¿Trampa a una santurrona?

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Fancy nunca había sido demasiado creyente, le costaba ir a misa y repetir el sinsentido de oraciones que se realizaban en las enormes catedrales a las que concurría con su abuela, pero el temor la había llevado a optar por todas las soluciones posibles y una de ellas era rezar, por lo tanto, se la pasó todo el camino hacia la casa Belcher con los ojos cerrados y orando por la salud y seguridad de su prima en silencio.

Soy una hipócrita...se dijo a sí misma mientras rogaba. Le había mentido a Danielle durante tanto tiempo y ahora todo se había desbordado gracias a la envidia y la furia de su egoísta abuela.

Soy igual que ella...yo dejé que pasara esto volvió a pensar y frunció el ceño con fuerza. No podía evitar culparse por lo que estaba ocurriendo, ella misma había aceptado secuestrarla, drogarla y atarla, todo por mantener a sus hermanas a salvo y aun sabiendo que toda promesa que Griselda hiciera no era más que un par de palabras que se llevaba el viento. Un día podría torturar a sus hermanas como lo hizo con ella, ya que el único objetivo que siempre había tenido la vieja era el de jugar con la vida de los demás y el de hacer su voluntad, cueste lo que cueste.

-Deja de culparte ¿quieres? Tu rostro parece que se va a cortar-la gruesa voz de James Greenhill le taladró los oídos y ella lo miró directamente a los ojos, sorprendida porque había visto a través de ella-Lo único que has hecho es disculparte-y agregó a continuación-Las doncellas me lo contaron...-argumentando para luego voltearse hacia la ventana, al parecer mirarla le resultaba todo un sufrimiento-Sabíamos que esto iba a pasar en algún momento...esa vieja bruja no se iba a quedar de brazos cruzados, hasta le advirtió a mi hermano en la boda pero nos confiamos demasiado todos nosotros-señaló pero sin volverse -Luego de los seguidos ataques de persecución de mi cuñada y el extraño incendio en el orfanato, supe que nada era accidental-Fancy estaba anonadada de la tranquilidad con la que expresaba el hombre aquellas palabras, como si todo fuese un juego de niños-No soy la persona en quien más deberías confiar, pero dadas las circunstancias, debes creerme cuando te digo que Danielle estará a salvo, Frederick no dejará que le suceda algo otra vez-la distancia entre ellos ahora se había acortado, James se había girado hacia ella para hablarle directamente enfocandose en mirarla con aquellos intensos ojos verdes. Fancy sintió como el rubor comenzaba a teñir sus mejillas y apartó la vista enojada, sentirse nerviosa por un hombre era lo último que debía hacer en aquellas circunstancias. Quiso articular palabra pero su boca se abrió y cerró varias veces como la de un pez, haciendo que el color rojo escarlata se extendiera por todo su rostro al notar que James se había percatado de su bochorno y la comisura de su labio subía intentando contener la risa.

-¿Qué le pasa?¿De qué se ríe?-se quejó molesta, no sabía cómo relacionarse con hombres de ese tipo. Los únicos varones con los que se llevó generalmente fueron  familiares cercanos, la mayoría ancianos o niños pequeños. No sabía lo que era estar cerca de un perfecto ejemplar de hombre viril, fuerte, seguro de sí mismo y de sus capacidades de seducción.

-Nunca había visto a una mujer avergonzarse tanto porque la mirara a los ojos-James ahora sonaba risueño, pero se forzaba por mantener el porte para no ofenderla demasiado.

-¡Claro que no estoy avergonzada por algo así! ¡¿Por quién me toma?!-Fancy se había enojado ahora y estaba a punto de tirarle una oreja, tal y como solía hacer con sus primos más pequeños cuando se comportaban mal.

-No se ofenda, pero tiene la cara como un tomate-ella pudo ver que sus ojos sonreían divertidos y eso sirvió para aumentar su rabia interior-Sé que no es muy allegada a los hombres pero no sabía que era para tanto-aquella simple frase sirvió para derribar todo el autocontrol de la joven.

-¡Pero si usted no tiene por que saber si soy allegada a los hombres o no! ¡Sé más sobre ustedes de lo que puedan llegar a creer, estoy muy acostumbrada a esta clase de acercamientos y hasta más!-las frases salían sin control de su boca y él abrió los ojos de par en par.

-¿Ah, sí? Entonces hagamos una apuesta-James se elevó lleno de regocijo por el reto que le estaba planteando.

-¿Disculpe?Las damas no hacen apuestas-Fancy quiso evadir su reto sonando lo más convincente posible, lo cual apenas funcionó para calmar a James.

-Será fácil-le aseguró-Si usted gana yo me arrodillaré ante sus pies y ante todo Londres y me disculparé por haberla ofendido, sumado a que le concederé cualquier cosa que desee...pero debe ganar-el verde de su iris brillaba como el de una inmensa esmeralda y a Fancy le dio un vuelco el estómago por la ansiedad. Se dejó llevar por el juguetón ambiente que había generado James y sus miedos sobre su abuela se diluyeron como agua tibia entre los dedos.

-¿Y si usted gana?, debo advertirle que no haré nada indecoroso-ella se acomodó las mangas del vestido que se le caían y pudo ver como James la observaba con detenimiento con un rostro algo extraño, casi ensombrecido.

-Me concederá un deseo-levantó las cejas por un segundo y pudo escucharlo suspirar, como si le costara hablarle-Si usted no se atreve y le da miedo lo dejaremos como está, pero la reconoceré como una mentirosa y estará aceptando que es toda una santurrona-le dijo picaramente y ella explotó. Su mente comenzó a recuperar todo lo que sabía sobre James para adelantarse a las posibles consecuencias de su juego.

Había escuchado en más de una ocasión los rumores sobre sus aventuras de libertinaje y derroche, fiestas de borracheras eternas y visitas con cortesanas de élite, por lo tanto, era consciente de los riesgos que conllevaba que mantuviera contacto con él.

Pero también sabía que aquel ser era totalmente inofensivo para una sosa y fodonga joven como ella, quien ya había perdido casi todas las posibilidades de conseguir marido. Un afamado calavera preferiría mujeres voluptuosas, de denso cabello rubio, piel de porcelana, porte elegante y sensual y simpatía sin igual, tan encantadoras como una bailarina en una caja musical. Teniendo en cuenta su perfil, todo aquello era una pura jugarreta infantil para pasar el aburrimiento y no podía aceptar que le dijeran solterona aburrida y sin experiencia sin siquiera poder defenderse.

-Una cosa más...si acepta no podrá arrepentirse y detenerlo-su voz era suave pero grave, tan encantadora que le hizo erizar los vellos de la nuca.

-¿Ahora me está tratando de cobarde?-su tono se elevó y James rió fríamente-Acepto su juego señor Greenhill-le contestó mientras contenía las ganas de ahorcarlo. Apenas terminó la frase, este se acomodó más cerca de ella y le tomó de las manos. Su tacto era cálido y la diferencia de tamaños era abrumadora pero le resultó extrañamente reconfortante-Dígame ¿en qué consiste su desafío?-disfrutó por un segundo más de lo que recibían sus sentidos y luego lo soltó de golpe.

-Será algo simple, en realidad dada la experiencia en hombres que tanto defiende usted me ganará seguramente...-era claro que se estaba burlando de ella y eso hizo que le hirviera la sangre por el coraje-Sus amplios conocimientos y encuentros con el otro género la ayudarán-hizo una pausa y pasó a explicar-La dinámica es muy simple y me probará que no es una mentirosa.

-¡Ya déjese de parloteos y digame que debo hacer!-la paciencia de Fancy se estaba agotando con todos los ataques verbales que le propiciaba su contrincante-¿Andar por un camino sin zapatos?¿Beber una copa de champán de una sola vez?¿Robarle el sombrero a un noble?-la ansiedad de Fancy hizo que James se riera de nuevo.

-Tiene que besarme-explicó resuelto y ella se paralizó al instante-Béseme y luego míreme a los ojos, si logra afirmar que no sintió nada me probará todo lo que dijo y habrá ganado su premio.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora