Prólogo

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Comienzo a sentir frío, y aunque es una mala noticia más, no se compara con lo que me está pasando.

Desgraciadamente empeora las cosas.

Algo helado cae sobre mí, me retuerzo en el piso hasta lograr incorporarme y quedar sentada.

Darme cuenta que acaban de tirarme agua encima sí que empeora mucho más la situación.

La mayor parte del suéter que tengo puesto está empapado, el muslo derecho de mis jeans también, y para colmo fue tanta agua que ahora mismo estoy sentada sobre un charco.

Miro con recelo al tipo que me ve con satisfacción mientras camina con una bandeja en las manos, ambos seguimos con la vista enganchada, peleando en silencio.

Sin que logre preverlo, él avienta la cubeta de metal contra la celda haciendo un estruendo y sobresaltándome.

Comienza a reírse como burla hacia mí, sabe que le temo y eso le provoca gracia.

—¿Estás lista, lindura? — interroga acercándose a la reja mientras se pasa la lengua sobre los labios de una forma repugnante.

Me quedo callada donde estoy y termino mirando hacia el piso, no soporto más ver al tipo, ya suficiente es tener sus ojos marrones e inquisidores sobre mí todo el tiempo.

Quisiera llorar, también rogar, sin embargo ya lo hice hasta cansarme y no funcionó en nada, así que ahora menos que nunca va a surtir algún efecto favorable para mí. Lo único que me queda es aguardar a que pase lo inevitable o esperar a que ocurra un milagro, y dadas mis circunstancias dudo que algo pueda salvarme.

Una de las puertas del lugar se abre y el otro hombre aparece.

Éste es mayor que el que me ha mojado, incluso podría pensar que es su padre, pero no quiero imaginar que haya alguien tan jodido de la mente como para querer violar a una niña junto con su hijo.

El hombre se sienta en una de las sillas, se quita la gorra de la cabeza y la echa sobre el escritorio repleto de basura y restos de comida entre otras cosas que no logro identificar.

El chico la toma entonces y se la pone al revés, haciendo que sus chinos claros se aplasten y salgan voluminosos por debajo de la gorra; busca algo en el escritorio y las cosas comienzan a caerse al piso revueltas. Luego de tirar la mayor parte de basura sostiene una mandarina e intenta pelarla con los dedos, pero luego de un minuto de intentos frustrados opta por sacar una navaja y hacerle un corte.

Dejo de observarlo cuando se voltea a mirarme también. Mis ojos se van directo al suelo en el que estoy. Todo está sucio, húmedo, e incluso creo que hay manchas de sangre por doquier.

Los brazos comienzan a entumecérseme por estar aguantando mi peso tanto tiempo, quisiera por lo menos poder estar desatada de las muñecas, de todas formas no podría escaparme de aquí aunque lo quisiera y lo intentara.

Algo pequeño golpea mi mejilla con fuerza, me tardo unos segundo en ver la semilla de mandarina en el piso, y otra vez algo choca contra mi frente.

Miro con desprecio al cabrón que ya está escupiéndome de nuevo, y peleo torpemente para poder limpiarme la cara con la rodilla.

—Hey, ¿tienes hambre? — pregunta al tiempo que mastica la fruta y el jugo se sale por sus labios. Le veo arrancar un gajo, y terminar aventándomelo a la cara también.

—¡Déjame en paz! — bramo frustrada de no poder hacer nada y comienzo a llorar con desesperación.

—Cállate ya — reprocha y luego de un momento me avienta una mandarina con fuerza.

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