Capítulo 11

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—Elige el que más te guste — dice una vez que hemos entrado a una tienda repleta de vestidos.

—Bien... — acepto mirando todo, sé que debo tomarme mi tiempo, pero no quiero tardarme demasiado, sin embargo hay tantos vestidos tan hermosos y de tantos colores que no sé ni en cuál poner mi atención primero —. ¿Aluna sugerencia?

—Lo que más te guste.

Eso no ayuda demasiado.

Claro que será algo que me guste, sin embargo no sé si haya algún modelo en especial para la ocasión.

Camino por la tienda en busca de algo que sea de mi agrado, aunque realmente todo lo que miro es precioso.

Los vestidos son tan coloridos y algunos llenos de pedrería que no hacen más que llamar la atención de mis ojos.

Camino hasta que uno me dice "elígeme". No es ostentoso ni con un color vivo, no tiene nada de accesorios encima y puedo decir que es muy elegante y sencillo.

Color azul marino brillante, con las mangas de medio brazo y caída natural.

Definitivamente es lo que quiero, es precioso y bastante discreto, supongo que no llamaré la atención con este como la llamarla con el vestido color mandarina de al lado.

—¿Ese te gusta? — pregunta el chico parándose a mi lado mientras tomo la tela del vestido en una mano.

—Sí, quiero este — acepto mirándole a la cara.

—Bien — acepta con voz neura y desvía la mirada —. Este será.

Agradezco que no me haya preguntada si estaba segura, ya que odio que lo hagan, pues mi padre siempre me lo preguntaba cada elegía algo, fuera lo que fuera.

Una de las encargadas mira el vestido antes de irse y desaparecer de mi vista.

—Por aquí — pide otra y me hace seguirle.

Sigo mirando el resto de vestidos mientras vamos hacia unas escaleras, subimos en silencio y me ofrece sentarme en un sillón cuando llegamos arriba.

—Me doy cuenta de que eres sencilla — comenta Lucifer sentándose a mi lado.

—No me gusta demasiado llamar la atención.

—Lo noto. Y eso es extraño para mí... si hubiera sido Larisa habría llevado el vestido con los colores más brillantes y la mayor cantidad de pedrería posible... — parece fastidiado al decirlo, y pensándolo bien, claro que lo está, hasta yo lo estaría.

—No sé cómo ni porque la soportas — suelto sin pensármelo un momento —. Digo, después de todo tú no tienes porque estar soportando ese tipo de cosas... eres... tú.

—¿Sabes algo? Tienes razón.

—¿Sí?

—Sí. No tengo porque soportar ese tipo de cosas.

Tengo muchas ganas de preguntarle entonces qué es lo que le obliga a soportarla, pero me quedo callada pues no quiero ser entrometida en asuntos que no me competen por más que me molesten.

—Sígueme — dice la chica con el vestido en las manos —. El vestidor está por aquí.

Me paro del sillón y la sigo unos metros fuera del alcance de la vista del demonio que me acompaña.

Corre una gruesa cortina y me cede el paso, entro al vestidor con piso de madera y espejos, las luces se encienden y la chica se mete conmigo.

—Lo dejaré aquí — dice colgando el vestido y comienza a quitarle el plástico de encima —. Si necesitas ayuda para ponértelo llámame, estoy aquí afuera.

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