» Capítulo XXXVII

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JungKook permanece sentado en el sofá, viendo cómo su padre deja en la mesa de centro un gran bote de helado, algunas cervezas y frituras de su preferencia. Sí, así se pasan la víspera del aniversario de su madre, haciendo nada más que observarse entre ellos y pensar en lo sucedido, repitiendo el recuerdo de forma constante. Por más que JungKook quisiera salir, ir a la escuela y continuar con sus rutinas normales, su padre se mostraría en contra, evitándole incluso salir de casa.

     Antes, cuando era más pequeño, solía pensar que era lo mejor del mundo quedarse en casa sin hacer absolutamente nada, ni tender su cama ni hacer tarea; sin embargo, el paso de los años lo hizo percatarse de la realidad. Es más que deprimente pensar en su madre, es triste pensar en ella y recordar el amor puro que jamás pudo demostrarle, pensar en los abrazos que jamás le dio y los secretos que nunca compartieron. Cuando la fecha de muerte de su madre se acerca, su padre entra en un estado de encierro mental que lo deja con los ojos fijos en un punto lejano del apartamento.

     Pero el señor Jeon no es el único afectado.

     Los días sin su madre pasaron desapercibidos hasta que cumplió 12 años y por fin pensó en ella; por fin se dio cuenta de cuánta falta le hacía. Lo peor fue que comenzó a tener eso en mente después de que una chica por primera vez se le declarara. Como era de esperarse, JungKook la alejó, pues no tenía ni un guía para saber cómo reaccionar.

     — Mañana —le dice su papá, destapando la comida— iremos por la tarde al cementerio. También van tus abuelos, y... ¿Creo que la hermana de mamá? Quiero que te pongas la camisa roja, ya te queda, ¿verdad?

     La camisa roja. Esa camisa fue comprada años atrás en un ataque de emoción de la señora Jeon. Insistía en que su hijo se la pondría una vez que fuera lo suficientemente alto y grande; y para ese momento, cuando a JungKook le quedaba perfectamente bien, acentuando su figura y sin colgársele de las mangas, ya había cumplido diez años guardada.

     — ¿La camisa roja?

     — Sí. Sabes que mamá amaba esa cosa.

     El menor toma una de las frituras que ha llevado su padre y las abre. Son sus favoritas, de esas que lleva siempre en su mochila de entrenamiento. En cuanto da la primera mordida, una memoria fugaz cruza por mente: aquel partido donde cierto tonto se acabó todo lo que compró un día antes... El día en el que TaeHyung estuvo ahí con su garganta siendo desgastada hasta el grado de quedar ligeramente ronco. JungKook masca el pedazo, viendo el suelo con melancolía; a la vez, un dolor ahoga su pecho, justo igual que los últimos días. De inmediato dirige los ojos a su padre, quien también tiene la mirada puesta en el techo poco interesante.

     Kook a duras penas comprende lo que está sintiendo. Relaciona todas sus emociones con las fases horrorosas que enumera cada vez que piensa en el romance; fases que repudia justamente porque no puede entenderlas.

     — Papá. —La voz del pelinegro se hace escuchar por encima del ruido de la televisión, consiguiendo que su padre ponga la atención en él—. ¿Cómo conociste a mamá?

     Aunque esa es la última pregunta que puede esperar de su hijo, el señor Jeon cierra los ojos ante una fugaz memoria, sonriendo para sí mismo y, abriendo una vez más los orbes, se topa con la expresión neutra de su hijo. En su vida le han preguntado algo semejante y resulta extraño hablar de repente sobre la única persona que supo amarlo con el corazón, la mente y el alma; hablar de ella, de su esposa, la única a la que amó tanto y que siempre amaría. El padre de JungKook mete de nuevo una fritura a su boca antes de responderle a su hijo.

     Y Jeon JungKook también está nervioso, observando fijamente a su padre pues jamás ha preguntado antes sobre ella, sobre la mujer que lo cuidó tanto y lo amó... Y lo ama, desde algún lugar en el cielo. Tampoco preguntó antes sobre la relación de sus padres. Saber sobre ella pudo ser doloroso en otra época de su vida, cuando culpaba a seres externos por haberle robado a su madre y nunca más devolverla, cuando el sufrimiento le pegó y se vio perdido en un mundo sin nadie que le aconsejara desde un punto distinto al de su papá.

Love Ends | kookv Donde viven las historias. Descúbrelo ahora