9: Totalmente solo.

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NATHANIEL.

Maldición, maldición, maldición. ¡Maldita Kendall!

«Ella no puede hacerme esto, no voy a caer en esto de nuevo. ¡No, claro que no!»

Fui consciente de que estaba negando con la cabeza cuando llegué a una mesa donde había sólo una persona mirándome de manera extraña.

Estaba molesto.

No, que digo molesto, ¡Estaba furioso!

Yo no debo caer en esto de nuevo, ese maldito problema no, no a mi, no otra vez.

«Tanto que me costó salir de eso...»

Tomé mi tenedor, un cuchillo y comencé a comer las panquecas con Nutella que me había servido de desayuno—Por lo menos hay buena comida.— con la mirada de extrañeza del tipo frente a mi.

Subí la mirada y me encontré con sus ojos los cuales me examinaban desde la discreción de la capucha de su suéter negro.

—Yo sé que soy muy bello, pero, ¿Te debo o se te perdió uno igual?—Casi escupo las palabras.

Él negó con la cabeza y se enfocó en tomarse el café que tenía frente a él.

Luego de que la arrastrada aquella me dejara en mi cuarto solo y hundido en mi frustración y pensamientos había llegado el hombre que me inyectó en la madrugada cuando me desesperé por querer salir.

De la discusión que tuvimos sólo me quedó algo claro: Yo no saldría de aquí ni con un pacto del mismísimo diablo.

Lo demás solo me molestó un poco, dijo que solo yo era el único hombre el cual se dejaba violar, ¿Acaso él había estado escuchando todo? ¿Por qué lo hizo? En fin, no soy una persona de estar prestándole atención a lo que las personas digan, yo sé lo que soy, lo que valgo y el porqué de mis acciones o reacciones, lo que opinen los demás, sinceramente, me importa poco.

Terminé de comer y me centré en beberme mi café.

«No sé cómo soportaré estar aquí.»

—¡YA COMIERON TODOS Y EL QUE NO COMIÓ NO ME IMPORTA, TODOS AL GIMNASIO!—Ordenó el tipo de la madrugada en un grito.—
Coloqué los ojos en blanco.

Seguí tomándome mi café mientras veía al otro hombre frente a mi, ¿Qué tanto me miraba? ¿Acaso le gustaba?

La mirada de ese sujeto se posó detrás de mí y segundos después mi café fue arrebatado de mis manos.

—¡Ustedes dos! ¡¿Acaso no escucharon lo que dije?!

—No, ¿No ves que hablas como marica?—Le contestó el del suéter negro con repugnancia.

Ahogué una risa.

—¡Repite eso y vas a ver como te voy a volar los dientes, Víctor!—Exclamó el de la discusión.

Víctor... entonces así se llama el del suéter.

—¿Quieres que te muestre lo poco que me importa tú amenaza, Ethan?—Se puso de pie a la defensiva.

Bien, entonces Ethan se llama el imbécil.
Mis ojos bailaban entre las miradas asesinas que lanzaban ambos.

—Cuando te rompa la cara no te van a quedar ganas de mostrarme nada.—Se acercó a él con ambos brazos a sus lados y con puños en sus manos.

—¿Y por qué ya no lo hiciste? ¿Acaso tienes miedo de que en la pelea tú seas el único perdedor?—Lo retó Víctor con la mirada.

Esto está interesante.

Solo una adicción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora