pequeño, tampoco los sonidos altos (al menos cuando estos provenían de sus padres).

- ¿Por qué actúas como si fuera algo normal? ¿Acaso no entiendes lo que te estoy diciendo?

- Nos besamos, ¿cuál es el problema?

- El beso, todo. Todo es un problema, ¿por qué nos besamos?

El castaño no iba a mentir, aquella respuesta lo sorprendió. Y en su cabeza no tardó en unir los cabos. Suspiró y se preparó mentalmente para lo que estaba por hacer. Aquella escena le sonaba demasiado familiar, solo que la vez anterior, había tenido que sacrificar su corazón también. Esta vez, al menos había ocurrido a tiempo.

- Jungkook, tranquilo - su voz sonaba calmada, aunque su mano temblaba un poco mientras le pedía con pequeños golpecitos sobre el colchón que se sentase. Cuando lo hizo, prosiguió -. Sé que hay mucho estigma social relacionado con la sexualidad, y es abrumador. Pero que nos hayamos besado no significa nada - como la última vez, aquellas palabras dolieron -. No te comas la cabeza, ¿de acuerdo? Estábamos muy bebidos y pasó, posiblemente fue el ambiente y que los dos estamos solteros. Esto no significa que te gusten los hombres, solo te dejaste llevar, ¿sí? No te preocupes, está todo bien. Nadie tiene por qué saberlo.

Sus ojos se aguaron ligeramente al recordar el rostro de su primer amor frente a él. Se levantó de la cama, casi con la misma delicadeza y tomó en brazos al bebé que se aferró a él como una garrapata, antes de salir por la puerta.

Desde que estaba en Seúl no había tenido que lidiar con aquel horrible recuerdo. Cuando dio ese discurso por primera vez, lo hizo con esperanzas de que su primer amor lo negase todo, le dijera que no quería olvidarlo y que, quizás, pudieran empezar algo. O en un plano menos optimista, esperaba al menos quedar como amigos. Pero tan pronto como aquel día terminó, el rumor de que él era homosexual recorrió los pasillos de su instituto y su primer amor, y mejor amigo, le dio la espalda.

Ahora, en la solitaria cocina se planteaba si Jungkook volvería a hablar con él... Solo esperaba que ese beso no le costase el trabajo. No querría ser expulsado de su empresa a causa de la pérdida de un contrato tan bueno.

- Minnie - le susurró la bebé -, creo que estamos en problemas.

Como siempre, la bolita chillona de felicidad solo rió a chillidos, logrando que todo lo negativo abandonase la habitación y al castaño. Ahora tenía a alguien importante, alguien por quien valía la pena luchar. Iban a ser ellos contra el mundo.

Con una sonrisa, tomó el puñito del bebé y lo chocó suavemente con el suyo.

- Ahora somos un equipo, no me falles ¿de acuerdo?

Fraude. [KOOKV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora