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Nunca había llamado tantas veces a una persona para tratar de hablar. Carim, obviamente no contesta ninguna de mis llamadas. Pierdo la cuenta, solo sigo apretando el botón una y otra vez. Me canso, paro, tomo mi cabeza entre las manos desesperadamente y cuando llamo de nuevo se va automáticamente a buzón. El número está fuera de servicio, Carim ha apagado su teléfono. Diablos.

Respiro pesadamente y pienso cuál es mi siguiente opción. Reviso la carga de mi teléfono pues pienso seguir llamando después y me dirijo a afuera de mi casa, tomo las llaves  y con todos los tics nerviosos del mundo me subo al auto.

Planeo ir a la casa de Carim. Nunca he ido, bueno, entrado. Ni siquiera su familia me conoce, sólo sé que ella les ha hablado poco de mí, y la verdad es que siempre me aterró la idea de estar expuesto ante mis suegros y cuñados. Nunca me apeteció pero hoy no me importa nada, no quiero dejar nada sin aclarar con ella y voy a buscarla sin parar hasta que podamos hablar como es debido. Sí es a su casa, bien, lo haré.

La media hora habitual que sé que hay de distancia de mi casa a su casa se convierte en quince minutos. Por alguna razón no me atrevo a dejar el auto estacionado más cerca que cuatro casas de la de Carim. Con las piernas temblando no sé si de ansiedad o miedo, me bajo del auto. Pero no me alejo de él, me quedo estático y entonces sé que no soy capaz de ir hasta su puerta.

Con esperanzas de que ella me haga todo más fácil, tomo mi teléfono y marcó su número para ver si ésta vez tengo suerte de que me conteste. Deseo con ansias que lo haga y venga hasta aquí, con su cara con puchero de niña pequeña y los brazos cruzados en desaprobación, tan dulce y adorable como solo ella es. Pero no es así.

Pues bien, me decido a planear que le diré a su familia cuando me abran la puerta y yo tenga que decirles que tengo que ver a mi novia y explicarles qué eso es muy importante. Supongo que para este momento ya deben saber que peleamos, que está furiosa conmigo, que le mentí y la lastimé con mis acciones. Tengo que ser convincente y honesto, de otra forma lo que recibiré de respuesta será un puñetazo.  Gano tiempo para pensar cómo llegar a su casa mientras comienzo a caminar más cerca y alrededor de su casa, por la acera de enfrente y por donde puedo pero sin llegar exactamente a su casa.

Observo los autos estacionados y trato de recordar cómo son los autos de los padres de Carim. Estoy seguro de que no están por ninguna parte, solo está el pequeño auto de ella. Está sola.

Cruzo la calle rápidamente y toco el timbre una vez. Espero treinta segundos y timbro de nuevo. Sus ruidosos perros se acercan a ladrarme y olfatearme atraves de los barrotes. Espero, no es lo mismo insistir con llamadas que con el timbre de una casa. Cierro los ojos, deseando que la espera no sea más larga y entonces escucho pasos corriendo dentro de la casa y una hermosa voz.

-¿Quién?- grita ella.

No contesto, no sé que podría contestarle.

-¿Quién es?- vuelve a gritar y la escucho más cerca está vez.

La miro correr la cortina y abrir la ventana rápidamente como por inercia, gira la cara hacia donde estoy y su rostro se desfigura cuando me ve.

-Carim- trago saliva- hola, tenemos que hablar por favor- le pido en tono suplicante.

Ella mantiene su expresión fría de desagrado por mí y creo que esto va de mal en peor. Tengo el mal presentimiento que no ganaré nada con estar aquí.

-No. Vete de aqui, no quiero hablar contigo.

Sus palabras me hacen sentir la cosa más infeliz y miserable de este mundo. Me siento en un callejón sin salida, no tengo más opción de insistir ni convencerla.

Chicas Lindas (y no tan lindas).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora