Capítulo 34

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—¿Seguros que no nos quieren acompañar? — pregunto una vez más aunque ya sé la respuesta.

—Lo estamos — acepta mamá —, los chicos se han ido por ahí a hacer quien sabe qué cosa, y nosotros queremos ir a dar una vuelta al centro. ¿Podríamos juntarnos todos en la tarde para ir en grupo?

—Por supuesto — acepta Lucifer al instante —, iremos un rato Ness y yo, y en la tarde cuando todos hayan vuelto podemos volver a salir.

—Perfecto — acepta muy feliz y alcanza a ponerse la mano sobre la cabeza cuando el aire nos golpea, evitando que su sombrero se vaya con el.

—Vayan con cuidado, e intenten no perderse — pido, pues sé que a mi madre se le da de maravilla salir a un lado y acabar perdida, y algo en el rostro de Tony me dice que está en una situación similar.

—Ustedes también, por favor, el mar es peligroso.

—No se preocupe, no pasa nada — asegura el demonio muy seguro de sus palabras, y yo no dudo ni un segundo en ellas.

—De acuerdo, nos vemos en un rato.

Los cuatro nos separamos, nosotros vamos hacia el final del muelle y ellos se dirigen a la calle.

—Fue buena idea, ¿no?

—¿Alquilar un yate? Pues, me parece buena idea, siempre y cuando sepas usarlo y como navegar.

—¿Dudas de mí?

—Ni un poco — admito.

—Me agrada.

—Te gusta que la gente confíe en ti.

—Me gusta que creas en mí.

Seguimos caminando un poco más hasta que el demonio se detiene.

—¿Por qué no me sorprende el color del yate? — inquiero mirándolo.

—Si vamos a salir de vacaciones será bajo mis condiciones.

—Por supuesto. Nunca había visto uno negro.

—Probablemente no vuelvas a verlo, disfrutarlo mientras dura.

Me ayuda a subir sin caerme y sube después de mí, voy a sentarme a la sombra al instante mientras él comienza a encender el motor.

Saco de mi bolso una botella de bloqueador solar y comienzo a ponérmelo en los brazos y ya la piel que está expuesta al aire libre.

El chico se voltea a mirarme mientras lo hago.

—Te ofrecería, pero dudo que el sol pueda contra ti — digo sin mirarlo.

—Efectivamente — responde y nos ponemos en marcha al instante.

Siento que me voy de lado por la forma en la que estoy sentada, sin embargo logro evitar tener el primer percance del día y continúo poniéndome el bloqueador donde me falta.

Acomodo la bolsa de tela que el demonio me compró hace un rato, y me pongo de pie.

Voy hasta donde está y me detengo detrás de él, le rodeo con los brazos y me quedo pegada a él.

Creo que no le molesta, pues no me ha retirado e incluso siento como pone una mano sobre las mías.

Posiblemente yo me arrepienta de quedarme así, pues el ambiente húmedo y caluroso del lugar no va muy bien con los abrazos.

—¿Sigue dándote miedo el mar? — pregunta bajando ligeramente la velocidad.

—Lo sabes.

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