Capítulo 37

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Reviso por última vez que nada se me olvide y salgo de la habitación tirando de la maleta.

Todo ha sucedido tan rápido que aún tengo sangre en las manos y el rostro, quisiera darme un baño, pero no aquí,

Bajo las escaleras y veo a todos reunidos abajo.

Me miran con pesar, las chicas parecen preocupadas, sin embargo nadie dice nada.

Me sorprende ver a Lucifer aquí, pensé que se habría ido en cuando desaparecí, pero aquí está.

Lo miro un momento, incluso me detengo a poco de dónde está. Ambos nos miramos, pero ni él dice nada, ni yo lo hago.

Continúo caminando, salgo de la casa deprisa y atravieso el jardín muy segura de lo que hago. No voy a volver, si ha decidido que me vaya entonces lo haré, no dependo de él ni nada parecido como para estar rogando por quedarme.

Llego hasta la puerta y salgo al instante. Un auto blanco está estacionado a unos metros de la entrada, seguramente es mi madre, pues le he pedido que venga por mí.

Abro la puerta y miro dentro.

—Le dije a mi madre que viniera ella por mí, ¿qué haces tú aquí?

—Me ofrecí para venir — dice Milo muy feliz.

—Nada perdido — me quejo y entro nada convencida.

—¿Cómo estás?

—De maravilla.

—¿Pasó lo inevitable?

—Te da mucho gusto, ¿no?

—No me da gusto, sólo que te dije que pasaría tarde o temprano, y ya pasó.

—Te dije que podría suceder, en ningún momento lo negué. ¿Qué quieres que diga ahora? ¿Tenías razón?

—Para nada. No debes estar bien, no quiero incomodarte o empeorar las cosas.

—De cuando acá tan considerado.

—Tampoco soy tan cabrón como crees.

—Imposible.

—Soy considerado en verdad.

—A ver cuánto te dura el gusto.

—Velo por el lado bueno. Irás a casa, estarás con tu familia... creo que esto podría ser triste, pero va a pasar, siempre pasa, aún cuando creemos que es imposible que quede atrás, siempre termina donde debe estar, en el pasado.

—Ahora me suenas como a un corazón roto. ¿Eso fue? Te rompieron el corazón y decidiste hacer el amor a un lado y sólo ir sin crear lazos con nadie.

—Hmmm, puede ser.

—Entiendo.

—Por lo que veo, a ti jamás te han roto el corazón.

—Ya lo hicieron.

—Entre más grande pasas por primera vez alguna cosa, más difícil es superarla.

—Lo sé.

—Intenta ver las cosas positivas de haber dejado a ese tipo, siempre hay algo bueno, aunque parezca imposible siempre hay cosas positivas.

—Intentaré buscarlas... y a todo esto, ¿qué hacen aquí? Pensé se quedarían más tiempo.

—Digamos que hubo alerta de huracán, así que decidimos salir antes de que eso pasara.

—Entiendo...

—¿Por qué tienes sangre en la cara?

—Pasó algo — me limito a decir —, todo está bien, no es mía ni mucho menos maté a nadie.

—Me alegra oír eso.

—No soy una asesina.

—Lo sé, no tienes cara de asesina.

—¿Y de qué tengo cara aparte de estúpida?

—Solo es un mal momento, ya verás que en un tiempo estará superado y seguirás como si nada.

—¿Alguna vez te ha pasado algo demasiado doloroso que no logras asimilar al instante?

—Y te quedas quieto mientras logras comprender lo que pasó, es como estar en el ojo del huracán, donde sabes que todo es un maldito desastre y la calma por la que pasas es lo más peligroso del entorno.

—Me comprendes bien.

—Sé porque te sientes así, de hecho, podríamos decir que es un estado de shock que no te incapacita en su totalidad. Es como si solo tus emociones estuvieran en shock, esperando colapsar.

—Así es... — acepto un poco distante.

Eso me aterra.

Por el momento estoy tranquila, indiferente ante todo. Pero sé que no es bueno, es algo por lo que jamás había pasado y me resulta más que peligroso.

Todo ha sucedido tan rápido que me es imposible saber cómo sentirme.

Mi madre se casa, vuelvo a la escuela, nos vamos de viaje, Lucifer es requerido en el paraíso, vuelve, nos vamos, los que eran sus "amigos" le traicionan, casi nos matan, matan a la chica que nos ayuda a escapar, y ahora estoy aquí, nos hemos dejado. Todo en cuestión de días.

Comienzo a sentirme abrumada por la situación.

Incluso pienso que todo es un sueño, uno de esos horribles sueños que se sienten completamente reales.

Eso debe ser.

Intento descubrir si lo es o no, pero poco a poco me doy cuenta de que no es así.

Siento dolor, puedo ver la hora, leer los letreros de las calles por las que vamos.

Es una terrible realidad.

(...)

La sonrisa de mi madre me hace comenzar a desmoronarme.

Es de esas sonrisas en las que quiere hacerte sentir que todo está bien, pero sólo consigue recordarte que nada está bien.

Suelto mi maleta y voy a abrazarle, aunque me intento resistir por no llorar, acabo haciéndolo.

Quise ser fuerte. Tal como el mismo Lucifer comenzó enseñarme, pero no puedo. Supongo que toda esa fortaleza y valentía fueron ficticias, aunque no quiero oírme dependiente, parece que no puedo ser la fuerte si no está él conmigo.

Así que supongo que vuelvo a ser yo, la misma Ness de antes, la que se encontró aquel chico pidiendo ayuda en una bodega.

—Vas a estar bien, cariño — dice mi madre sin soltarme.

Algo parecido a lo que Milo me dijo cuando recién me recogió. Siempre estás bien, siempre terminas levantándote incluso cuando ni siquiera te das cuenta.

Y sí, supongo que tarde o temprano voy a volver a estar bien.

Pero por ahora, apenas estoy desmoronándome, por lo que aún no puedo pensar en reconstruirme.

—Te llevaré a tu habitación — continúa mi madre sin soltarme y me guía hacia las escaleras del departamento.

Siento que mis piernas quieren doblarse y dejarme caer, sin embargo mi madre me mantiene arriba a pesar de que voy tambaleándome peor que si estuviera ebria.

Entramos a mi habitación y vamos directo a la cama, apenas y logro sentarme antes de terminar en el piso.

—Escucha, cariño, sé que mis palabras no servirán de mucho ahora, esto te duele y va a dolerte durante unas cuantas semanas. Pero no es mortal, créemelo, aunque sientas y quieras morirte no va a suceder, cuando superes esto te darás cuenta.

—¿Sabes algo? — consigo hablar.

—¿Qué cosa, cariño?

—No me había dado cuenta de que hice algo que no debía hacer.

—¿Meterte con él?

—No.

—¿Entonces?

—Enamorarme de él.

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