3: El adicto es adicto porque le gustó.

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Luego de maldecir mentalmente a aquel viejo por darme aquella tarea, me dediqué a cerrar la puerta.

—No tan rápido, señorita.—Se plantó frente a mi con la sonrisa pícara que lo caracteriza.

—A ti nadie te llamó.—Comenté sarcástica viéndolo con diversión.

—¿Si me autoinvito no cuenta?—Alza una ceja.

Examiné su rostro, sus ojos claros y profundos, sus labios gruesos, su pecho, su abdomen perfectamente marcado, esa "V" que se perdía en su bóxer, su paquete bien marcado, sus piernas.

«Está bueno el muy idiota.»

Y si, vino en bóxer hasta aquí.

—¿Qué quieres, Ethan?—Me volteé pasando a mi habitación.

Entró cerrando la puerta.

—Lo que tú no has querido darme.—Caminó detrás de mi.

—No quiero meterte en eso y lo sabes.

—Yo quiero meterme solo.

—Estarías jugando con fuego y ten por seguro que te vas a quemar.

—No me importa Kendall, tengo tanto tiempo rogándote por lo mismo. No me interesa quedar pulverizado si lo haces tú.

—No es nada del otro mundo, Ethan, puedes conseguirlo con otra.

—Contigo no solo es otro mundo, sino otra dimensión, yo no quiero a otra, quiero estar contigo, hagámoslo ya, no me hagas seguir rogando.

—¿Por qué no puedes entender que no?

—¿Por qué no?—Cuestiona.

—Porque te veo como un amigo, y no quiero de alguna manera que te ilusiones y te lastimes.

—No voy a hacerlo, y si salgo lastimado sería un honor porque fui lastimado por ti.

—Sabiendo que el único perdedor serás tú, aún quieres jugar.—Negué con la cabeza.

—Me atraes mucho Kendall, y lo sabes, pero, no sé si solo es curiosidad y atracción sexual, si llegas a gustarme por otras cosas simplemente te enamoraré y ya.

—Reí con amargura.—Eso es imposible, idiota.

Y no porque le tema a enamorarme, a que me guste alguien o amar, yo no me niego, me niego es a que me amen porque soy candela pura y al que atraiga se que voy a quemar.

—Como sea, quiero ver qué pasa.

—Que conste que fuiste tú el que se metió en esto.

—Lo tengo muy claro.—Su sonrisa se hizo más grande.

Yo me había tirado a varios de aquí por suma diversión y para complacerme yo, no buscaba complacerlos a ellos, pero, para darme mi placer ellos sentirían el suyo y yo no podía evitar eso, sin embargo, tenía mis reglas, que a pesar de ellas, todos salían hablando de mí y de la supuesta maravilla que era.

—Supongo que no sabes las reglas.

—Ninguno de aquellos estúpidos quiso decírmelas.

—Y es porque no pueden, una vez que las saben no pueden decirlas, esa es una de las reglas.—Le dije.

—¿Y eso por qué?—Se acercó a mi.

—Porque hace más intrigante el asunto para el que no ha probado.—Comencé a desatar el nudo de mi bata.

—Puedes comenzar a decirme las reglas para jugar lo más rápido posible.—Dijo con un tono seductor.

—No puedes decir las reglas y no repito con una persona. Las demás las sabrás después de jugar.—Dejé caer la bata al suelo dejando mis curvas descubiertas y mis partes tapadas por la ropa interior de encaje.

Solo una adicción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora