Capitulo 17

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CAPITULO 17

Ni siquiera pude describir lo que sucedió después.

Cuando abrí los ojos, tardé exactamente dos segundos en reconocer lo que tenía alrededor: sofás cremas, paredes blancas, algo pitando demasiado alto y luego debajo de mí, había una cama. Aturdida, me senté en la cama, hice el intento de tocarme la frente, la mano me quedó en el aire porque tenía conectado a ella una intravenosa. Miré una vez más a mí alrededor y me di cuenta entonces que estaba en una habitación de hospital. Confundida, cerré los ojos con fuerza, ni siquiera sabía que hacía allí, lo último que recordaba era haber entrado a mi casa, ver esas cuatro personas, los recuerdos, los recortes.

Baje de a poco los pies y los puse en el piso. Estaba frío, temblé un poco pero luego con ayuda de la cama logré ponerme de pie. La intravenosa me dificultó la tarea, así que, la arranqué.

Caminé despacio, mirando cada parte de la habitación con cautela, la cabeza comenzó a darme fuertes pinchazos. Me dolía horrores. Todo se tornó borroso, de pronto. Caminé hacia la puerta blanca y la abrí con cuidado, hizo un extraño sonido antes de abrirse completamente. Ante mí, aparecieron unas cuantas personas caminando de un lado a otro. A lo lejos distinguí dos: Jayden y Zane.

Giré la cabeza hacia todos los lados, seguía igual de confundida. Me acerqué a ellos aunque no quise. Cuando Jayden me miró, dejo de hablar con algún doctor y luego caminó hacia mí. Lo que dijo cuando se detuvo frente a mí, me hizo arrugar las cejas.

― ¿Estás bien?

No le respondí. En aquel momento no pude hablar. Estaba en una especie de transe donde no sabía si seguía viva o si estaba muerta y ya Dios me había mandando al infierno. Fruncí el ceño, luego de unos segundos en los que preparé y repase lo que diría, hablé:

― ¿Estoy muerta?

Jayden se rió. Zane volteó a vernos. Yo me enojé.

― ¿De qué te ríes?

Él se encogió de hombros y me tomó por los hombros como si fuésemos grandes amigos. Apretó la zona, causando que un gemido bajito de dolor saliera de mis labios.

―Estas vivita e igual de metiche que siempre.

Quité sus manos de mis hombros y luego le enseñé el dedo del medio. Él fingió indignación y luego me dejó sola allí. Me di la vuelta y con el rabito entre las piernas volví a la habitación.

Me senté sobre la cama y esperé unos minutos. Allí tranquila. De pronto la puerta se abrió y mi mamá entró. Lucia feliz.

―Cielo, ¿Que tal estás?

Ella caminó hacia mí y se sentó en la orilla de la cama. Cogió un mechón de mi cabello y lo colocó por detrás de mí oreja. No esperó que respondiera su pregunta, en vez de eso, me soltó:

― ¿Estás siguiendo el tratamiento?

La miré, buscando algo en su mirada, no lo encontré. Luego quité su mano que seguía en mi cara y le respondí:

―A veces sí, otras veces no.

Mamá me miró seria, como solo ella sabía mirarme. Luego se levantó de la cama y me dijo:

―Eres una imprudente ―caminó de un lado otro, enojada, respirando con dificultad ―tuviste una recaída. Ni siquiera supe que te sucedió, te encontré en el suelo de nuestra cocina.

La miré como si ella tuviese tres cabezas. Recordé lo que había sucedido la noche de los silbidos. De pronto pregunté:

― ¿Estaba sola?

IRRESISTIBLE ©️✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora