EPÍLOGO.

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NATHANIEL.

Cuando desperté me sentí desorientado. Abrí mis ojos y no vi absolutamente nada, solo un reflejo y el techo, y la imagen no era nítida, era bastante borrosa, sentí el frío suelo debajo de mi, un dolor que se extendía desde mi espalda hasta mi cuello, el olor a humedad me golpeó con fuerza las fosas nasales y las náuseas no tardaron en aparecer, sin embargo, no vomité, ¿La razón? Pues, día número—no me acuerdo cuál porque perdí la cuenta a partir del día tres— sin comer absolutamente nada, y beber mucho menos.

Mi garganta se encontraba más seca que un cactus, ni siquiera podía segregar la suficiente saliva como para tragar y al menos darle algo de humedad a mi garganta, escuchaba y sentía mis tripas rugir del hambre, sentía que mi cuerpo se estaba comiendo a sí mismo de adentro hacia afuera, mis labios estaban cuarteados y no dudaba que estuviesen blancos de la sed que tenía, sentía mis manos temblar y no solo por el frío, sino que también por él hambre y la debilidad.

Jamás en mi vida había experimentado algo así.

Y si, estaba en el famoso cuarto de castigo, pero, no me preocupaba solo por mi, porque a pesar de que creí que a Kylie y a mi nos separarían, no lo hicieron, así que ella está pasando lo mismo que yo, así que estoy preocupado por ella también.

Dentro de estas cuatro paredes, en algún rincón está ella, no sé si dormida o despierta, tenía la boca tan seca que hablar se me era casi imposible, y tampoco tenía la fuerza para hacerlo.

¿Por qué no estábamos juntos? Pues, vivimos más dormidos que despiertos, ya que entran algunos guardias y nos colocan esa sustancia con olor fuerte que nos desmaya en un dos por tres. Es una ventaja, en cierta parte, ya que no sentimos el hambre y la sed que tenemos, y mucho menos la debilidad, pero, cuando nos despertamos nos sentimos cada vez peor.

La primera vez que despertamos nos unimos, e intentamos salir, y allí fue la primera vez que nos volvieron a dormir. Luego despertamos e hicimos lo mismo, entraron y nos desmayaron de nuevo, pero, claro, dábamos pelea, bastante.

En una ocasión hasta llegó a venir Carla, y nos explicó todo, bueno, más a Kylie que a mi.

Escúchame, Kend.—Le rogó por vigésima vez, pero, la antes mencionada ni siquiera le dirigía la mirada.—Igual hablaré y no harás nada para evitarlo.—Dijo y tomó una respiración fuerte.—Yo si sabía quién eras, si conocí tu historia, porque antes de que llegaran tú y las demás yo era la mano derecha del jefe, y sólo lo hice, primero, por mi propio bien, y segundo, para vengarme. Vengarme de él, y sobretodo de Nelson.—Me miró como si quisiera matarme con la mirada. Nosotros estábamos en un rincón iluminado, así que podíamos vernos.—Porque él junto a su amigo nos metieron aquí a mi y a mi mejor amiga Darla. Ella se quedó en el lado de las bailarinas, a mí como que me ascendieron y me pasaron para acá. Sin embargo, no pude vengarme, porque me amenazaron, yo tocaba a Nelson Farías y no solo torturarían a mi mejor amiga, sino que también, me torturarían a mi hasta matarme. También quise arremeter contra ti, por llegar y ser la mano derecha del jefe quitándome mi puesto, pero, me amenazaron de la misma manera, y aún sin la amenaza no hubiese podido hacerlo, te agarré muchísimo cariño.

—Eres una maldita mentirosa.—Había dicho Kylie con su voz hiriente.—Porque aún pensando que Ethan y yo éramos algo, te metiste con él.

—Me sedujo y se dió, me dijo que tú no querías darle nada de sexo, y yo soy lo más cercano a ti.

—Kylie rió secamente y sin gracia.—Menos mal que aceptas que eres un plato de segunda mesa y actúas como tal.

—Yo quiero arreglar las cosas, Kend.

—Mi nombre es Kylie Thompson, y por mi puedes calcinarte en el mismísimo infierno, pedazo de escoria.

Solo una adicción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora