Vidrios rotos

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Los gritos, un fuerte ruido de madera rompiéndose y dos pares de manos que sostenían su cara hicieron que James abriera los ojos. Parecía tener algodón en los oídos pero el pitido de la puerta estallando lo había dejado en shock, no podía mover su cuerpo, mas bien ni su cabeza le respondía y apenas podía ver qué era lo que estaba ocurriendo. Por lo que suponía se había quedado dormido, o al menos eso era lo único que razonaba y como si fuese un niño pequeño, se dejó cargar sumisamente como una bolsa de harina y volvió a sumergirse en profundos sueños.

Habían pasado dos días desde que James dejó Greenhill House luego de practicar baile con Fancy. El hombre estaba tan trastornado que desde que había tenido cercanía con ella, se dedicó a despilfarrar todo el dinero que tenía en alcohol y a beberlo solo en el desván de su casa. A pesar de lo descontrolado que estaba, no pudo beber más de un trago de licor en el bar y la mitad de una mísera botella de whisky debido al sentimiento de culpa que lo invadía al volver a sus viejos hábitos y la poca resistencia que ahora tenía ante el mismo. Perdió el equilibrio por un momento y luego todo fue oscuridad para él.

Ahora había vuelto a la maldita casa de su hermano y aún no lograba ordenar sus pensamientos por culpa de la confusión. Suponía que ya era de noche y el fuego brillaba con tanta intensidad que le molestaba.

Quizo moverse pero le fue imposible, un dolor le atravesó el hombro derecho como si hubieran tirado de él desde un carruaje con 10 caballos y pegó un alarido. Se tocó instintivamente la zona y cayó en la cuenta de que estaba vendado con lino y olía a alguna clase de cataplasma con hierbas.

-¡Maldita sea! ¿quién demonios me hizo ésto?-gritó completamente enojado y asustado por el dolor que sentía.

Entre las sombras que lograban proyectarse entre los muebles surgió la figura de su hermano mayor, tal y como un oscuro fantasma acechando. En realidad, este estaba sentado en una silla pero ver su figura levantarse lentamente lo aterró por un instante.

Se abrió la puerta de la habitación y un denso vestido de seda violeta se abrió paso entre el piso de caoba iluminado por luces anaranjadas, seguido de unas duras zancadas tan precisas sobre el suelo que supo al instante quienes había ingresado.

James intentó levantarse de la cama, pero encontró que lo habían atado de pies y de manos.

-Que alguien me diga ¡¿por qué carajos estoy atado a la cama?!¡¿acaso se volvieron locos?!-este rezongaba como un cerdo intentando escapar del matadero, pero ninguno de los presentes le contestó. Pasaron cinco largo minutos hasta que él terminó de aullar y se calmó, recién en ese momento la serena pero severa voz de su cuñada abrió el silencio.

-Fue completamente necesario, eres muy terco y más aún cuando estás ebrio que no me iba a arriesgar a que dañaras a mi marido-le explicó. James pudo ver que la mujer pelirroja estaba fruncida de brazos y su gesto era cauto, como si tuviera que tener mucho cuidado en elegir sus palabras. El tiempo que había pasado junto a ella mientras le enseñaba cómo ser mejor le había dado cierto grado de confianza y conocimiento como para saber detectar cuáles de sus expresiones debían preocuparle más, y esta era una de ellas.

-¿Por qué carajos estoy vendado?-chilló y Frederick se puso frente de él, haciéndole frente con unos ojos fríos como el acero.

-Te sugiero que cambies el tono...ya te dije que en mi casa no toleraré faltas de respeto y menos ante mi mujer-el tono amenazante del rubio que tenía enfrente lo paró en seco. Danielle se movió intentando retomar la conversación, ignorando el gesto posesivo de su esposo.

-James, estuviste encerrado por tres días-Danielle se acercó a él y lo miró a los ojos, tal y como una madre preocupada. O al menos lo que suponía que sería, ya que nunca había visto aquella mirada en la duquesa fallecida-Me prometiste que no volverías a beber, nos lo prometiste a todos-el tono de decepción de ella le dolió más que el hombro-Habías mejorado tanto, y ahora hacer que Fancy tuviera que tirar la puerta del desván para sacarte, completamente aterrados por tu vida no fue para nada agradable.

Felicidad de una margaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora