Capítulo 18

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Un plato hondo de metal sale volando en mi dirección y apenas logro agacharme y librar el golpe.

—¡Te largas ahora! — me grita la rubia haciendo que su voz resuene en el último rincón de la casa.

—Vete a la mierda — respondo muy tranquila, aún cuando estoy que ardo.

Larisa se mueve de donde está, rodea la mesa y va hasta mí.

—Déjala en paz — salta Michelle llegando a mi lado e intentando interponerse.

—Larisa, basta — todas las demás hacen lo mismo, sin embargo la rubia ha logrado tomarme una muñeca y no piensa soltarme por nada del mundo.

—Quiero que te largues ahora — dice dándome un jalón y haciendo que pase entre las demás hasta llegar a su lado —, no te quiero más aquí, lárgate.

—No pienso irme, la que se va eres tú — ambas salimos de la cocina dándonos jalones.

—No perteneces aquí, ¡vete ahora! Lárgate, Lucifer no es tuyo y jamás va a serlo.

—Eso es algo que a ti no te importa.

Por fin me suelta, pero sólo lo hace para darme un empujón en el pecho, retrocedo intentando no caer, y nuevamente comenzamos una pelea a golpes.

Apenas logramos golpearnos un poco cuando somos separadas violentamente.

—¿Qué carajo están haciendo? — la voz de Lucifer está cagada de furia y no me deja con ganas de abogar nada.

—¡Quiero que se largue ahora! — grita con fuerza Larisa mientras pelea para que el demonio que la tiene en brazos la suelte.

—Ella no se irá, y yo sigo esperando que tú te vayas.

—No pienso irme, y te aseguro que ella va a irse de aquí, va a hacerlo.

—¡Ya estoy harta! — me quejo aun en los brazos de Lucifer —, estoy harta de todo esto — peleo un poco hasta lograr volver al piso —, te dije que no me provocaras, te dije que podía destruirte y sólo me subestimaste, así que ahora voy a enseñarte cómo cumplo mis palabras.

A Larisa se le crispa la cara un momento, y todos los presentes parecen ni siquiera respirar por mi amenaza.

—¿Qué piensas hacer? — pregunta Lucifer cruzándose de brazos y mirándome serio.

—Pienso hacer... bueno, qué más da el maldito tacto contigo. Larisa te engaña — suelto sin la menor cautela —, sé que lo de ustedes no es un compromiso como tal, pero hasta donde sé, Larisa no puede ir y meterse con más personas mientras te pertenezca.

Los ojos de Lucifer se van sobre la rubia a la que estoy dándole la espalda.

No lo sabía.

—¡Eso es mentira!

—Ajá — espeto y comienzo a reírme —, tengo las malditas pruebas, y también tengo testigos.

—¡No tienes nada!

Saco el teléfono del bolso de mis shorts y busco las fotos con prisa.

—Míralo por ti mismo — digo pasándole el móvil al demonio —, no lo sé, puede ser que me haya equivocado de rubia.

Pasan los más tensos segundos de la vida mientras él mira las fotos que le saqué a Larisa en el bar.

Sin mirarme me regresa el móvil, pasa por mi lado y camina en dirección a la rubia. Belcebú la suelta al instante y decide alejarse mientras ella se va hacia el piso lentamente bajo la mirada de Lucifer.

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